EN la fase que tenían que afrontar a continuación, la dirección podía correr nuevamente a cargo de Tirania.

Porque la instrucción sobre el modo de introducir en el ponche el poder de cumplir los deseos estaba redactada en la jerga de las brujas. Se trata de un intrincado lenguaje que emplea nuestro vocabulario normal, pero hace de él un uso absolutamente falaz. En él, ninguna de las palabras tiene el significado ordinario. Así, globo significa muchacho, cuba significa muchacha, estallar significa pasear, maleta significa jardín, estirar significa ver, trago significa perro, ligero significa pintado, indolentemente significa súbitamente.

Así pues, la frase «Un muchacho y una muchacha paseaban por el jardín y vieron súbitamente un perro pintado» se dice en la jerga de las brujas: «Un globo y una cuba estallaron en la maleta e indolentemente estiraron un ligero trago».

Tirania dominaba este lenguaje con suma facilidad. Sin este conocimiento, no se descubría ningún sentido en el texto de la receta. Los no iniciados no habrían podido presumir que se ocultara tras él algo más que simples insensateces:

Si sois un maestro,

tomad un cabestro

diestro como el que más.

Soplad en un vaso

de raso y de paso.

¡Qué caso tan infernal!

¡Menudo trabajo

los majos andrajos

debajo del queso!

¡Qué cuco ese barco,

y el charco con arcos

qué parco y travieso!

Sobre la azotea,

la fea corchea

pasea en biplano.

¡Maldita espinilla

que brilla y cosquilla

te pilla en… la mano!

El actor, con tacto,

en el acto exacto

hizo un pacto con el ratón.

Pero si en la venta

te tienta la renta,

cuenta las cuarenta, que cuarenta son.

El pasaje entero era unas cinco veces más largo; pero aquí puede bastar este ejemplo.

Cuando Tirania terminó de traducirlo, se apagaron todas las luces del laboratorio. La tía y el sobrino se hallaban enteramente a oscuras y comenzaron a hechizar a porfía. Con el vértigo de un delirio provocado por la fiebre surgieron de las tinieblas apariciones que se desplazaban unas a otras y luego volvían a desaparecer.

Se formaron en el aire torbellinos centelleantes que giraron velozmente y se apilaron unos sobre otros constituyendo una especie de manguera que se encogió cada vez más hasta tener el tamaño de un minúsculo gusano, que luego fue engullido por un pico sin pájaro. En su interior flotó una nube grisácea de la que colgaba por la cola el esqueleto de un perro, cuyos huesos se transformaron en serpientes incandescentes que rodaron por el suelo entrelazadas en un ovillo. Una cabeza de caballo con las cuencas de los ojos vacías enseñó los dientes y piafó una carcajada espantosa. Ratas con minúsculos rostros humanos danzaron en círculo alrededor de la ponchera. Una gigantesca chinche azul, sobre cuyo caparazón se sentó la bruja, compitió en una especie de carrera con un escorpión amarillo del mismo tamaño, sobre el que cabalgó el mago. Goteando del techo cayeron en gran cantidad sanguijuelas rosáceas. Se abrió un huevo del tamaño de un hombre, y salieron muchas manos negras pequeñas que caminaron dando saltitos como las arañas.

Apareció un reloj de arena en el que los granitos se deslizaban de abajo arriba. Un pez en llamas cruzó la oscuridad nadando. Un minúsculo robot montado en un triciclo atravesó con su lanza a una paloma de piedra, que inmediatamente quedó reducida a cenizas. Un calvo gigante con el tórax desnudo se aplastó él mismo como un acordeón…

Así continuaron desarrollándose los acontecimientos. Las apariciones se sucedían a ritmo creciente, y todas terminaban por desaparecer en la ponchera, cuyo contenido burbujeaba y siseaba como si hubieran metido un hierro incandescente cada vez que penetraba en él una nueva aparición.