AGRADECIMIENTOS
No están todos lo que son, pero sí son todos los que ahora digo: Manuel Toharia, inefable Celestina de un muy particular romance. Ana Rosa Semprún y José María Guelbenzu, Melibea y Calixto de mis literarios amores. Paco Camarena y el matrimonio De Suárez —José Miguel y Merche—, ciudadanos de la República. Justo Martín Albo, lector de taimada sonrisa. Rafael Robles, Quijote en Teherán. Nasim, Shirin y Mohammed, por cuyos ojos he visto el Irán que aparece en este libro. Félix Rodríguez, valeroso frente a los tractores y los imanes superconductores. Esther Carro, cuyo Ulises todavía mira al mar. Miryam Galaz, Fátima Aranzabal y todo el equipo de Espasa —los Reyes Magos existen.
A mi padre, por Homero, Verne, Salgari y Trueno.
A Miguelito y Paco, por la poesía.
A Eloína, por los irrecobrables días de la infancia.
A Juan, por enseñarme a boxear.
A Pilar, por su temible rotulador rojo.
A mis hijos, por los nombres y la felicidad.