El desarrollo de la Idea metafísica de Cultura en el sistema de Hegel
Un proceso dialéctico muy semejante al que hemos creído poder constatar a propósito de Herder y de Fichte es posible advertir también en Hegel. Me refiero al proceso de transición de la idea de cultura desde su momento subjetivo hasta su momento objetivo, dotado de capacidad de reabsorber a aquél; si bien, ahora, el momento subjetivo (la cultura, como cultura subjetiva) se nos muestra, ya en su origen, conceptualizado en un marco supraindividual, envolvente, y propiamente praeterhumano. Pues es el mismo momento subjetivo de la cultura el que se nos da ahora en función del «Espíritu objetivo», que es la idea hegeliana más próxima a la idea de cultura objetiva y que, en alguna ocasión, se determinará explícitamente por Hegel como «cultura de una nación». He aquí, ante todo, cómo queda «transfigurado» el concepto de la cultura animi de Cicerón en la Filosofía del Derecho de Hegel (§187, R): «Como ciudadanos del Estado, los individuos son personas privadas que actúan por su propio interés; y como este interés es obtenido a través de lo universal, que aparece así como un medio, el interés de la idea no se explícita en la conciencia de los individuos miembros de la sociedad civil. Aquí, el interés de la idea, que no es enteramente consciente en los individuos, es el proceso que eleva su individualidad natural a la libertad formal y a la universalidad formal del saber y la libertad, a la vez por la necesidad natural y por lo arbitrario de las necesidades y que da una cultura a la subjetividadparticular» [subrayado nuestro].
Por la cultura, la sustancia se hace sujeto, espíritu libre; el espíritu objetivo llegará a determinarse como espíritu absoluto (arte, religión, saber). Hegel observa que sólo quienes, como Rousseau, suponen un estado de naturaleza, un estado de inocencia primitiva de las costumbres, pueden llegar a ver a la cultura como exterior, postiza, incluso corruptora. Pero un tal estado de naturaleza es fantástico. En realidad, según Hegel, es un estado de privación, salvajismo y opresión. Hegel llega a decir que «La cultura [en su momento subjetivo] es la liberación y el trabajo de liberación superior, el punto de transición hacia la sustancialidad infinita subjetiva…, y este punto de vista nos muestra el valor infinito de la cultura como momento inmanente del espíritu». La cultura subjetiva es posible, por tanto, tan sólo en el contexto del Espíritu objetivo (de la familia, del Estado y, sobre todo, de la Sittlichkeit); una idea cuya abstracción cuasimetaíísica se nos concreta vertiginosamente en la Filosofía de la Historia (Introducción II, Determinación próxima del principio de la Historia universal) hasta casi tomar las proporciones características del concepto de cultura objetiva tal como será utilizado por los «antropólogos científicos» de la época positivista (que, por cierto, se olvidarán tenazmente, una y otra vez, de Hegel en el momento de mirar hacia sus precursores). «Lo universal, que en el Estado se destaca y se hace consciente, la forma bajo la cual todo lo que existe queda puesto, es aquello que, de un modo general, constituye la cultura de una nación. Pero el contenido determinado que recibe la forma de la generalidad y se halla en la realidad concreta que es el Estado, es el espíritu mismo del pueblo.»
Por último, recordaremos la manera dialéctica, muy explícita, según la cual Hegel entendió la relación entre los diversos círculos o esferas de culturas objetivas. En cada época, sólo una de entre las culturas existentes es la verdaderamente universal; la guerra es, por otra parte, la única relación posible entre los estados soberanos, el juicio de Dios sobre la Tierra. Precisamente la Filosofía de la Historia de Hegel (podría decirse) tiene como objetivo mostrar el curso según el cual han tenido lugar los relevos de los pueblos (de las culturas) que portan la antorcha de la universalidad, para sugerir, en particular, que a la sazón le había llegado la hora a Alemania.