PROSIGUE LA CONCLUSIÓN.

Caída de las monarquías.— Desfallecimiento de la sociedad y progreso del individuo.

LA Europa, en tiempo de nuestra monarquía de ocho siglos, tuvo en Francia el centro de su inteligencia, de su perpetuidad y de su reposo; privada empero de esta monarquía, la Europa se inclinó inmediatamente a la democracia. El género humano, por su dicha o por su desgracia, se halla en una situación ambigua; los príncipes han tenido la guardia noble, y las naciones, entradas ya en su mayoría, pretenden no necesitar ya de tutores. Desde David hasta nuestros tiempos, los reyes han sido llamados; empieza, pues, la vocación de los pueblos.

Las cortas y pequeñas excepciones de las repúblicas griegas, cartaginesa y romana con esclavitud, no impedían en la antigüedad que el estado monárquico fuese el estado normal en todo el globo. Toda la sociedad moderna, desde que no existe la bandera de los reyes franceses, abandona la monarquía. Dios, para acelerar la degradación del poder real, ha entregado los cetros en diferentes países, a reyes inválidos, a niñas en mantillas o en vísperas de su casamiento; y estos leones sin quijadas, estas leonas sin uñas, estas débiles niñas de pecho o distraídas en sus amores, son quienes deben guiar a hombres formados en esta era de incredulidad.

Los principios más atrevidos son proclamados a la faz de los monarcas, que se creen aun seguros detrás de la triple fila de una guardia sospechosa. La democracia les escala, y sube de piso en piso desde el cuarto bajo hasta el tejado de sus palacios, de donde se arrojarán al fin a nado por las buhardillas.

Advertid en medio de esto una contradicción fenomenal: el estado material se mejora, el progreso intelectual se desarrolla cada vez mas, y las naciones en vez de adelantar atrasan: ¿de dónde dimana esta contradicción?

Proviene de que hemos perdido en el orden moral. En todos tiempos ha habido crímenes, pero no se perpetraban a sangre fría como sucede en nuestra época, por efecto de la pérdida del sentimiento religioso; actualmente no alarman, pues solo parecen una consecuencia de la marcha del tiempo: si antes se les juzgaba de distinta manera, esto consiste, como en general se asegura, en que no estábamos bastante adelantados en el conocimiento del hombre; en la actualidad se les analiza y somete al crisol para ver qué utilidad puede reportarse de ellos, a la manera que la química encuentra ingredientes en los muladares. Las corrupciones del espíritu, mucho más destructoras que las de los sentidos, se aceptan como resultados necesarios; no pertenecen ya a algunos individuos perversos sino que han caído en el dominio público. Se creerían humillados semejantes hombres si se les probase que tienen un alma, y que después de esta vida hallarán otra; se juzgarían faltos de firmeza, de fuerza y de genio, si no se hiciesen superiores a la pusilanimidad de nuestros padres; adoptan la nada, o si se quiere la duda, como un hecho acaso desagradable, pero como una verdad que no puede negarse. ¡Admirad la estupidez de nuestro orgullo!

He aquí como se explica el desfallecimiento de la sociedad y el progreso del individuo. Si el sentido moral se desarrollase en razón directa del progreso de la inteligencia habría un contrapeso y la humanidad avanzaría sin peligro alguno; pero desgraciadamente sucede todo lo contrario: la percepción del bien y del mal se oscurece a medida que la inteligencia se ilumina, y la conciencia se contrae a medida que las ideas se ensanchan. Sí, la sociedad perecerá; la libertad que podía salvar al mundo no marchará porque no se apoya en la religión; el orden que podía mantener la regularidad, no se establecerá sólidamente porque lo combate la anarquía de las ideas.

La púrpura que comunicaba en otros tiempos el poder servirá tan solo en lo sucesivo de cubierta a la desgracia; no se salvará sino aquel que, como Jesucristo, haya nacido sobre la paja. Cuando los monarcas fueron desenterrados en San Dionisio en el momento que la trompeta comunicó la resurrección popular; cuando exhumados de sus destrozados sepulcros esperaban la sepultura plebeya, los traperos acudieron a este último juicio de los siglos: examinaron a la luz de sus faroles en la noche eterna y registraron los restos que se libraron de la primera rapiña. Los reyes no existían ya; pero el poder real subsistía allí aun; los traperos le arrancaron de las entrañas del tiempo, y lo arrojaron al cesto de los harapos.

Memorias de ultratumba Tomo V
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002_split_000.xhtml
sec_0002_split_001.xhtml
sec_0002_split_002.xhtml
sec_0002_split_003.xhtml
sec_0002_split_004.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007_split_000.xhtml
sec_0007_split_001.xhtml
sec_0007_split_002.xhtml
sec_0007_split_003.xhtml
sec_0007_split_004.xhtml
sec_0007_split_005.xhtml
sec_0007_split_006.xhtml
sec_0007_split_007.xhtml
sec_0007_split_008.xhtml
sec_0008_split_000.xhtml
sec_0008_split_001.xhtml
sec_0008_split_002.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010_split_000.xhtml
sec_0010_split_001.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015_split_000.xhtml
sec_0015_split_001.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml