EL gato cruzó la puerta y dio un par de pasos con precaución. Escrutó la oscuridad en todas las direcciones, volvió a entrar y se sacudió la nieve de la piel.
—Nada —dijo—. Tiene que haber sido un error. ¿Dónde está usted, maestro?
Sarcasmo emergió de detrás de la butaca de orejas.
—¿Es cierto que no hay nadie?
—Absolutamente cierto —aseguró Maurizio.
El mago salió corriendo al vestíbulo, cerró la puerta dando un portazo y la aseguró con todos los cerrojos.
—No pueden esperar. ¿Quieren volverme loco ahora mismo?
—¿Quiénes? —preguntó Maurizio, sorprendido.
Volvieron a llamar, esta vez con verdadera rabia.
El rostro de Sarcasmo se transformó en una caricatura que expresaba a la vez miedo e ira. Su aspecto no era precisamente bello.
—¡Conmigo no! —balbució—. ¡No, conmigo no! ¡Tendremos que vérnoslas!
Salió cauteloso al vestíbulo y el gato lo siguió solícitamente.
El mago llevaba en la mano izquierda un anillo adornado con un gran rubí. Obviamente, se trataba de una piedra mágica. Podía absorber y almacenar una ingente cantidad de luz. Y cuando estaba debidamente cargada, constituía un arma aniquiladora.
Sarcasmo levantó lentamente la mano, cerró un ojo, apuntó y un rayo láser rojo cruzó silbando el corredor y dejó en la puerta de la calle una hendidura humeante del tamaño de un ojo de aguja. El mago disparó una segunda vez y una tercera, y siguió disparando y disparando hasta que quedaron totalmente acribillados los tablones de la puerta y se agotó la energía del rubí.
—Así que era eso —dijo, y respiró profundamente—. Ahora no se oye nada.
El mago volvió al laboratorio y se sentó nuevamente junto a la mesa para seguir escribiendo.
—Pero, maestro —tartamudeó el gato, horrorizado—, ¿y si le ha dado usted a alguien?
—Le estaría bien empleado —masculló Sarcasmo—. ¿Por qué anda merodeando junto a mi casa?
—Pero ni siquiera sabe usted quién era. A lo mejor era un amigo suyo.
—Yo no tengo amigos.
—O alguien que necesitaba ayuda.
El mago sonrió un instante con amargura.
—Tú no conoces el mundo, pequeño. El que da primero, da dos veces. No lo olvides.
En ese momento volvieron a llamar.