2002

Mi padre me pidió que leyera sus reflexiones sobre el amor, escritas a máquina sin interlineado y con las letras incrustadas en el papel por una fuerza que yo conocía muy bien (la fuerza sin frenos de su pensamiento):

¿Estoy enamorado? ¿Qué es estar enamorado? ¿Quién puede explicar concretamente qué es estar enamorado? Para mí, el amor es un agradable estado de idiotez. Ahora bien. Cuando el amor se complementa con la pasión, o bien, se convierte en pasión, ya no solamente es estar en un estado de idiotez; simplemente se pierden valores y principios tan valiosos como la ética, la moral, el respeto, la autoestima, y pasás a formar exclusivamente parte de esa persona que es motivo del amor apasionado que despierta. Generalmente, el receptor de tanta pasión no devuelve lo suficiente de lo recibido a quien le demuestra todos sus sentimientos. En los amores apasionados sobresale siempre una de las partes más fuertes y trata por todos los medios a su alcance (digamos, atracción en todas sus formas, incluida el dinero) para elevar al otro al nivel de pasión (y si no la tiene, despertarla) y de esa forma ser retribuido como lo desea. No siempre se logra ese cometido, ni el apasionado se conforma en bajar su intensidad de pasión hasta el nivel del otro. Siempre exige más. Siempre espera más por el solo hecho de que el apasionado entra en un profundo estado de inconsciencia e idiotez. Difícilmente se logre un equilibrio emocional en ese estado. Considero que en el amor no solamente se necesita el natural llamado del corazón; el cerebro también forma parte del cuerpo, por lo tanto, se conseguiría un equilibrio con ambas partes. Consideremos ante todo que el llamado del corazón es una forma de decir a lo relacionado a los afectos, que por supuesto está almacenado en el cerebro. Entonces sería oportuno diferenciar con claridad que el instinto sin el control pensante caería inevitablemente en el terreno de la pasión, lugar en el cual se pierden casi por completo las franjas de límites según su intensidad.

Como dije anteriormente, en una pareja (casada o no) es muy difícil descubrir la misma intensidad entre ambos. Más. Me arriesgaría a decir que no existe. No nos engañemos. ¿Cuántas mujeres o cuantos hombres no han podido conseguir el amor de la persona que aman profundamente? ¿Quién no recuerda el amor imposible de su vida? ¿Quién lo reconoce? Si un hombre enamorado forma pareja (casado o no) con el amor de su vida, casi con seguridad la mujer viene de un desencanto amoroso o una desilusión con un hombre que ella no ha podido conquistar o que no la ha amado. Por lo tanto recurre, en términos futbolísticos, “al banco”. Pero, lo triste o dramático es que la mujer lo oculta y trata de demostrar la misma intensidad de amor que su enamorado, cosa que no es cierta. Visto de afuera parecería ser una pareja ideal, pero no es así. En este caso, mientras el secreto no se descubra, la mujer cumplirá la “sagrada” misión de hacer feliz a un hombre, cosa que durará lo que un pedo en una canasta.

Si se llegara a descubrir esta falacia amorosa, seguramente en esta situación la mujer se lo espetaría a su esposo o pareja que lo dejó de amar. Mejor dicho, nunca lo amó. Pero no nos pongamos nerviosos. Esta circunstancia la giramos 180° y sería lo mismo. ¿Cómo se solucionaría una problemática tan humana como la del amor, para que dos seres humanos sean felices y se amen con la misma intensidad? El principio sería no mentir. Difícil ¿no? Por lo visto el amor nunca fue, no es, ni será equitativo ni equilibrado con respecto a ambas partes.

La mujer que se casa no estando enamorada (¡cuidado!: puede sentir cariño, respeto, amistad por su marido) decidirá tarde o temprano separarse, o bien, rondará por su cabeza el deseo de hacerlo.

No se sabe a ciencia cierta por qué las mujeres son las que más insisten en la unión matrimonial, siendo que después quienes más exigen la separación son ellas. Supongo, insisto, supongo que la mujer tiene en un rinconcito de su intelecto una novela, o sea se huele un recóndito tufillo a masoquismo. Supongo también, que la mujer sin alguna lagrimita o un dolorcito sentimental, no podría vivir. Dije que lo supongo. Volviendo al amor no correspondido; es el más valioso precisamente por eso. Siempre se desea lo que no se posee.

No estoy muy lejos en el tiempo de cuando le dije a un amigo que si pretendía ser amado por una mujer tendría que, en primer término, comprobar que la mujer lo ame y medir el pico de intensidad de esa entrega y luego renunciar a todo. Sí, no verla más. A partir de ese momento pasaría a ser un hombre que no lo posee la mujer, por lo tanto al no poseerlo es deseado y ese amor o deseo no desaparecería de por vida. Solamente se perdería el contacto físico, que a la larga desaparecería igualmente estando juntos, llegando al aburrimiento y las asperezas. Ojo: supongo.

Ahora seamos inquisitivos. ¿Cuándo una mujer va a conseguir un hombre que sexualmente le sea satisfaciente y paralelamente sea considerada como mujer y tratada con gentileza de parte del hombre? Generalmente la mujer acepta con un elevado grado de estoicismo a hombres que la satisfacen por ese solo hecho de que el hombre que por un lado funciona sexualmente en un 100% es generalmente un empedernido polígamo y no muy gentil para con las mujeres. Diría nada gentil. Ahora bien, cuando el hombre es gentil con la mujer y la trata con cortesía y delicadeza, no se sabe por qué misterio de la vida no funciona tan bien en el aspecto sexual. Es doloroso para la mujer pensar que la cortesía y el sexo es difícil encontrarlos juntos en un total equilibrio.

El hombre polígamo ardiente y sexualmente activo puede en contadas ocasiones ser gentil, pero solo para el momento sexual y nada más. Después de lograrlo se torna antipático y agresivo para luego huir del terreno de los hechos. Muy triste es cuando estos hombres que solamente hacen uso del sexo sin complementar la relación caen en la decadencia, y se les declina ostensiblemente su poder sexual porque pasan a ser más inservibles que una heladera en la Antártida, trasladándose violentamente de la gloria al fracaso sin espacios de transición.

La mujer se encuentra en una disyuntiva sobre todo en esta época tan complicada donde un hombre, sea como sea pero con dinero, domina el espectro femenino porque como dicen las suegras, “hay que comer, querida”. Este es otro tema importante en la convivencia entre el hombre y la mujer: el dinero. ¿El matrimonio prostituye? ¿El compromiso civil y religioso es usado para disimular la prostitución matrimonial? ¿Quién tiene el suficiente coraje de decir que se casó por dinero? ¿Y quién tiene el coraje de decir que no se separa por dinero? Lamentablemente son preguntas jamás respondidas.

No es novedad que la mujer es más simple y positiva en la cosas relacionadas con el amor. No hay dudas. Tampoco hay dudas en que el hombre en su afán de no competir frontalmente con la mujer en lo que se refiere al amor huye hacia otros terrenos no relacionados con lo afectivo, y paso a explicar.

El hombre, y me refiero al varón en general, ha inventado el avión, los barcos, las computadoras, la televisión, el automóvil, el submarino, la bomba atómica, todo, absolutamente todo fue inventado por el hombre (varón), como también juegos y deportes. Observemos muy bien. El hombre ha creado un mundo de actividades, todas alejadas de lo afectivo, con un detalle extremadamente útil. Ha conseguido hacer entrar en esta variante a la mujer en una forma irreversible. Esta no se ha dado cuenta de que ha sido obligada a introducirse en una sociedad creada e impuesta por el hombre. Ya no hay salida para la mujer por más que recurra al feminismo más despiadado. No le sirve para nada. El hombre ha conseguido, con lo técnico, distraer a la mujer en su esencia natural y humana tan propia de ella, y de esa forma cubrir con un manto las marcadas falencias (del hombre).

La trampa tendida por el hombre ha dado sus resultados, ya que la mujer exige compartir las decisiones del mundo, pero lo hace dentro del modelo impuesto por el hombre. La mujer trata de liberarse. ¿De quién? ¿Para ir hacia dónde? La sociedad ya está hecha así. Sugiero que la mujer se adapte a ella o de lo contrario la cambie, cosa que es imposible.

El espectáculo del tiempo
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