CINCUENTA Y SEIS

Se habían agotado las entradas para el estreno, como todos los años. En esta ocasión, el señor Nebowitz puso especial énfasis en explicar al reparto que había invitado a algunos actores amigos suyos de la ciudad para ver la obra. No dijo quién exactamente, pero comentó que serían caras conocidas, y que si alguien los reconocía por el centro o durante las representaciones, les rogaba no importunarlos. Puede que se tratara de la misma gente que estaría observando a Greta. Los que decidirían si era lo bastante buena para Broadway.

Me senté en el asiento trasero del coche para el trayecto hasta el instituto y nadie habló. Cuando llegamos, vi que alguien había puesto celofán de colores en las luces del césped, de modo que la hierba brillaba de rojo, naranja y amarillo. Mi madre me lanzó una mirada de advertencia cuando entramos, y luego vi que se ponía en modo normal. Charlaba con otras madres, diciendo lo orgullosa que estaba de Greta.

Intenté escabullirme para buscar a Greta y contarle lo del retrato y que no podría ir a la fiesta, y así igual no hacía el numerito de enterrarse en mi rincón. Sabría que tendría que cuidar de sí misma, porque nadie iba a ir a buscarla por el bosque.

Mi padre y yo nos quedamos junto a la pared donde la Asociación de Padres ofrecía copas de un ponche rojizo, y brownies y cupcakes caseros. Me dispuse a marcharme por el vestíbulo, pero mi padre me agarró del hombro.

—Ni se te ocurra. Órdenes estrictas de tu madre. Te quedas conmigo.

—Pero ¿en qué lío me podría meter aquí?

—No lo sé, pero es la noche de Greta y no queremos correr ningún riesgo —dijo. Entonces puso la cara de mayor decepción que creo haberle visto, y añadió—: Te has cargado nuestra confianza en ti, June.

—Lo sé —admití.

Eché un vistazo al vestíbulo, con la esperanza de ver a alguien con quien enviar un mensaje a mi hermana, pero solo había padres y niños pequeños. Luego, las luces se encendieron y apagaron unas cuantas veces, y todos enfilamos el camino hacia el salón de actos. Mi hermana tendría que arreglárselas sola. No había otra solución.

Había una orquesta profesional, y en cuanto se atenuaron las luces empezaron a tocar la obertura. Esta pieza es, con mucho, la parte más aburrida de la obra. Es la parte más aburrida de cualquier espectáculo, y no creo que nadie sepa ni por qué existe. Me encontraba encajada entre mi padre y mi madre, y miré alrededor para ver si era verdad que había algún actor famoso entre el público. Me fijé en un hombre parecido a Danny DeVito, pero no era más que el padre de Kelly Hanrahan.

La obra me la tenía muy sabida, ya la había visto muchas veces. Para matar el tiempo, me dediqué a pillar errores. El único que vi fue cuando a Gary Jasper, el chico que hacía de Luther Billis, se le escapó una risita al pronunciar una de sus frases. Tampoco fue una gran sorpresa, porque Gary Jasper no solo era el payaso de la clase, sino el payaso de todo el instituto, motivo por el cual le dieron el papel.

Greta salió a escena y mi padre me dio un pellizco en la mano, como si yo no fuera a notar su presencia. Estaba espléndida, toda maquillada y metida en el personaje. Mis padres sonreían. Parecían muy orgullosos de ella, y pensé que no podía recordar la última vez que se mostraron así con algo que hubiera hecho yo. Mi hermana tenía que revolotear por el escenario mientras un puñado de desaliñados marinos encabezados por Gary Jasper cantaban «Bloody Mary», diciéndole que su piel es como un guante de béisbol y que no usa pasta de dientes, pero que aun así es la chica que aman. No es una canción muy bonita, y además la dirección del instituto obligó al señor Nebowitz a eliminar el «joder» del estribillo, así que ahora cantaban «No está tan mal, jolín», que no suena tan bien ni por asomo.

Cuando Greta comenzó a cantar «Bali Ha’i» empecé a pensar que algo iba mal. Esa canción posee un rasgo de ensoñación poética. Bloody Mary intenta conseguir que el teniente Cable se imagine esa isla maravillosa, así que al principio pensé que Greta se mecía porque estaba metida en el papel. Pero luego la observé y escuché mientras cantaba sobre un lugar en alguna parte donde nunca te sentirías solo. Empieza siendo un lugar, pero al final acabas comprendiendo que Bloody Mary se refiere a sí misma. Ella es la isla. Ella es quien flota en mitad del océano, esperando a que la encuentren.

Era como si mi hermana estuviera absorta en la letra de la canción. Cantó más despacio y la orquesta perdió la sincronía con ella. Los instrumentos intentaban seguirla mientras ella me buscaba entre el público, o al menos eso me pareció. Por unos segundos, mientras cantaba esa letra, pensé que estaba cantándola solo para mí.

Y entonces comprendí que Greta estaba borracha. Ahí arriba, sobre el escenario, delante de todo el mundo.

Miré a mis padres, pero no parecían darse cuenta de nada. Nadie se daba cuenta. Bloody Mary era un personaje raro, y supongo que la gente pensó que así era como la interpretaba Greta. Como una vieja borracha.

Tras el descanso, vi a Greta haciendo «Happy Talk», chascando los dedos como si sus manos charlaran la una con la otra, y empecé a cabrearme. Sentí que todo mi cuerpo se ponía en tensión y apreté los puños. Greta creía que podía hacer lo que le diera la gana, incluso emborracharse como una cuba, porque luego yo me encargaría de llevarla a casa. Se creía que, después de cargarse todas mis cosas de Finn, de hacerme quedar como una estúpida una y otra vez, todavía podía fiarse de mí. Bueno, pues se equivocaba y esta vez lo iba a descubrir. Yo no estaría allí para rescatarla, y se acabó.

Cuando nos íbamos, vi a Ben en el vestíbulo principal, con su ropa toda negra de tramoyista, pidiendo una copa de ponche hawaiano en el puesto de la Asociación de Padres.

—Hola —le saludé al pasar.

—Eh, hola, June. —Sonrió—. ¿Vas a ir a casa de los Reed?

—¿A casa de los Reed?

—Ya sabes, la fiesta del grupo de teatro. Vendrás, ¿verdad?

Mis padres estaban detrás, charlando con los Farley, pero mi padre parecía listo para marcharse, porque me dio un toquecito en el hombro e indicó con la cabeza hacia la puerta. Asentí. Luego me volví hacia Ben y susurré.

—Entonces, ¿la fiesta no es en el bosque?

—Los Reed siempre organizan la fiesta del teatro. ¿Has visto su casa?

Negué con la cabeza.

—Es flipante, supermoderna, con grandes ventanales. Ya sabes, una de esas casas de Woodlawn Court. —Señaló la ventana, donde el viento hacía temblar hasta los gruesos cristales de la escuela—. Además, mira qué tiempo hace. ¿Quién querría estar en el bosque?

—Sí, claro. Esto…

—Entonces, ¿irás?

Negué con la cabeza.

—No puedo. —Entorné los ojos y miré en dirección a mis padres.

—Ya. —Su sonrisa creció aún más—. Entonces puedes prestarme tus botas, ¿verdad?

Me disponía a responderle que ni loca, pero entonces comprendí que era una broma.

—Ja, ja —sonreí.

Cuando salí del instituto, escoltada por mis padres, no dejaba de pensar en Greta. ¿En serio iba a ir al bosque sola? ¿A esperarme? O igual no era eso. Igual solo se trataba de otro truco de mi hermana. A lo mejor quería hacerme ir al bosque a buscarla como una estúpida, yo sola. Pero no. No creo que hiciese eso. No después de todo lo que nos habíamos dicho esa mañana. Miré al instituto, luego a mis padres, y salí corriendo como una centella.

—¡Ahora mismo vuelvo! —grité volviendo la cabeza.

Subí a trompicones los escalones, atravesé las puertas y me abalancé sobre Ben, dándole una palmada en la espalda. Un poco de ponche rojizo se derramó de su vaso de plástico.

—¡Pero bueno! —protestó.

—Lo siento, lo siento. Mira…, necesito que avises a Greta que no podré ir a la fiesta, ¿vale? Por favor, es importante.

—¡Vale, tía, tranqui! —dijo, posando una mano en mi hombro—. Lo haría si pudiera, pero Greta se marchó en cuanto cayó el telón. Ni siquiera se cambió de ropa. Salió por la puerta del vestuario y se fue al bosque.

Sentí cómo todo mi cuerpo se derrumbaba.

—Vaya —dije.

—Pero si la veo…

Cuando salí del instituto, mis padres estaban al pie de los escalones de piedra, mirándome, los dos de brazos cruzados. Pero yo solo podía pensar en Greta. No debería haberme importado, no era asunto mío, pero aun así no podía apartar su imagen de mi cabeza. La hermosa cara de Greta brillando en el suelo, esperando a que su hermana la rescatara.