XVII

Salían a montar algunas mañanas e iban juntos a visitar a Mamá Munda hasta que su padre se enteró de sus encuentros y reprendió a Rosa severamente:

—Ya me contaron que sales a montar con un mediquillo y que te acompaña a ver a Mama Munda.

—No me acompaña, papá. La está curando y ha sido de lo más amable y servicial, ni siquiera ha querido cobrarnos…

—El interés tiene pies…

—Mamá Munda ya está prácticamente recuperada.

—Pero tú ya sabes qué chismosa es la gente de por acá.

—Pero si no estamos haciendo nada malo, papá… es la primera vez que me relaciono con alguien de aquí. No es más que un amigo…

—No hay amigos desinteresados, Rosa, todos esperan siempre algo…

—Yo sé cuidarme, papá. Acuérdate que me paso la mayor parte del tiempo sola en la ciudad de México.

—Pero aquí es distinto. Te advierto que no voy a permitir ninguna sorpresita. ¿O ya se te olvidó que estás comprometida con el hijo de mi amigo Martin Struck?

—No, no se me ha olvidado, pero ¿eso quiere decir que no puedo ni siquiera tener amigos? ¿Tú crees que él no tiene amigas allá en Alemania?

—No lo sé, pero si ese hombre lo que quiere es burlarse de ti tendrá que vérselas conmigo…

—¡Ay, papá! No te pongas así. Nada más es mi amigo…

—Pues quiero pedirte un favor: no quiero que lo vuelvas a ver y si no mejor te regreso a México…

—Cuando menos déjame hablar con él para decirle que ya no me permites salir con él… que me lo prohibiste…

—Te dije que no quiero que lo vuelvas a ver y sanseacabó, ¿entendido? Aquí el que pone las reglas soy yo. No voy a permitir que nadie dude de tu reputación… No está bien que la gente los vea andando solos a caballo por el campo, yendo a quién sabe dónde…

—Está bien, papá. Se hará como tú digas…

Rosa se las ingenió para verlo y explicarle lo que había ordenado su padre: suspender sus cabalgatas matutinas y sus visitas a Mama Munda, que en realidad ya se había recuperado y estaba por volver a sus labores.

—Me gustaría hablar con tu padre —explicó Ricardo—; presentarme, que sepa quién soy, pedirle permiso para verte e incluso, si me lo permite, visitarte en tu casa… para que sepa que soy formal y que mis intenciones son honestas.

—Vamos a darle un poco de tiempo al tiempo —respondió ella un tanto contrita.

—¿Eso significa que ya no nos veremos?

—Me da mucha pena, pero creo que es lo mejor.