16.
Mientras el viejo sastre judío le daba los últimos retoques al traje, lo planchaba y finalmente lo metía en una maleta de tela para que no se arrugase, o al menos eso dijo, yo volví a ponerme mi vestimenta habitual y me acerqué a Vicente para pedirle más detalles del segundo asesinato.
“Ya no tiene nada que ver contigo”, me contestó.
No le pregunté cómo se había enterado de que yo había sido relevado de esa investigación.
“Eso lo decidiré yo”, le dije.
“Concéntrate en tu misión en Marbella. Es más importante”.
“Sólo podré hacerlo si me despreocupo totalmente de esos crímenes. Eso lo conseguiré cuando me quede tranquilo y para que así sea tengo que saber cómo va la investigación de Pepe Manzano”.
“Lo cierto es que aún no ha llegado ninguna información más detallada. Le hemos pasado las fotos, los datos y las conclusiones a los que llegasteis tú y la senescala. Estamos esperando a que se ponga en contacto con nosotros”.
“Dile que hable con Cintia”.
“No piensas que ella quería mantenerse al margen de todo esto”, dijo Vicente, haciendo aparente su debilidad por Cintia.
“Ya es demasiado tarde”.
“Y yo que pensaba que la querías”. Sus palabras dejaban entrever una mezcla de decepción y tristeza por ella, o tal vez por mí.
“Lo que quiero es que capturemos al hijo de puta ese antes de que vuelva a descuartizar a alguien más”.
“Te mantendré informado de todo”. Por fin el viejo cascarrabias había dado su brazo a torcer, y una vez conseguida su promesa sabía que la cumpliría. “Ahora, por favor, no te disperses, y concéntrate en que vas a Marbella a evitar una guerra sin que nos quiten el agua”.
“Si fallan las negociaciones”.
“Cuando fallen las negociaciones”.
Vicente no parecía poner demasiadas esperanzas en el éxito de mis compañeros embajadores, Luis Pizarro y la doctora Conde.
“Son un equipo compensado. Pizarro desde Córdoba está más cerca del problema y su postura está más radicalizada, sabe que el agua que se trasvasa en Marbella la podrían utilizar en sus campos. Si por él fuese no permitiría que se llevasen ni una sola gota. A la senescala, como a nosotros, desde Toledo, nos pilla más lejos y nos beneficiamos del petróleo y medicinas que intercambiamos con las Marcas Globales, en ese sentido, su postura será más flexible intentando llegar a un acuerdo, y moderará la actitud de Pizarro“.
“Eso está bien”.
“Sí, pero no servirá de nada. Las Marcas Globales ya saben la cantidad de agua que necesitan para seguir gestionando la costa marbellí con el lujo requerido por sus clientes y no se conformarán con menos. Desde luego que intentarán comprarla por las buenas o seguramente ofrecerán contrapartidas generosas que, desde Toledo, quizá podríamos aceptar, pero ese agua es de vital importancia en la zona de influencia de Córdoba y, por lo tanto, no se puede trasvasar. Las Marcas Globales quieren algo que no les podemos dar, y lo conseguirán, y como es imposible que lo hagan por las buenas lo harán por las malas”.
“No asistiré a las negociaciones”, decidí en ese momento. Vicente se volvió hacia mí y ya empezaba a preparar sus argumentos para volver a convencerme de la necesidad de mi viaje.
“Lo que no quiere decir que no vaya a Marbella. Me apetece ser embajador. Además es posible que encuentre algo adicional con qué negociar, o chantajear o extorsionar, a los directivos de las Marcas Globales”.
“Es probable”, concluyó Vicente crípticamente.