EPISODIOS.
Descripción de Praga—Thycho-Brahe.—Perdita.
PRAGA, 28 y 29, mayo de 1833.
El martes 28 de mayo, no teniendo efecto la lección de historia a que debía asistir a las once, me hallé en libertad de recorrer, o más bien de ver de nuevo la ciudad que ya había visto, yendo y viniendo de un lado a otro.
No sé por qué me había figurado que Praga estaba metida en un hueco de montañas, que esparcían sus negras sombras sobre un grupo de casas a modo de calderas: Praga es una ciudad risueña, en que sobresalen de veinte y cinco a treinta torres y campanarios elegantes: su arquitectura recuerda una ciudad del renacimiento. La larga dominación de los emperadores sobre los países cisalpinos pobló la Alemania de artistas de estos países: las aldeas austríacas son aldeas de la Lombardía, de la Toscana o de la tierra firme de Venecia: creeríase uno en casa de algún aldeano italiano si en las haciendas de salones desnudos no reemplazase un poeta al sol.
La vista de que se goza desde las ventanas del palacio es agradable; por un lado se ven los vergeles de un fresco valle, de verde pendiente, cercado por las murallas dentadas de la ciudad, que bajan hasta el Moldava, a la manera que los muros de Roma bajan del Vaticano al Tíber: por otro lado se descubre la ciudad cruzada por el ríos, el cual se embellece con una isla situada en la parte superior, y abraza por la inferior otra isla, separándose del barrio del Norte. El Moldava desemboca en el Elba. Un barco que me tomase en el puente de Praga, pudiera desembarcarme en el puente Real de París. Yo no soy la obra de los siglos ni de los reyes, no tengo el peso ni la duración del obelisco que el Nilo envía ahora al Sena: para remolcar mi galera bastaría el cinturón del Vístula y del Tíber.
El puente del Moldava, construido de madera en 795 por Mnata, fue en diferentes épocas reedificado en piedra. Mientras que medía yo con mis pasos aquel puente, caminaba Carlos X por la era: llevaba un paraguas debajo del brazo, y le acompañaba su hijo como un cicerone de alquiler. Había yo dicho en El Conservador que se asomaría uno a la ventana para ver pasar a la monarquía: yo la estaba viendo pasar sobre el puente de Praga.
En las construcciones de que está formado Hradschin, se ven salones históricos, museos entapizados con los retratos restaurados, y las limpias armas los duques y los reyes de Bohemia. No lejos de las masas informes se destaca sobre el cielo un lindo edificio adornado con uno de los elegantes pórticos del cinquecento: esta arquitectura tiene el inconveniente de no estar en armonía con el clima. ¡Si se pudiese al menos, durante los inviernos de Bohemia, poner estos palacios en invernadero con sus palmeras! No podía apartar de mí la idea del frio que debía tener por las noches.
Praga, sitiada muchas veces, tomada y reconquistada, nos es conocida militarmente por la batalla de su nombre, y por la retirada en que se halló Vaswenargues. Los baluartes de la ciudad se hallan demolidos. Los fosos del palacio por el lado de la llanura, forman un estrecho y profundo barranco, poblado hoy de álamos. En la época de la guerra de los treinta años esos fosos estaban llenos de agua. Habiendo penetrado los protestantes en el palacio el 23 de mayo de 1628, arrojaron por la ventana a dos señores católicos con el secretario de Estado: los tres se salvaron. El secretario, como hombre bien nacido, pidió perdón a uno de los señores por haber caído sobre él. En este mes de mayo de 1833 no se gastan los mismos cumplimientos: no sé muy bien lo que yo hubiera dicho en semejante caso, y eso que he sido secretario de Estado.
Tycho-Brahé murió en Praga: ¿querría alguien por toda su ciencia tener como él una nariz postiza de cera o de plata? Tycho se consolaba en Bohemia, como Carlos X, contemplando el cielo: el astrónomo admiraba la obra; el rey adora al obrero. La estrella que apareció en 1572 (extinguida en 1574), y que pasó sucesivamente del blanco brillante al amarillo encendido de Marte, y al blanco plomizo de Saturno, ofreció a las observaciones de Tycho el espectáculo del incendio de un mundo. ¿Qué es la revolución cuyo soplo ha empujado al hermano de Luis XVI a la tumba del Newton danés, comparada con la destrucción de un globo consumada en menos de dos años? El general Moreau vino a Praga a concertar con el emperador de Rusia, una restauración que aquel no debía ver.
Si Praga estuviese a orillas del mar, no habría cosa más encantadora: Así es que Shakespeare toca a la Bohemia con su varita, y hace de ella un país marítimo.
«¿Estás seguro, dice Antígono a un marinero en el Cuento de invierno, de que nuestro buque ha tocado en los desiertos de Bohemia?
Antígono baja a tierra encargado de exponer a una niña, a la cual dirige estas palabras:
«¡Flor! prospera aquí... La tempestad principia... Trazas tiene de ser mecida bien ásperamente.»
¿No parece que Shakespeare ha contado de antemano la historia de la princesa Luisa, de esa joven flor, de esa nueva Perdita, trasportada a los desiertos de Bohemia: