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Al día siguiente, Tancredi pasó por el bufete.
Entró en mi despacho, se sentó, me miró sin decir nada.
—¿Y bien?
—No sé si tienes suerte o todo lo contrario.
—¿Qué quieres decir?
—¿Sabes lo que es el archivo de los alojados?
—Sinceramente, no. ¿Debería saberlo?
—Es un archivo de la AED, la Agencia Europea de Defensa del Ministerio del Interior, en el cual se registran las pernoctaciones en hoteles y pensiones y los alquileres de viviendas. He hecho una pregunta con el nombre de nuestro amigo Macrì y, ¿a que no sabes lo que he encontrado?
—Estoy seguro de que estás a punto de decírmelo.
—Dando por sentado que el señor Macrì viaja mucho (hay un montón de introducciones a su nombre en el apartado alojados), he encontrado varias pernoctaciones suyas en hoteles de Bari. Antes y después de la detención de Paolicelli. Las siguientes a la detención no nos interesan demasiado. Las otras nos interesan más. Y dos de ellas, en particular, nos pueden interesar muchísimo.
—¿Por qué?
—Adivina quién pernoctó en el mismo hotel aquellas dos noches.
—Soy duro de mollera. ¿Quién?
—Luca Romanazzi. Es él (Romanazzi) quien durmió en aquel hotel la noche siguiente a la detención de Paolicelli.
Coño. No lo dije pero lo pensé ruidosamente.
—Esto sí que es una noticia.
—Por supuesto. Pero ahora tienes que encontrar la manera de utilizarla.
—¿En qué sentido?
—En el sentido de que no puedes decir que un inspector de policía amigo tuyo ha hecho en tu nombre una investigación en el archivo de la AED del Ministerio del Interior.
—Claro.
—Busca la manera de hacérselo decir a él cuando lo interrogues. Insinúa que has utilizado los servicios de un investigador privado que ha conseguido ver los registros de hotel. Invéntate lo que te parezca.
—Gracias, Carmelo.
Hizo una señal con la cabeza, como diciendo, de nada, pero no sé hasta qué extremo te servirá todo esto. Depositó en el escritorio los papeles que había sostenido en la mano hasta aquel momento.
—Memoriza lo que hay escrito y después tíralos. Técnicamente, serían un cuerpo de delito.