Capítulo 72

—¿Joe?

—Mmm.

—¿Pasó algo entre tú y Angie? Angie, la del trabajo. —Katherine notó que Joe se quedaba muy quieto, como si la sangre hubiera dejado de correr por sus venas. Luego se movió y se enderezó en el sofá. La miró con tristeza—. Si no quieres, no tienes que decírmelo —mintió atropelladamente—. No es asunto mío, aunque como trabajamos juntos...

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque ayer nos vio llegar juntos por la mañana y me preguntó si salíamos. Le dije que no, pero ella parecía trastornada. Así que... me preguntaba si hubo algo entre vosotros. ¿Lo hubo?

Joe la miró con infinita ternura y luego arrugó la cara como si le doliera algo. Abrió la boca y ella lo miró con atención, deseando que dijera que no.

—Sí —dijo y Katherine sintió una opresión en el pecho.

No saques las cosas de quicio, se dijo. Por favor, no te conviertas en una vieja inquisidora.

—¿Durante cuánto tiempo? —Su corazón latía desbocado—. Quiero decir, ¿qué pa...? Quiero decir si salisteis durante mucho tiempo. ¿Estabas enamorado de ella?

—No. —Joe rió con tono cansino—. Nada de eso. Sólo fue una noche.

Una noche ya era bastante malo, pensó, corroída por los celos. Pensó en la preciosa figura de Angie y hubiera querido matar a Joe.

Además, tenía la terrible sospecha de que sabía exactamente qué noche había ocurrido. Eso empeoraba las cosas. Un día después de que ella lo acusara de acoso sexual, él había salido a tomar una copa con Angie y a la mañana siguiente había aparecido en la oficina con la misma ropa.

En su momento Katherine había tenido un mal presentimiento y ahora tenía uno peor.

Una y otra vez durante los cinco últimos meses Katherine había pensado en preguntarle a Joe qué había pasado, pero no se había atrevido porque temía que le contestara lo que no quería oír. Pero después de ver a Angie tan nerviosa, no le había quedado alternativa.

—No debí hacerlo —dijo Joe con angustia—. No acostumbro hacer esas cosas, pero soy un ser humano y cometo errores.

—Estoy segura de que a Angie Hiller no le gustaría oír que la calificas de error —dijo Katherine con altanería.

—No, no me refería a ella, sino al hecho de haberme liado con ella.

—¿Liado? Creí que había sido sólo una noche.

—Lo fue.

—Debe de haber sido bastante intensa para que digas que... —respiró hondo y dijo con desprecio— te liaste con ella.

—No es más que una expresión. Obviamente, equivocada.

Katherine contuvo el aliento, esperando que Joe le dijera que sólo la había besado, o que había dormido en el sofá o que estaba demasiado borracho para tirársela. Pero no lo hizo, así que preguntó:

—¿Dormiste con ella?

—Sí.

—Lo que quiero decir es si ¿hiciste el amor con ella?. —Sintió ganas de vomitar. Joe asintió con la cabeza. El estómago de Katherine se encogió un poco más—. Y luego le dijiste a todo el mundo que la llamara Gillette. Muy maduro, Joe.

—No lo hice. —Joe alzó la vista, alarmado y disgustado—. No sé quién empezó con eso, creo que Myles, pero no tenía nada que ver conmigo.

—Bueno, es obvio que le contaste a todo el mundo que te la tiraste. ¡Muy bonito, Joe!

—No se lo conté a nadie. Por si te interesa, Angie se lo dijo a Myles.

—¿Y volviste a verla?

—No de esa manera. A la mañana siguiente hablamos del asunto. Le expliqué que lamentaba lo ocurrido y que no volvería a ocurrir.

—¿Y cómo crees que se sintió? —Katherine tuvo un súbito y violento arrebato de ira—. Te metes en su cama, te la follas y luego le dices que con una vez basta. Qué caballeroso.

—Lo siento —dijo él.

—¿Por qué? —Replicó ella con frialdad—. Eres un hombre libre.

—Por favor, no te pongas así.

—Así ¿cómo?

—¿Por qué estás tan enfadada? En ese entonces no salíamos. De hecho, ocurrió inmediatamente después de que tú insinuaras que te estaba acosando... —Lo sé, hubiera querido gritar Katherine—... y pensé que no te interesaba en lo más mínimo. Francamente, Katherine, me quedé muy disgustado...

—¿Y qué mejor manera de superarlo que acostarte con otra? Muy masculino.

—No debería haber pasado —repitió Joe—. Lo lamenté. Sé que no es una buena excusa, pero estaba borracho y disgustado. Fue una tontería, un error. La gente se equivoca. —Katherine apretó los dientes, dibujando una línea recta con los labios—. Todo el mundo tiene un pasado —prosiguió él con suavidad—. Nadie llega a una relación como una pizarra en blanco.

Katherine permaneció callada durante unos segundos. Luego rompió el silencio gruñendo:

—¿Por qué no me lo contaste?

—Lo intenté, pero tú dijiste que no querías que habláramos de nuestras aventuras pasadas, ¿recuerdas?

—Sí, pero me refería a que no quería hablar de mis relaciones. Por supuesto que quería enterarme de las tuyas.

Joe suspiró.

—Eso no es justo, ¿no, Katherine?

—Tú me hablaste de Lindsay —acusó ella, cambiando de táctica—. Entonces ¿por qué no me hablaste de Angie?

—Lo intenté —exclamó Joe—. Pero me dijiste que necesitabas tiempo y que te resultaba difícil confiar en alguien. Así que respeté tus deseos. Traté de no forzarte, de no ir demasiado deprisa...

—¿Cómo crees que me siento? —interrumpió ella—. He estado yendo al trabajo todos estos días y ahora me entero de que Angie Hiller debe de haber estado riéndose de mí porque se acostó con mi novio.

—Pero ella no sabía nada de lo nuestro. ¿Y por qué iba a reírse? Mi novia eres tú, no ella.

—O sea que yo soy la afortunada, ¿no?

Katherine sabía que había perdido el control, que estaba a punto de estropearlo todo, pero era incapaz de contenerse. Oía las palabras corrosivas y sarcásticas que salían de su boca, sentía cómo quemaban, pero no podía detener el torrente.

—Katherine —dijo Joe en voz baja—. Si te preocupa la posibilidad de que vuelva a hacerlo o de que te sea infiel, estás muy, muy equivocada. No lo digo sólo porque estás enfadada conmigo, pero lo que yo siento por ti...

Joe se interrumpió. Le había parecido oír una llave en la cerradura. Segundos después, Tara entró en el salón con lo que parecía un ejército de gente.

Joe se deprimió. Estaba impaciente porque Tara encontrara un piso.

Mientras Joe trataba de poner cara de alegría en honor a las visitas, Tara parloteaba con entusiasmo, señalando a las tres personas que estaban a su espalda.

—Pasábamos por aquí y pensé que sería bueno que os conocierais, ya que en cierto modo ya os conocéis por referencias. Esta es Amy, del trabajo, y éste es Benjy... —Hizo una pausa y esbozó exageradamente con los labios «mi pareja», luego se agarró la barriga con las dos manos y puso los ojos en blanco como si fuera a vomitar. Después prosiguió—: Y éste es...

Entonces Joe se llevó una sorpresa. Reconoció a la tercera persona. Era imposible no hacerlo, pues prácticamente llenaba el salón con sus hombros fornidos, su alta estatura y su largo pelo rojo. Era el caprichoso actor del anuncio de mantequilla. Lorcan... no sé qué.

Era evidente que Lorcan también había reconocido a Joe, porque interrumpió las presentaciones para exclamar con asombro:

—Eh, yo te conozco.

Joe suspiró y se preparó para afrontar una desagradable experiencia. Hasta que algo lo llenó de un miedo inexplicable. Siguió la dirección de la mirada de Lorcan y vio que no hablaba con él.

Hablaba con Katherine.