57.
Nos quedamos en la iglesia, sin hablar, descansando en los bancos, o quien sabe, si rezando. El grito de Klein nos sobresaltó.
“¡Como que nada!”.
No pudimos escuchar la respuesta del subordinado.
“Sois un atajo de imbéciles”, volvió a gritar Klein. “Es imposible que no hayáis encontrado nada en absoluto”.
“No hay huellas reconocibles. Vemos las pisadas pero nada que las identifique, son lisas como un espejo. Vemos dónde puso los dedos pero no ha dejado ninguna huella dactilar. Los únicos materiales que hemos detectado pertenecen a la ropa, ensangrentada en la mayoría de los casos de la víctima. No hay ninguna fibra procedente del agresor, todas son de la víctima”.
“Volver a comprobarlo todo. Absolutamente todo”, ordenó Klein con un enfado evidente, causado en parte por la frustración que compartíamos, como por el hecho de que la tecnología de PeaceKeepers había quedado en evidencia ante nosotros.
Para cuando hicieron la segunda comprobación ya habían llegado los resultados de la autopsia. Nos dijeron con exactitud que Luis Pizarro había muerto la noche anterior a las veintidós horas y once minutos, justo en el momento que compartía la cena con Cintia, Gonzalerría y los hermanos Ródenas. Y poco más. Tampoco encontraron ningún tipo de sustancia o pista que nos pudiese ayudar para identificar al agresor.
Klein no sabía cómo excusar su fracaso. A pesar de la utilización de la última tecnología seguíamos como al principio.
“Sois todos igual de inútiles”, me dijo Gonzalerría en privado.
“Sorpréndeme Xabier. Dime que tú has descubierto algo que se nos ha escapado a todos, incluido al cerebrín de la informática”.
“Desde luego que no. Sino ya te lo habría dicho”.
“Es verdad que yo no descubrí nada”, le dije, pasándome a la defensiva, “No tenía acceso a todos estos medios. Si no, te aseguro, que algo hubiese encontrado”.
“Si tú lo dices”, dijo Gonzalerría recalcando sus dudas al respecto.
No le contesté porque, de repente, empecé a darme cuenta de lo que esta ocurriendo. Yo y Pepe habíamos sido incapaces de encontrar ningún indicio físico sobre la identidad del asesino por falta de medios. Klein y su gente habían fracasado porque no había nada que encontrar.