INCIDENCIAS.
Manantiales.— Aguas minerales.— Recuerdos históricos.
CARLSBAD 1° de junio de 1833.
Como francés, no encontré en Carlsbad más que recuerdos penosos. Esta ciudad toma su nombre de Carlos IV, rey de Bohemia, que fue a curarse allí tres heridas recibidas en Crecy batiéndose al lado de su padre Juan. Lobkowitz pretende que Juan fue muerto por un escocés, circunstancia ignorada de los historiadores.
Sed cum Gallorum fines et amica luetur
Arru, Caledonia cuspide fossus obit.
«Mientras que defiende los confines de las Galias y los amigos campos, muere atravesado por una lanza calcedonense.»
El poeta no habría puesto Caledonia por la cantidad. En 1346 Eduardo se hallaba en guerra con Roberto Bruce, y los escoceses eran aliados de Felipe.
La muerte de Juan de Bohemia, el Ciego, en Crecy, es una de las aventuras más heroicas y patéticas de la caballería. Juan quería socorrer a su hijo Carlos, y dijo a sus compañeros: «Señores, vosotros sois mis amigos: os requiero que me conduzcáis a donde pueda dar una estocada con mi espada: y contestaron que lo harían con mucho gusto. El rey de Bohemia se metió tanto entre sus enemigos que consiguió dar muchas cuchilladas, y combatió vigorosamente: otro tanto hicieron los de su comitiva, y con tan gran encarnizamiento persiguieron a los ingleses, que todos quedaron en el campo de batalla, y al día siguiente fueron encontrados en derredor de su señor los caballos atados unos con otros.»
No se sabe que Juan de Bohemia fue enterrado en Montargis, en la iglesia de dominicos, y que se leía sobre su sepulcro este resto de inscripción ya borrada: «Murió a la cabeza de su gente, recomendándola a Dios padre. Rogad a Dios por este buen rey.»
Sirva este recuerdo de un francés para espiar la ingratitud de la Francia, cuando en los días de nuestras calamidades asombramos al cielo con nuestros sacrilegios, y arrojamos de su tumba a un príncipe que moría por nosotros en los días de nuestras antiguas desgracias.
Las crónicas de Carlsbad refieren que Carlos IV, hijo del rey Juan, hallándose de caza, uno de los perros que seguía a un ciervo cayó desde lo alto de una colina en un estanque de agua caliente. Sus ladridos hicieron acudir a los cazadores, que descubrieron la fuente de Sprudel. Un cerdo que se escaldó en las aguas de Toeplitz, se las dio a conocer a los pastores.
Tales son las tradiciones germánicas. Yo he pasado por Corinto: las ruinas del templo de las Cortesanas se hallaban diseminadas sobre las cenizas de Glycera; pero la fuente Pirene, que nació de las lágrimas de una ninfa, corría todavía entre los laureles por donde en tiempo de las Musas volaba el caballo Pegaso. Las olas de un puerto sin buques bañaba las columnas caídas, cuyos capiteles estaban dentro del mar como la cabeza de las jóvenes ahogadas tendidas sobre la arena; el mirto había brotado en su cabellera, y reemplazaba a la hoja de acanto: he aquí las tradiciones de la Grecia.
En Carlsbad se cuentan ocho fuentes: la más célebre es la Sprudel, descubierta por el sabueso. Esta fuente sale de la tierra entre la iglesia y el Téple, con un ruido cóncavo y un vapor blanco: salta irregularmente hasta la altura de seis o siete pies: Solo los manantiales de la Islandia son superiores a la Sprudel; pero nadie va a buscar la salud en los desiertos del Hecla, en donde se acaba la vida, y el día de estío no tiene ni Occidente ni aurora, y en donde la noche del invierno, renaciendo de la misma noche, carece de alba y de crepúsculo.
El agua de la Sprudel cuece los huevos y sirve para fregar los platos: este fenómeno sorprendente ha sido utilizado por las criadas de Carlsbad: imagen del talento que se degrada, prestando su poderío a obras viles.
Alejandro Dumas ha hecho una traducción libre de la oda latina de Lobkowitz, sobre la Sprudel:
Fons beliconianum, etc.
Fuente consagrada a los himnos del poeta, ¿cuál es el foco de la secreto calor? ¿De dónde proviene tu lecho abrasador con el azufre y la cal? Las llamaradas que el Etna ha dejado de arrojar hasta las nubes, se abren hasta ti caminos subterráneos. ¡En dónde, vecina de la Estigia, haces hervir tus aguas?
Carlsbad es por lo común el punto de reunión de los soberanos: allí deberían curarse bien de la corona, por ellos y por nosotros.
Todos los días se publica una lista de los que visitan el Sprudel: en las más antiguas se leen los nombres de los poetas y literatos más ilustres del Norte: Gurowsky, Dunker, Weisse, Herder y Goethe: hubiera querido hallar allí también el de Schiller, objeto de mi preferencia. En la lista del día y entre la multitud de personas oscuras que llegan continuamente se veía el nombre de la condesa de Marne.
En 1830, y en el mismo momento de la caída de la familia real en Saint-Cloud, la viuda e hijas de Cristóbal tomaban las aguas de Carlsbad. SS. MM. haitianas se retiraron a Toscana, al lado de las majestades napoleónicas. La hija más joven del rey Cristóbal, muy instruida y bonita, murió en Pisa. Su belleza de ébano descansa en libertad bajo los pórticos del campo santo, lejos del campo de las cañas, a cuya sombra había nacido esclava.
En 1826 se vio en Carlsbad una inglesa de Calcuta que había pasado desde la higuera baniana al olivo de Bohemia, y desde el sol del Ganges al del Téple: se iba extinguiendo como un rayo del cielo de la India, extraviado entre el frío y la noche. El espectáculo de los cementerios en los sitios consagrados a la salud, es muy melancólico: allí duermen jóvenes extrañas unas a otras: sobre su sepulcro se hallan grabados el número de sus días, y la indicación de su patria: le parece a uno que recorre un invernadero en donde se cultivan flores de todos los climas, cuyos nombres se hallan escritos en unos rótulos colocados al pie de ellas.
La ley indígena ha prevenido las necesidades de la muerte exótica: previniendo el fallecimiento de los viajeros lejos de su país, ha permitido de antemano las exhumaciones. Yo hubiera, pues, podido dormir en el cementerio de San Andrés una decena de años, y nada habría puesto trabas a las disposiciones testamentarias de estas Memorias. ¡Si la señora delfina muriese aquí, las leyes francesas permitirían que regresasen sus cenizas! Este seria un punto delicado de controversia entre los sorboniqueros de la doctrina, y los casuistas de proscripción.
Las aguas de Carlsbad, según aseguran, son buenas para el hígado y malas para los dientes. En cuanto al hígado no sé nada; pero he visto muchas personas sin dientes en Carlsbad: los años más bien quizá que las aguas serán la causa: el tiempo que todo lo devora, hace caer también los dientes.
¿No os parece que vuelvo a comenzar la obra maestra de un desconocido? Una palabra me conduce a otra: desde Islandia paso a las Indias.
He ahí los Apeninos, he ahí el Cáucaso.
Y sin embargo todavía no he salido del valle del Téple.