Estructura de la dinámica de las culturas humanas
Nuestro modelo de desarrollo no toma, como punto cero, a las culturas que pudieran determinarse en los «hombres primitivos». Una tradición antropológica muy constante, es cierto, niega propiamente la cultura a estos hombres primitivos, a los que conceptúa como «pueblos naturales» (una modulación del concepto ilustrado del «buen salvaje»); pero los avances de la Etología permiten afirmar hoy que no es posible admitir «hombres primitivos» sin alguna forma de cultura (y no ya sólo de cultura subjetiva) por cuanto la cultura se atribuye hoy ya ampliamente a sus congéneres primates. Por consiguiente, un modelo de desarrollo de las culturas humanas ha de comenzar no ya por las culturas homínidas, en general (como si en el análisis de tales culturas pudiera fundarse algún modelo de desarrollo ulterior), sino por las culturas humanas ya constituidas. Con esto no pretendemos insinuar la falta de sentido de las cuestiones de génesis (de la cultura humana a partir de las culturas homínidas o protohomínidas); afirmamos, eso sí, la imposibilidad lógica de encontrar en las culturas homínidas criterios suficientes para delinear un modelo de desarrollo, y por tanto la necesidad de partir, a este efecto, de una estructura cultural humana reconocida como tal (concretamente la estructura de una organización morfodinámica, normativa, que contiene el lenguaje articulado y en consecuencia incorpora materiales extrasomáticos y sociales de un modo esencialmente distinto del que son capaces las culturas de primates).
En cierto modo, podría acusársenos de petición de principio. Pero esta «acusación» podría tener un alcance meramente predicativo, es decir, no crítico; pues peticiones de principio similares son las propias del método analítico de los geómetras, que comienzan por presuponer resuelto el problema a fin de penetrar regresivamente en las líneas que intervienen en su resolución. Lo que importa es que la estructura presupuesta tenga virtualidad suficiente para disociarse y recomponerse en sus partes lógicas según un orden interno previsible. Por lo demás, la utilización del método analítico, con su petición de principio incluida (petición que toma la forma aquí de un «dialelo antropológico») no es en modo alguno algo nuevo: en el esqueleto del hombre -dice Marx- está dibujado el esqueleto del mono. Cuando Kant se decide a explorar las posibles formas de desarrollo del hombre también parte del hombre ya constituido (dentro del contexto en el que él lo trata): erguido, repartido en sexos, etc También Fichte, cuando establece su célebre fasificación de la historia humana (tan próxima «por escala» a la fasificación de Marx según los modos de producción) comienza por un estado final de la humanidad, a partir del cual (de su estructura) va regresando paulatinamente en grados sucesivos [w, ®-l, (® -1)-1, etc] hasta alcanzar un punto anterior a aquel en el cual la estructura se desvanecería, haciendo imposible el retorno o
progressus.