DIECINUEVE
—Fiesta. Mañana por la noche. Seguro al cien por cien. Esta vez no se cancela.
Greta entró en el baño mientras yo estaba en la ducha y me susurró aquello desde el otro lado de la cortina rosa coral.
—¿Qué?
Lo repitió, más despacio, lo más alto que podía sin que lo escucharan nuestros padres. Todavía no pude oírla bien, así que cerré el grifo y me sacudí el agua de los oídos con la palma de la mano. Asomé la cabeza por la cortina.
—¿Qué?
Mi hermana soltó un suspiro frustrado, y luego lo dijo una vez más. Esta vez sí que la oí.
—Mamá y papá estarán en el trabajo hasta las siete y luego podemos decirles que vas a ayudar en los ensayos otra vez, ¿vale?
Asentí, pero mi mente se aceleró: la fiesta era el mismo día que la cita con Toby.
—¿Vale? —dijo Greta.
—Sí, esto…, creo que sí. Vale.
—Será en el bosque, detrás del instituto.
Mi bosque. La fiesta iba a ser en mi bosque. Sonreí para mis adentros. Por una vez, iba a saber más cosas que Greta. Sería la única que lo conocía todo sobre aquel lugar.
Greta permaneció con las manos en las caderas, mirándome como si estuviera esperando a que yo dijese algo.
—Sabes qué bosque es, ¿verdad?
—Pues claro. El que se ve detrás de la cafetería.
Volví a abrir el grifo a tope y dejé que el chorro me golpeara el cuello.
Podía ver el perfil de Greta a través de la cortina, y le di un toquecito. Ella respondió intentando agarrarme del hombro. Las dos nos reímos, dándonos golpes a ciegas a través del plástico rosa.
—¡Para! —dijo Greta sin dejar de pegarme.
Saqué un brazo mojado por un lateral de la cortina y le hice cosquillas justo por debajo de la axila. No podíamos parar de reír.
—¿Chicas? —La voz de mi padre tronó desde el piso de abajo.
Metí el brazo en la ducha.
—¡No pasa nada! —aulló Greta.
En ocasiones Greta y yo éramos así. Solo durante uno o dos minutos. Un breve reflejo de cómo habíamos sido.
Mi hermana asomó la cabeza por la cortina, volviendo la cara para no verme desnuda.
—¿Vas a venir?
—Sí, ve tú primero. Te veré en el bosque.