La Idea moderna (metafísica) de Cultura desborda sus acepciones subjetivas tradicionales, pero sin desprenderse de ellas

La idea de cultura objetiva -la «idea moderna» de cultura-, cuyo nacimiento y maduración intentamos reconstruir, aunque sea de un modo esquemático, no la consideraremos aquí como una mera acepción nueva que, siendo simplemente distinta de la acepción tradicional (la subjetual), hubiera sido agregada a la idea antigua, a la idea de cultura subjetiva. Por de pronto, si nada tuviese que ver con ésta, no quedaría explicada la razón en virtud de la cual se la designa por el mismo término, cultura, y no por otro (algunos intentos en este sentido no han prosperado; el más señalado, la propuesta de Frobenius, con su neologismo paideuma). En realidad, la nueva idea de cultura toma de la acepción tradicional (acaso de la acepción tradicional ya generalizada probablemente en España) el nombre, porque se apoya en ella, aunque no derive exclusivamente de ella ni pueda entenderse como una mera ampliación interna suya. En ningún caso se trata de una acepción acumulable pacíficamente o yuxtaponible a la acepción inicial (y podría servir como contraprueba el hecho de que para la mayor parte de los sociobiólogos o etólogos de nuestros días la cultura, en sentido objetivo, siga siendo tratada como una simple metonimia de la cultura en sentido subjetivo).

Es preciso comprender el peculiar proceso dialéctico que tiene lugar en la constitución de la idea de cultura, en sus dos modulaciones de cultura subjetiva (subjetual) y de cultura objetiva (objetual). Hablamos de una segunda modulación de la idea tal que, lejos de dejar inafectada a la acepción primera (que ha terminado siendo un concepto categorial-ecológico), lo modifica de tal modo que lo transforma en una modulación secundaria, siempre que la nueva idea de cultura la entendamos (según su modulación de «cultura morfodinámica» que presentaremos más tarde, cap. VII) como la esencial y la originaria, si no ya históricamente, sí desde el punto sistemático.

O, lo que es lo mismo, siempre que supongamos que la idea de cultura objetiva es la idea de cultura por antonomasia. Ella proyectará sobre el concepto de cultura subjetiva una luz tal que lo transformará en una modulación, en cierto modo oblicua, de la idea esencial. Lo que nos conduce a nuestro punto de partida: la acepción del término cultura en su sentido subjetual no tiene por qué considerarse originariamente en sí misma como una modulación de la idea de cultura. Es, más bien, un concepto categoriai, etològico o psicológico; y, de hecho, ese término podría ser sustituido por otros tales como educación, adiestramiento, domesticación, condicionamiento, aprendizaje, etc. Por tanto, si la acepción subjetual puede comenzar a ser considerada, incluso en los animales, como algo distinto del aprendizaje, de la domesticación o del condicionamiento, es en tanto que modulación de la idea de cultura establecida después de la constitución de la idea de cultura objetiva, y esto dicho sin perjuicio de que la primitiva (históricamente) acepción subjetiva haya desempeñado un papel decisivo en la propia constitución de la idea objetiva. Un semicírculo que gira sobre su diámetro genera un volumen esférico; pero sólo una vez que hemos alcanzado este volumen podremos considerar al semicírculo como un corte o sección de la esfera, y no, simplemente, como una figura dibujada en el plano.

La idea de cultura se conforma, por otra parte, en primer término, como idea de cultura sustancial (no accidental, en el sentido aristotélico), como una idea metafísica (retrospectivamente, por nuestra parte, consideraremos a esta idea como una hipóstasis de la idea de «cultura morfodinámica»). Caracteriza a la Idea metafísica de Cultura su contraposición a la Naturaleza, entendida como un mundo anterior a los hombres y en el cual los hombres no dejan de ser una especie más del orden de los primates. La Cultura también será ahora pensada como un mundo «envolvente» (no como un «espíritu interior» desarrollado una vez que el hombre apareció sobre la Tierra). La Cultura sustantiva es objetiva, ante todo, porque envuelve al individuo y a los individuos, que se supondrá nacen y se forman en cuanto personas en su seno. La cultura envuelve a los individuos a la manera como la lengua materna, anterior a ellos, también los envuelve, precediéndolos (el español es anterior a los españoles o hispanoamericanos que lo hablan como lengua primera); la lengua es una de las principales dimensiones del nuevo «Reino de la Cultura» } probablemente uno de los principales prototipos de la nueva idea. La idea metafísica de cultura nos remite precisamente a ese mundo envolvente que, sin confundirse con el mundo natural (geográfico, astronómico, etc), pretende, sin embargo, desempeñar el papel de «verdadera patria del hombre»; pues sólo a su través los hombres entran en la existencia como tales hombres, es decir, como personas que hablan, que ocupan un lugar social en la ciudad, que encuentran un orden moral o jurídico capaz de regular sus vidas y organizar una producción que permita subsistir a esos hombres y a sus hijos en su propia patria y no meramente en su vida animal. Por tanto, la cultura (que incluye los estilos diversos de la producción), al mismo tiempo que hace a los hombres, los hace diferentes de otros hombres con culturas diversas y los enfrenta, a veces hasta la muerte, con ellos. La idea metafísica de cultura comporta una visión «holística» de la cultura, es decir, la visión de cada cultura como una totalidad global sistematizada que se comparará muchas veces con un organismo viviente. La cultura objetiva, en su acepción metafísica, será presentada como una «interconexión espiritual de partes» que se comunican entre sí un mismo aliento (la arquitectura, la literatura, la música, las leyes, etc), transmitiéndose una misma «espiritualidad» (por la lengua, por las instituciones jurídicas, por la música, por la tecnología, por la religión y hasta por el modo de morir).

Se comprende por tanto que la Cultura, como idea metafísica objetiva, en tanto es opuesta a la «Naturaleza salvaje» (de la que forman parte los animales), implique connotaciones normativas y soteriológicas. Pues una cultura no será una vegetación que está ahí dada, como un simple hecho; es también un envolvente normativo para los individuos que forman parte de ella y que se oponen a los que viven en otras culturas. Es un envolvente que dice lo que los hombres deben hacer para mantener su ser o su identidad en el seno de la humanidad, y quiénes son aquéllos contra los que tienen que enfrentarse para salvarse. En este sentido la cultura es soteriológica. La cultura, en efecto, está pensada como una realidad que eleva a los hombres sobre su condición de animales, los salva de la condición de animales naturales y los exalta a la condición de habitantes de un reino más valioso, el Reino del Hombre en cuanto realización del Reino del Espíritu. Reino (o Reinos) en donde florece el arte, el conocimiento superior, la religión, la libertad. En cuanto súbditos de estos Reinos, los hombres, que han salido sin duda de la Naturaleza, pueden llegar a controlarla, ajustarla a su medida, a «humanizarla» y, hasta cierto punto, a reabsorberla en sus propias mallas. Se llegará a decir que la Naturaleza podrá llegar a tomar «conciencia de sí misma» a través de la Cultura humana. Porque si el «cosmos» llega a ser consciente de sí mismo en el «microcosmos», ¿qué otra cosa es el «microcosmos» sino el hombre en cuanto envuelto por la cultura?

Es esta idea metafísica de la cultura la que consideramos como la modulación más representativa, aunque no la única, del «mito de la cultura». Una representación que ha tenido lugar en un escenario filosófico, es decir, en un lugar en el que los mitos suelen manifestarse (o disfrazarse) bajo la forma de Ideas filosóficas tales como «Naturaleza», «Hombre», «Libertad», «Espíritu», etc Un escenario para el cual escribieron sus libretos las principales figuras de la filosofía alemana, desde Herder y Hegel hasta Cassirer o Spengler. Sin duda, también han escrito para ese escenario autores no alemanes -Ortega, entre los españoles-. Pero los papeles siguen estando inspirados en los libretos alemanes.

El mito de la cultura
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