TREINTA Y CUATRO
El vestuario del teatro era un lugar bastante tétrico. Trajes solitarios colgados en percheros móviles. Olor a humedad de sótano. Sofás viejos y sillones hechos jirones. Bombillas desnudas colgando de un techo lleno de humedades. Tétrico en todos los sentidos. Pero siempre había gente ahí abajo cuando se representaba una obra, bromeando y haciendo el tonto, así que, en lugar de resultar lúgubre, tenía muy buen ambiente.
Fui porque quería ver bailar a Greta. Quería poder decirle que la había visto. Y ella me lo había pedido, lo cual fue todo un detalle. Bajé la estrecha escalera a la izquierda del escenario que conducía al vestuario. Eché un vistazo y no encontré a Greta, pero vi la espalda de Ben Dellahunt encorvado sobre un pupitre. Llevaba una capa de terciopelo verde que parecía parte del atuendo de una vieja obra, y tenía unos dados en la mano. Los sacudió antes de lanzarlos sobre la mesa.
—¡Tres puntos de ataque!
Otros dos chavales del equipo que estaban sentados frente a Ben pusieron un gesto abatido. Deseé poder pasar sin que se diera cuenta, pero me vio.
—¡Eh! —dijo.
—¡Hola!
—¿Te interesa? —Señaló un mapa con cuadrículas sobre la mesa. Seguramente tendría algo que ver con Dragones y Mazmorras.
—No; solo estoy buscando a Greta. ¿La has visto?
Ben miró alrededor.
—No.
Me di la vuelta para irme.
—Eh, espera un momento. —Indicó una vez más con la cabeza hacia el juego—. Piénsatelo. Puedes ser quien quieras. La Reina Loba de las Regiones Remotas, o…
—No, gracias, tengo… —Oí la voz de mi hermana por la escalera—. Tengo que irme.
Me tropecé con Greta a mitad de escalera. La seguían tres o cuatro chicas que yo no conocía. Se había empezado a correr la voz sobre lo del papel de Greta en Annie, y aunque todavía no se lo habían dado oficialmente, la gente ya la trataba como si fuera famosa. La había visto en la cafetería rodeada por chavales de su clase, chicos y chicas, siendo el centro de atención. No sabría decir si le gustaba o no.
Al cruzarnos, ella bajando y yo subiendo, me aseguré de que me viera. Quería que supiese que había ido a verla bailar. No nos saludamos ni nada, pero me vio. Luego me di cuenta de que se fijaba en Ben y esbozaba una sonrisita.
Me quedé al fondo del salón de actos para ver la función. Greta salió tarde y, cuando estaba en el escenario, parecía desganada. Desapasionada. Como si estuviera intentando no hacerlo todo lo bien que podía. Quizá yo fui la única que se dio cuenta, porque a pesar de todo, le salió fantástico. No podía evitarlo.