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Cintia no tardó en elaborar una estrategia, recalcando todo aquello que ya me había explicado con anterioridad. “Independientemente de los orígenes de la inestabilidad mental del psicópata, existen dos hechos claves en su desarrollo”, me decía. “El primero es el desencadenante, que, por lo general, es una acción cercana a su entorno. El segundo es la justificación, sus esquemas mentales siguen una pauta lógica que, para él, ha reemplazado cualquier código moral que sería aceptable por la sociedad”.

Aún no era el momento de decírselo pero yo ya me había hecho una idea clara acerca de la justificación que motivaba sus crímenes.

“Sobre todo debes ser consciente de que un asesino en serie no se considera a sí mismo como loco, ni que padece ninguna enfermedad. En realidad no está peor que el resto de nosotros, todos, en algún momento, hemos sentido deseos de matar a alguien, de destruir algo, de dar rienda suelta a la lujuria, pero tenemos unos mecanismos emocionales que nos impiden efectuarlos. En el psicópata este fusible de seguridad ha dejado de funcionar, lo que le ha liberado del sentimiento de culpa y le hace sentirse bien, con un poder absoluto sobre la vida y la muerte. Es emocionalmente libre y socialmente omnipotente. Ambas cosas son algo a lo que todos, de vez en cuando, aspiramos pero que, gracias a Dios, somos incapaces de conseguir.

Por otra parte, y por suerte para nosotros, son exhibicionistas, quieren que conozcamos y temamos su fuerza, de ahí las diferentes y macabras puestas en escena que nos ayudan a capturarles. Un asesino en serie humilde sería casi imposible de capturar. Lo que no quiere decir que sean estúpidos, sino todo lo contrario, desean que admiremos su poder y reconozcamos su inteligencia”.