PROSIGUE LA CONCLUSIÓN.
Desigualdad de las fortunas.— Peligros de la expansión de la naturaleza inteligente y de la naturaleza material.
¿EN qué época desaparecerá la sociedad? ¿qué accidentes podrán suspender su movimiento? En Roma, el reinado del hombre sustituyó al reinado de la ley, se pasó de la república al imperio: nuestra revolución se consuma en sentido contrario; nos inclinamos a pasar de la monarquía a la república, o para especificar ninguna forma a la democracia; pero esto no se realizará sin grandes dificultades.
Para citar únicamente un punto entre mil, ¿la propiedad, por ejemplo, quedará distribuido cual hoy lo está? La monarquía que nació en Reims habrá podido hacer marchar esa propiedad, templando su rigor por medio de las leyes morales, lo mismo que había cambiado la humanidad en caridad. Un estado político, donde hay individuos que cuentan con millones de renta mientras que otros individuos perecen, ¿puede subsistir cuando la religión no esté allí con sus esperanzas fuera de este mundo para explicar el sacrificio? Hay niños a quienes sus madres amamantan a sus pechos secos, a falta de un bocado de pan para alimentar a sus moribundos hijos; hay familias cuyos miembros se ven reducidos a hacinarse juntos durante la noche por falta de abrigo para calentarse. Aquel ve madurar sus dilatados campos, mientras éste no posee sino los seis pies de tierra prestados a su sepultura por su país natal. Ahora bien; ¿cuántas espigas de trigo pueden prestar a un difunto seis pies de tierra?
A medida que la instrucción desciende a las clases inferiores, estas descubren la llaga secreta que roe el orden social y religioso. La excesiva desproporción de las condiciones y de las fortunas ha podido soportarse en tanto que ha estado oculta; mas no bien esta desproporción ha sido generalmente conocida, se ha dado el golpe mortal. Recomponed, si podéis, las ficciones aristocráticas, tratad de persuadir al pobre cuando sepa leer, y ya no creerá cuando posea la misma instrucción que vosotros; tratad, repito, de persuadirle de que debe someterse a todas las privaciones, en tanto que su vecino posee mil veces lo superfluo: en último recurso os será preciso matarle.
Cuando el vapor se haya perfeccionado, cuando unido al telégrafo y a los caminos de hierro haya hecho desaparecer las distancias, no serán ya solamente las mercancías las que viajarán, sino también las ideas conducidas sobre sus alas. Cuando las fronteras políticas e industriales hayan dejado de existir entre los diversos estados, como ya sucede respecto de las provincias de un mismo estado; cuando los diferentes países, en sus diarias relaciones, tiendan a la unidad de los pueblos ¿cómo resucitareis el antiguo régimen de separación?
La sociedad, por otra parte, no se ve menos amenazada por la expansión de la inteligencia de lo que lo está por el desarrollo de la naturaleza bruta. Suponed los brazos condenados al ocio, en razón de la multitud y de la variedad de las máquinas; admitid que un mercenario único y general, la materia, reemplace a los mercenarios del suelo o de la domesticidad, ¿qué haréis del género humano desocupado? ¿qué de las pasiones ociosas al mismo tiempo que de la inteligencia? El vigor corporal se sostiene por medio de la ocupación física; cesando el trabajo, la fuerza desaparece; seríamos en tal caso semejantes a esas naciones de Asia, presas del primer invasor, y que no pueden defenderse contra una mano que maneja el hierro. Así la libertad no se conserva sino por el trabajo; porque el trabajo produce la fuerza: retirad la maldición pronunciada contra los hijos de Adán, y morirán en la esclavitud. In sudore vultus tui, vesceris pane. La maldición divina entra, pues, en el misterio de nuestra suerte; el hombre no es tanto el esclavo de sus sudores como de sus pensamientos: he aquí como después de haber recorrido la sociedad, después de haber pasado por sus diferentes civilizaciones, y después de haber supuesto en ella perfecciones desconocidas, nos hallamos en el punto de partida en presencia de las verdades de la Escritura.