Montagne visitó al Tasso reducido a este estreno de desgracias, y no le manifestó compasión alguna. En la misma época, Camoens terminaba su vida en un hospicio de Lisboa: ¿quién le consolaba muriendo en un miserable lecho? Los versos del prisionero de Ferrara. El autor cautivo de La Jerusalén, admirando al autor pordiosero de Las Luisiadas, Decía a Vasco de Gama. «Regocíjate de ser cantado por el poeta que tanto desplegó su vuelo glorioso, que tus veleras naves no le alcanzarán:
Tant'oltre stende il glorioso volo
Che i tuoi spalmatti legni andar men lungo.»
De esta manera resonaba la voz del Eridano en las orillas del Tajo; así a través de los mares se felicitaban de un hospital a otro para oprobio de la especie humana, dos ilustres perseguidos del mismo talento y del mismo destino.
¡Cuántos reyes, grandes y necios, hoy reunido en el olvido, creyéndose al fin del siglo XVI personajes dignos de memoria, ignoraban hasta los nombres del Tasso y de Camoens! «En 1751 se leyó por primera vez el nombre de Washington en la narración de un oscuro combate empeñado en los bosques entre una tropa de franceses, ingleses y salvajes: ¿qué dependiente de Versalles, o qué proveedor del Parque de los Ciervos, qué cortesano, sobre todo, o académico, hubiera querido cambiar su nombre en esta época por el de aquel plantador americano? 15»
Ferrara, 18 de septiembre de 1833.
La envidia se había apresurado a esparcir su veneno sobre las llagas abiertas. La academia de la Crusca declaró: «Que la Jerusalén libertada era una pesada fría recopilación, de un estilo oscuro y desigual, licua de versos ridículos, de palabras atroces, no supliendo con ninguna belleza sus innumerables defectos.» El fanatismo en favor del Ariosto había dictado este fallo: pero el grito de la admiración popular ahogó las blasfemias académicas, y no le fue posible al duque Alfonso prolongar la cautividad de un hombre que no tenía más delito que el de haberle cantado. El papa reclamó la libertad del honor de la Italia.
Fuera de la prisión el Tasso no fue ya feliz. Leonor había muerto. Viajó errante de ciudad en ciudad acompañado de sus pesares. En Loreto, próximo a morir de hambre, se vio en el duro trance, dice uno de sus biógrafos, «de alargar como mendigo la mano que había construido el palacio de Armida.» En Nápoles experimentó algunos dulces sentimientos de patria. «He aquí, decía, los lugares de donde salí niño. Después de tantos años vuelvo encanecido y enfermo a mi playa natal.»
E donde...
Partii fauciullo, or dopo tanti lustri
Torno...
Canuto ed egro alle native sponde.
Prefirió a suntuosas habitaciónes una celda en el convento de Montoliveto. En un viaje que hizo a Roma, y habiéndole acometido la fiebre, un hospital fue otra vez su refugio.
De Roma y de Florencia volvió a Nápoles quejándose de sus males en su poema inmortal que retocó y echó a perder. Empezó sus cantos delle sette giornate del mondo creato, asunto tratado por Du Bartas. El Tasso hace salir a Eva del seno de Adán, mientras que Dios adormecía con apacible sueño los miembros de nuestro primer padre.
Ed irrigó di placida quiete
Tutte le membra al sonnachioso.....
El poeta suavizó la imagen bíblica, y en las dulces creaciones de su lira, la mujer no es sino el primer ensueño del hombre. El sentimiento de dejar sin concluir un trabajo piadoso que miraba como un himno expiatorio, determino al Tasso moribundo a destruir sus cantos profanos.
Menos respetado de la sociedad que de los ladrones, el poeta recibió de Marco Sciarra, famoso jefe de condottieri, la oferta de una escolta para conducirle a Roma. Presentado en el Vaticano, el papa le dirigió estas palabras: «Torcuato, vos honraréis esta corona que honró a los que la han llevado antes que vos.» Elogio que la posteridad ha confirmado. El Tasso contestaba a los elogios repitiendo este verso de Séneca:
Magnifica verba mors prope admota excutit