Capítulo 11
MADRID,
17 de marzo de 1940
Carmen miró con desgana la llave que hacía
tiempo que su propia prima Cloti le había dado y dudó varios
instantes antes de abrir la puerta. Por un lado no deseaba
enfrentarse a las evidentes y comprensibles preguntas que su prima
dispararía nada más verla, pero por otro necesitaba desahogarse
cuanto antes. Necesitaba llorar encima de un hombro y estaba segura
que su queridísima prima se lo iba a proporcionar.
Con toda la decisión de la que disponía en
aquellos complicados momentos, introdujo la llave en el cerrojo,
respiró un par de veces hondo y con un suave movimiento de muñeca
hizo girar aquel sistema para que la puerta se abriese por delante
de sus narices.
Como era de esperar, su prima había oído
como esta introducía el trozo de metal en la entrada de su casa y
había salido corriendo en su búsqueda, no sabía qué podía esperar
exactamente, pero lo que sí estaba claro es que tendría mucho que
contarle.
Nada más ver los ojos hinchados que traía su
prima Carmen, Cloti comprendió que algo no demasiado bueno había
sucedido.
—Carmen... —dijo con un tono de voz lo más
suave posible—¿Qué ha pa...?
Carmen no la dejó acabar la frase, con un
llanto propio de una plañidera profesional se abalanzó sobre ella y
comenzó a soltar lágrimas como si de una manguera se tratara.
Cloti, que no sabía qué había sucedido con exactitud se limitó a
abrazar lo más fuerte que pudo a su querida prima y besó su frente
en más de una ocasión, emitiendo un leve susurro imitando a una
pequeña brisita de viento con la intención de que remitiera
brevemente el llanto.
Tras dos minutos que parecieron eternos,
Cloti consiguió su cometido. Las lágrimas poco a poco comenzaron a
secarse, aunque su respiración denotaba una evidente
alteración.
—Vamos a mi cuarto, pequeña, hablemos de qué
ha ocurrido con tranquilidad, ¿vale?
Carmen movió la cabeza con un gesto
afirmativo en varias ocasiones, necesitaba el consuelo de su más
que prima, amiga. Sentir su arropo la hacía pensar que nada malo le
podría ocurrir, que a su lado estaba libre de todo mal, quería
comprobar si una vez más iba a ser así.
La necesitaba.
Atravesaron el amplio pasillo, si algo tenía
esa casa era amplitud. A Carmen personalmente no le gustaba
demasiado la decoración de la misma, el estilo victoriano estaba
latente en cada rincón del hogar. A Carmen le gustaba lo antiguo,
pero aquello sobrepasaba todos los límites y parecía que habías
retrocedido un siglo al poner un pie dentro de la vivienda.
Luego estaba el problema de lo cargado que
estaba todo, a pesar de semejante amplitud, era casi imposible
andar por la casa y no toparse con algo. Carmen no recordaba ni una
sola vez en la que al menos se hubiera rozado con uno de los
incontables muebles que infestaban la vivienda. Mención aparte
tenía el dormitorio de su prima, bastante menos cargado. Apenas
tenía una cama, eso sí, de dos metros veinte de largo y un metro
ochenta de ancho, un escritorio en el cual recibía las lecciones
que uno de sus tíos le impartía y un mueble vestidor repleto de
modelos, muchos de ellos sin estrenar todavía.
Y es que su prima los guardaba por si algún
día decidía ir al tontódromo para
intentar conocer a un hombre que la volviera loca.
O al menos que se fijara en ella.
A pesar de que estaban solas en casa, Cloti
cerró la puerta de su habitación, su madre podría llegar de sus
habituales paseos por las tiendas de marca en cualquier momento y
lo que menos deseaba era ser interrumpida con sus tonterías.
Ambas tomaron asiento en la cama. El colchón
era prácticamente nuevo, su padre lo había comprado a través de un
colchonero que a su vez lo había importado de Estados Unidos, Cloti
siempre intentaba decir el nombre bien, aunque casi nunca
pronunciaba bien del todo la palabra que buscaba, que no era otra
que Beautyrest.
—Bien, cuéntame, ¿qué ha ocurrido?, ¿se ha
propasado contigo? —cogió la mano de su prima mientras la hablaba
en el tono más amable que pudo.
—Si al menos fuera eso...
—¡Carmen! —exclamó escandalizada
Cloti.
—No, no me malinterpretes, me refiero que al
menos eso hubiera denotado algo de interés hacia mi persona. Me ha
rechazado, me ha rechazado como la persona que no quiere comer de
la basura callejera.
Carmen comenzó de nuevo a llorar, ante esto,
Cloti la agarró suavemente y la llevó de nuevo a su hombro.
—¿Pero te ha rechazado sin más? No entiendo
cómo no puede gustarle un bellezón semejante, si no se fijan en ti,
no sé qué me espera a mí.
—No es eso, me ha dicho que le he calado con
mi belleza, pero que no puede sentir nada por mí, que sus
circunstancias le impiden hacerlo.
—¿Circunstancias?
—No sé a qué se refiere con eso y, lo peor
es que no puedo saberlo, se niega a hablar. Esto es lo más
frustrante que me ha ocurrido nunca. Lo peor de todo es que no sé
el porqué estoy así, lo conocí ayer y lloro como si lo amara de
toda la vida, no me reconozco a mí misma. Lo que más me duele es
que cuanto más intento aplicar la lógica a esta situación, menos la
tiene. Creo que he perdido la cabeza por completo.
—Carmen, pero eso que me cuentas no es del
todo malo.
—¿A qué te refieres? —dijo cortando las
lágrimas nuevamente y levantando la cabeza para mirar a su prima a
los ojos.
—Pues que si te ha dicho eso, quiere decir
que no puede sentir nada por ti ahora, pero no dice que eso sea
para siempre. Mira, hace poco mi tío me obligó a leer un libro que
me pareció pesado como una piedra pero hubo una frase que me marcó,
no recuerdo bien el nombre del libro, era algo relacionado con el
Quijote, tampoco recuerdo bien el nombre del escritor, pero es un
filósofo que todavía vive, algo de Ortega y... no sé qué más. Mi
tío dice que es un rojo de mierda, pero que comprender su forma de
pensar nos puede hacer entender mejor en qué se equivocan con su
propaganda comunista. Bueno, que me pierdo, la frase en cuestión
era «Yo soy yo, y mi circunstancia». Al principio no la comprendí
demasiado bien, pero por la noche, en este mismo colchón comencé a
pensar, entonces le encontré el sentido a la frase.
—¿Y cuál es? Yo tampoco es que la entienda
mucho...
—Es muy sencilla, Carmen, quiere decir que
en cada día puede amanecer un nuevo «yo», no sé si me explico. Te
pondré el ejemplo con Juan. Juan ahora tiene una circunstancia que
le impide poder amarte, pero las circunstancias suelen ser
temporales, nadie sabe las circunstancias que podrá tener en el día
de mañana. Eso se puede aplicar a Juan, o incluso a ti, quién sabe
si tú mañana no tendrás otras circunstancias que te hagan pensar de
una nueva forma y gracias a ello seas un nuevo «yo».
—Creo que ahora sí te entiendo, ¿quieres
decir que ese algo que le impide sentir algo por mí un día no muy
lejano puede desaparecer?
—Mismamente. Pero ahora, no sé si has
pensado bien cuál es tu «yo» actual... Creo que te has abalanzado
más de la cuenta sin pensar tus circunstancias.
—¿A qué te refieres?
Su prima la miró con ojos de cordero, sin
saber muy bien cómo decir la palabra que iba pronunciar, estaba
claro que su prima no lo había pensado todo.
—Agustín...
Carmen bajó los ojos y quedó unos instantes
en silencio, era evidente que toda aquella emoción al conocer a
aquel chico le había hecho olvidarse del compromiso que mantenía
con aquél pretencioso.
—Carmen —prosiguió Cloti—, sabes que odio a
ese imbécil, pero creo que no estás pensando en todas las
consecuencias que tienen tus actos. Está en juego el honor de tu
padre, que arregló el matrimonio y quedaría como un simple liante.
Además del enfado que lógicamente tendría el repeinado, se pondría
hecho una furia y miedo me da lo que podría llegar a hacer. Sabes
que tiene contactos muy poderosos, en las más altas esferas. No
solo te pones tú misma en peligro, sino a toda tu familia e incluso
pones en peligro a Juan y los suyos. Tienes que pensar en todas las
consecuencias que puedan tener tus actos.
—¿Y mi felicidad? —dijo de nuevo mirándola a
los ojos—, ¿acaso eso no cuenta?
—Claro, Carmen —contestó Cloti agarrando con
firmeza las manos de su prima—. A mí personalmente es lo único que
me importa de todo este asunto, que seas feliz, pero quiero que
pienses que todo lo que haces en esta vida trae consigo unas
consecuencias. Quiero que pienses bien cómo actúas para que luego
no te puedas arrepentir cuando algo ocurra. Porque si sigues
adelante con esto, siento decirte que algo ocurrirá, lo que no sé
decirte es qué.
Carmen miró hacia la ventana antes de
hablar, sin soltar las manos de su prima.
—No me importan las consecuencias, necesito
saber qué circunstancias son esas que impiden que me ame, necesito
que cambien y que juntos podamos ser felices. Sé que pensarás que
estoy loca, que apenas lo conozco, pero tengo muy claro lo que
quiero. A pesar de este palo quiero luchar por él, no rendirme a
las primeras de cambio, no me importa lo que me depare el destino a
través de esta decisión. Tampoco me importan las consecuencias que
tenga esto en mi familia, amo a mi padre, pero él no ha contado
conmigo nunca en la decisión de lo de Agustín. No amo a ese hombre
y no lo voy a amar nunca, quizá eso no me importara hace un par de
días, pero ahora estoy descubriendo lo que es el verdadero amor y
pienso luchar con todas mis fuerzas por él.
Ante las palabras de su prima, Cloti no pudo
más que darla el más suave de los abrazos. Carmen lo recibió como
si del mayor premio del mundo se tratase. Ambas quedaron abrazadas
durante casi dos minutos.
—Y ahora, ¿qué piensas hacer? —quiso saber
Cloti.
—Creo tener la solución perfecta para poder
acercarme a Juan.
Cloti comenzó a escuchar atónita el plan de
su prima.