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La voz de Dios y el Santa Lucía

Desde Port Royal rodeamos Morant Point y fuimos hacia el norte por Paso de los Vientos, con la intención de ver cómo estaban las cosas en el extremo francés de la isla. Pero antes de entrar en todo esto, hay algunas cosas que debería tratar.

Todos los cambios que quería que hicieran en el Castillo Blanco ya estaban hechos. No me gustaba la puerta nueva del camarote del capitán e hice que los carpinteros la hicieran de nuevo y mejor: una puerta más pesada con un umbral más alto para impedir que entrara el agua, una cerradura mejor, etcétera. Todo lo demás ya estaba bien la primera vez.

Puse un guardatimón en ese camarote grande, un cañón largo de nueve que podía disparar desde la ventana trasera justo sobre el timón de dirección. Mi idea era tener un cañón de mira y un guardatimón del mismo tamaño que los cañones principales y eso fue lo que hice. Empezamos con tres cañones por banda, tres cañones de cuatro libras. Los vendimos y compramos cinco de nueve libras por banda y el guardatimón y el cañón de mira. El hecho de tener más cañones siempre daña las cualidades de navegación de un barco porque el peso es demasiado, pero si no hay demasiados cañones, el daño no es tanto. Con doce cañones de nueve libras, el Castillo Blanco no tenía demasiados cañones.

Hablando de aquel cañón de mira, vi algo cuando lo puse que no había visto antes. Un barco no puede tener la velas latinas desplegadas y disparar un cañón de mira justo delante, no al menos que el capitán esté dispuesto a destrozar esas velas con el primer disparo. Eso hizo que me gustaran los foques más que nunca. Bajamos las dos vergas de las velas latinas y las pusimos en la bodega. Nadie las quería.

Antes de zarpar, Red Jack volvió con los hombres con los que había hablado Antonio, que eran Big Ned y Mahu. Mahu hablaba demasiado y Big Ned apenas lo hacía, pero ¡qué bien verlos de nuevo! Para entonces el Magdelena estaba anclado en el puerto, pero Azuka los había visto y ella y Willy vinieron en el esquife. Todos se dieron la bienvenida e hicimos una fiesta.

Realmente hay tres diferencias importantes entre servir en un barco pirata y en un buque mercante que explican por qué tantos marineros se hacían piratas. La primera es que todo el mundo que está a bordo está más tranquilo y relajado. Si a la tripulación no le gusta el capitán, lo pueden echar. Tiene que mantener la disciplina y la tripulación lo sabe, pero no puede ser injusto o se va. No trataría a mi perro de la forma en la que algunos capitanes mercantes tratan a sus hombres.

La segunda diferencia es que cada hombre trabaja mucho menos. Esto es debido la mayoría de las veces hay muchos. Si uno no hace su parte, generalmente no se le obliga. Eso es una señal de peligro y la mayoría lo sabe. Cuando los contramaestres dejan de intentar que un hombre trabaje, este sabe que no va a seguir a bordo mucho más tiempo. A veces entra en vereda y entonces trabaja más duro que nadie, pero un hombre así muy pocas veces continúa de esta forma durante más de unos días y enseguida vuelve a ser tan malo como antes. Entonces se le lleva a tierra y si en ese lugar no hay agua, así son las cosas. A veces a un hombre así se le lleva al continente. Nueve de cada diez veces los españoles lo capturan y lo cuelgan.

La tercera diferencia ya la conoce todo el mundo. Más dinero. Por supuesto que el pirata arriesga su vida por él, pero un marinero de un buque mercante también. ¿Qué pasa si los piratas capturan su barco? La mitad de las veces matan a todo el mundo. ¿Quieres estar en el bando de los ganadores o en el de los perdedores? ¿El bando de los que hacen mucho dinero o el bando de los que ganan una miseria?

He estado navegando por Internet buscando información sobre los piratas y también he encontrado algunas cosas. Había un tipo que sabía bastante y hemos estado enviándonos correos electrónicos. Una cosa en la que se equivoca (en la que se equivocan muchos libros también) es que cree que la disciplina era más dura en un barco de guerra que en un buque mercante. Nunca he servido en un buque mercante, pero hablaba con el capitán Burt siempre que podía y con otros que habían navegado en ellos. Red Jack era uno y Novia otra. Por lo que me cuentan todos, un barco de guerra está a medio camino entre un buque mercante y un barco pirata.

Hoy en día la gente apenas puede aguantar pensar en castigar a alguien. Un niño puede matar a su madre y si llora un poco y dice que lo siente, lo dejarían ir (Fray Phil es así). Cuando era el capitán Chris, la gente se daba de golpes por nada y nadie le daba más importancia. Pero en un buque de guerra, los oficiales sabían que iban delante cuando había que luchar y sus hombres iban a seguirles con sus alfanjes y pistolas. Eso marcaba la diferencia.

Además el dinero era mejor en un buque de guerra, al menos cuando había una guerra. Si capturaban un barco enemigo, la repartición de lo que correspondía a cada uno era bastante parecida a la nuestra (Si hubiéramos sido corsarios, habríamos tenido que repartirlo con la Corona como hacían ellos). La principal diferencia era que nosotros los piratas no necesitábamos una guerra.

Aquí debería decir que también había piratas españoles. No había muchos porque no había tantos barcos ingleses, franceses y holandeses como españoles. Pero había algunos y tenían más puertos desde donde salir.

Debería decir también que los dos tipos de piratas a veces atacaban su propia bandera. Un barco inglés o francés no siempre estaba a salvo con nosotros, especialmente si había algo que necesitábamos con urgencia. Un barco español tampoco estaba a salvo con ellos. Lo que pasaba era que no nos encontrábamos a menudo. La mayoría de las veces capturábamos franceses, holandeses y demás y por supuesto escoceses, irlandeses, galeses y africanos. Los piratas españoles capturaban hombres negros también y tenían muchos (Y con bastante frecuencia tenían una docena de nativos americanos para que las cosas siguieran siendo interesantes). Pero eso era todo. Nada más. Era un montaje divertido, si lo piensa bien.

Acabo de volver de las afueras. Fray Wahl se retira y se quedará como pastor emérito. Yo seré el nuevo pastor, así que seremos dos mientras él viva (¡Que espero que sea por mucho tiempo!). Después, sólo estaré yo.

Aunque se acerca el momento y cuando llegue me iré. No se lo dije a fray Wahl. No se lo he dicho a nadie. Si tengo que traicionar a una época, prefiero traicionar a esta.

Habrá una fiesta el sábado. Me llevará fray Wahl a las dos. Comeré y beberé y me relacionaré y eso es todo lo que sé. Finalmente, desharé mis maletas en una nueva habitación. Diré la misa a las siete esa tarde y a las siete y a las nueve el domingo por la mañana. Fray Wahl dará la última misa, a las once. He rezado para ser un buen cura durante el tiempo que me quede.

Imagine que no termino esto aquí. ¿Se supone que tengo que llevármelo a Nuestra Señora de Belén? ¡Ni hablar! Tengo que escribir más y mejor, y darme prisa.

Había nombrado a Ben Benson contramaestre. Era el trabajo que él quería. Encontramos su cuerpo fuera del pañol de velas. Había sido estrangulado. Había un hombre a bordo que decía que había sido verdugo por un tiempo y le dije que le echara un vistazo a Ben.

—Siempre intentamos romperles el cuello, capitán. Lo que hace falta es que sea lo suficientemente pesado y que caiga con bastante fuerza. Pero no siempre se puede. Así que salto, les cojo de los pies y los balanceo hasta que mueren. Tienen el mismo aspecto que él cuando les quito el capuchón. Un capuchón es como lo llamamos, para que no se les pueda ver la cara. Pero la quito para usarla de nuevo. Entonces es cuando los veo. Así que se ha asfixiado, pero sin soga. Vería las marcas.

Pete y yo llevamos el cuerpo a cubierta. Lo hicimos porque pensé que así la luz del sol revelaría las marcas de soga que no habíamos visto. No había ninguna, pero sí que vimos marcas de dedos. Había sido estrangulado por alguien que tenía manos grandes y fuertes.

Lo arrojamos al mar, dentro de su hamaca cosida y con una bala de cañón dentro para hacer peso. Después de eso, hablé con muchos de los hombres, mirando sus manos e intentando saber quiénes eran sus enemigos. Las manos de casi todos eran más grandes que las mías y parecían más fuertes, pero no pude encontrar a nadie a quien no le gustara Ben. La mayoría de ellos no lo había conocido hasta que subió a bordo. Red Jack había sido su amigo. Big Ned y Mahu habían sido sus amigos también (no tan cercanos como Red Jack, pero eran amigos). Los tres dijeron que querían matar al que lo había matado y parecía que lo decían en serio.

Les dejé claro a todos que en mi barco luchar era una cosa y matar otra. Si ocurría pondría a los responsables en tierra con un alfanje cada uno. Aparte de eso, quería saber quién lo hizo y por qué. Todo el mundo estuvo de acuerdo, pero eso no me llevó a ninguna aparte. Alguien había matado a Ben. No habían sido ni Mahu ni Novia, y por supuesto tampoco yo. Excepto nosotros, podía ser cualquiera.

Después de hablar con casi todo el mundo y de no sacar nada en claro, me fui a mi camarote, cerré la puerta y recé. Novia estaba en cubierta dibujando y supuse que sabía que no quería que me molestaran.

Al principio, recé por el alma de Ben. Después por la mía. Le dije a Dios que sabía que era un pirata y que no era mejor que Ben. Cualquier castigo que me impusiera sería justo. Lo sabía y se lo dije. Quizá gritase y llorase y suplicase y chillase, pero nunca diría que lo que ha hecho no era justo. Prometí que no sería peor de lo que tenía que ser y le supliqué que me perdonara por todas las cosas malas que había hecho y que iba a hacer.

Ése fue el único momento en mi vida que oí la voz de Dios. Me contestó, no en mi cabeza, ni en mi corazón, ni en mi alma. Habló en alto y su voz era tan hermosa que no hay palabras para describirla. Lo que me dijo fue «Ámame, Chris, y todo lo demás vendrá dado».

Cuando salí a cubierta de nuevo, Todos estaban hablando del ruido que había oído. Aunque no había ni una nube, Novia dijo que había sido un trueno. Bouton dijo que no, que habían sido cañones. En aquel momento el Magdelena estaba a unos tres o cuatro kilómetros hacia el norte o noroeste. Él pensó que el barco había disparado su batería de babor. Les dije que sabía lo que era, que había sido para mí y que se olvidaran.

Antes de escribir acerca del galeón, hay otra cosa de la que debería hablar. De hecho, debería haberlo escrito antes. Sabe que cuando entregué a Estrellita al capitán Ojeda, encontré a Novia esperándome en mi camarote. Estaba oscuro, por supuesto, y ella estaba en la cama que había hecha en el suelo del camarote (en verdad es una cubierta), escondida debajo de la manta. Habíamos hecho el amor y no habíamos hablado mucho mientras lo hacíamos, sólo cosas como «Ahora» y «Hazlo otra vez».

Tampoco hablamos por la mañana. Los dos teníamos miedo de que alguno dijera algo que nos hiciera romper otra vez, así que estuvimos bastante callados. Cuando se vistió, se puso la camisa azul y los pantalones de marinero y temí que se fuera como antes.

No lo hizo. Pero después de eso, se vestía de hombre más a menudo que de mujer. Al principio, pensaba que lo hacía para poder irse en cualquier momento si había otra explosión, pero seguía haciéndolo después de zarpar. A veces llevaba sus vestidos. Con más frecuencia, simplemente vestía como todos los demás del barco.

En parte era por la talla, lo sé. Cuando nos conocimos por primera vez, me dijo que quería tener más curvas, ser femenina. Con nosotros no tenía que trabajar tan duro y comía mejor, en particular cuando estábamos en puerto. Algunos de los vestidos que ella y Azuka habían hecho ya no le servían en absoluto y el resto le quedaban ajustados.

Aparte de eso había algo más. Creo que lo sé, pero no estoy seguro de que lo pueda explicarlo bien. Cuando llevaba puestos los vestidos todo el tiempo y normalmente se quedaba en el diminuto camarote, no había sido realmente uno de nosotros. Cuando hice que se fuera y ella (con lo orgullosa que era, porque Novia fue siempre muy, muy orgullosa) dio la vuelta y regresó, había cambiado. Yo era un pirata, así que ella también lo sería. Justo cuando escapábamos del Santa Lucía, caí en la cuenta de algo que no había visto antes.

Bouton era primer oficial, pero Novia era en realidad la número dos del barco. Si uno de los cañonazos del Santa Lucía me hubiera matado, Novia habría sido capitana y Bouton su primer oficial. Páginas atrás escribí acerca de que había leído sobre aquellas mujeres que habían sido capitanas piratas. Eso sorprendería a mucha gente, pero no me había sorprendido a mí. Podría haber pasado en el Castillo Blanco.

Íbamos hacia el Canal de Jamaica con un viento que soplaba dirección sur-sudoeste, casi el único viento bueno que puedes conseguir en ese recorrido. Cuando rodeamos el cabo de Lady Marie, ahí estaba. No podría haber ceñido el viento para dirigirse directamente hacia nosotros, pero de todas formas tampoco quería hacerlo. Se dirigió al lugar al que íbamos a llegar, ciñéndose tanto como pudo con todas las velas desplegadas.

Cuando digo ahora que viramos por avante hacia el este, suena como si quisiera cometer un suicidio, lo sé. No era así y explicaré lo que estaba haciendo en un minuto. Mientras virábamos, le hice una señal a Rombeau en el Magdelena: «Nos separamos, nos encontramos en tortuga».

Acusó recibo y puso rumbo norte, que era lo que quería.

Esto es lo que estaba pensando. En primer lugar, al ir hacia el este iba directamente a por el galeón, como suena. Íbamos a pasar entre el galeón y la costa norte de la Península de Tiburón. Esto significaba que tenía que pasar seguro por delante de su costado. Pero el barco estaba bastante escorado y pude ver que no iba a sacar sus cañones. En segundo lugar, por lo que oí en Port Royal ese extremo de la isla era todavía francés. Me imaginaba que un galeón español no querría acercarse demasiado a la costa. En tercer lugar, con nosotros pegados a la costa, la distancia iba a ser grande. Y éramos rápidos.

Por todo eso, debería estar claro que me imaginaba que el galeón iría a por el Magdelena. Iba rumbo a por él ya, para empezar, y además el Magdelena era más grande. Cuando lo hiciera, me acercaría por detrás y me pondría en perpendicular delante de su popa. Eso significaría estar seguramente al alcance de los cañonazos de sus guardatimones. Serían de doce libras o algo así y probablemente habría dos (aunque podría haber cuatro). Pero mientras nos estuvieran disparando (probablemente un disparo desde cada cañón) nosotros estaríamos destrozando su popa con nuestra andanada. Si así no pudiéramos inutilizar el timón de dirección, sería porque no se había disparado lo suficiente y lo intentaríamos de nuevo.

He entrado en todos estos detalles porque todavía pienso que lo que hice fue lógico y una buena táctica. El problema fue que el capitán del galeón no compartía mi visión. Su barco cambió la vela mucho más rápido y con más destreza de lo que habría esperado de un barco de ese tamaño y vino a por nosotros. Lo que quería, por supuesto, era pasar por nuestro lado. Con treinta cañones por banda en su batería principal, habríamos saltado por los aires. Lo único que queríamos nosotros era escapar.

Éramos rápidos y eso era bueno. Pero después de un poco de velocidad y de ganar un poco de terreno al galeón, sobre todo, me di cuenta de que lo único que hacíamos era dirigirnos hacia la axila de La Española, donde la tierra hace un giro de horquilla para ir hacia el noroeste. Ahí era donde estaba Puerto Príncipe y seguramente habría baterías de costa. Si teníamos suerte, nos podrían proteger. Si no, probablemente nos hundirían.

Lo que parecía casi seguro era que una vez que estuviéramos bajo la protección de aquellas baterías de costa no saldríamos de nuevo hasta que nos dieran permiso, si alguna vez nos lo daban. Un buen soborno podría surtir efecto; uno que nos dejara tiesos.

Sin embargo, no tendríamos que hacer puerto. No a menos que quisiéramos. En vez de eso, podíamos girar hacia el norte e intentar deslizamos al lado del galeón. Me imaginé que tendríamos una posibilidad entre diez.

Arriba pude ver la isla de Gran Cayemite, el pequeño canal poco profundo entre ella y la costa y más allá una lengua de tierra que nos obligaría girar hacia el norte. Me pareció una gran oportunidad en ese momento y decidí aprovecharla. Si el galeón nos seguía hasta allí, tendría que quedarse atrás y cabía la posibilidad de que encallara. Eso es lo que esperaba que ocurriera. Si pasaba la Gran Cayemite por el norte, que es lo que hizo, tenía otro plan.

Los barcos no tienen frenos como mi querido y viejo trineo, pero hay formas de detenerse bastante rápido, y nosotros utilizamos dos de ellas. Tan pronto como perdimos de vista el galeón detrás de la Gran Cayemite, soltamos escotas, lo que hizo que las velas se desinflaran, y pusimos el timón de dirección con fuerza.

Creo que la mayoría de la tripulación pensó que me había vuelto loco, pero eso fue lo que hicimos.

Si el Castillo Blanco hubiera sido una lancha rápida con un gran motor, habría hecho un giro de ciento ochenta y habría salido por donde había entrado. Con el viento como estaba, no era posible. Tendríamos que virar por avante, dos pasos hacia delante y uno hacia atrás. Habría sido demasiado lento y de todas formas no había lugar para ello.

En lugar de eso navegamos hacia el este de nuevo, exactamente como habíamos estado haciendo antes, viramos por redondo y nos dirigimos hacia el norte para acercarnos por detrás del galeón mientras seguía alejado de la costa para salvar aquella lengua de tierra. Lo malo era que no fue la perfecta maniobra que había imaginado. Nos acercamos inclinados, de modo que nuestros cañonazos eran más de lado que de lleno y la distancia era de medio metro o así.

Tuvimos que elevar nuestros cañones tanto como pudimos y el resultado fue que de cinco cañonazos, acertamos tres y fallamos dos, y ni tocamos el timón de dirección del galeón. Nos lanzaron una andanada mientras nos dirigíamos al norte; pero para cuando el capitán le dio la vuelta para hacerlo, la distancia era mucho mayor. Si cualquiera de esos cañonazos llegara a donde estábamos, no llegarían muy cerca. Vimos muchas salpicaduras y supongo que ninguno nos alcanzó.

Lo estaba viendo por mi catalejo, buscaba los impactos, se lo puede imaginar. Bueno más que nada rezaba para que los hubiera. Vi tres, como acabo de decirle. También vi todo el dorado y tallado de la popa y era el Santa Lucía, el mismo galeón que había cruzado el Atlántico con nosotros cuando estaba en el Santa Charita.

Después de eso, fue una persecución en línea recta por la costa oeste de La Española. El Santa Lucía tenía un par de cañones de mira y los disparó. Diría que eran unos cañones largos de doce libras o similar. Cuando nuestro guardatimón disparó la primera vez, estaba tan ocupado intentando aumentar la velocidad que me había olvidado de ello prácticamente. Observé la proa del Santa Lucía por el catalejo cuando realizamos el siguiente cañonazo y el siguiente a ese y el primer impacto dio justo en la línea del agua. El siguiente dio en algún lugar del castillo de proa (vi cómo volaban las astillas).

Fue un cañoneo muy bueno, y sentí el deber de bajar y darle a la tripulación una palmadita en la espalda. Bajé, y adivine quién estaba apuntando el cañón y detonándolo.

Era Novia; fue entonces cuando me di cuenta de que si algo me pasaba a mí, ella sería la nueva capitana. Los hombres limpiaban el orificio del cañón, metían la nueva carga, la nueva bala y sacaban de nuevo el cañón. Ella orientaba el cañón y lo disparaba. Yo no veía dónde impactaba el cañonazo, pero vi que los hombres vitoreaban y oí que ella gritaba: «¡Así se hace, mis valientes!».

Cuando estaba limpiando el orificio del cañón para el siguiente disparo, salí del camarote y subí al alcázar otra vez. Ella estaba encargándose de todo ahí abajo tan bien como lo podría haber hecho yo o mejor. Cualquier cosa que yo pudiera decir o hacer tenía más posibilidades de dañar esa operación que de beneficiarla.

Es en estos momentos cuando tiene que haber un combate desesperado entre barcos: el Castillo Blanco lucharía cara a cara con el Santa Lucía y yo dirigiría hacia el galeón español un pequeño grupo de hombres desesperados desde nuestro puesto de hamburguesas flotante que se hundía. Tendría un cuchillo entre los dientes, pero gritaría algo emocionante de todas formas.

Bueno, perdón. Aquí escribo la verdad, y así no fue. Nosotros íbamos dirección norte hacia el Golfo de Gonâve con el galeón en persecución encarnizada. Habían perdido su bauprés y cuando uno de los cañonazos de Novia rompió la verga principal del palo de trinquete, los españoles se rindieron. Rombeau había estado navegando en círculos con la idea de acercarse por detrás de él, pero para cuando llegó el Magdelena todo había terminado.

Aquí debería decir algo sobre disparar cañones grandes en el mar. Es mucho peor que disparar contra ganado salvaje con un mosquete. En tierra, normalmente puedes estabilizar tu mosquete sobre un árbol o una roca o colocar el cañón en una vara en forma de horquilla que llevas contigo. No hay forma de estabilizar un cañón grande en el mar.

Lo que es casi igual de malo es que no puedes usar las miras cuando el cañón dispara. El impacto hacia atrás te mataría.

Esto es lo que tienes que hacer. Primero ver cuánto se balancea o cabecea el barco… la mayoría de las veces (Cada cierto tiempo una ola grande te engañará). Entonces apuntas el cañón. La mejor forma de apuntar es tener la base del mástil de tu enemigo en tu punto de mira cuando esté en el punto alto del balanceo o del cabeceo. Te pones a un lado y coges la cuerda mecha. Pones el extremo encendido en el fogón calculando el tiempo para que la boca esté tan alta como la altura que vaya a coger cuando el cañón se dispare. Llevará un cuarto de segundo o así que tu cañón dispare una vez que lo detones.

La suerte juega un papel importante. También la destreza, en especial cuando se refiere al conocer el balanceo y el cabeceo y el tiempo que pasa antes de que se dispare el cañón. Un disparo bastante malo puede salir con suerte. Ocurre de vez en cuando. Pero a largo plazo, un buen disparo gana a uno malo fácilmente.

Lo que hice fue recitar el Ave María, empezando en la parte baja del balanceo o del cabeceo y ver cuándo venía la cima, entonces detonaba el cañón una palabra antes de eso. No sé lo que hacía Novia. Sólo sé que a ella le funcionaba.