Capítulo LXVIII. Cómo acordarmos de ir a un pueblo que estaba cerca de nuestro real, y lo que sobre ello se hizo
Como había dos días questábamos sin hacer cosas que de contar sea, fue acordado, y aun aconsejamos a Cortés, que un pueblo que estaba obra de una legua de nuestro real, que le habíamos enviado a llamar de paz y no venía, que fuésemos una noche y diésemos sobrél, no para hacelles mal, digo matalles, ni herilles, ni traellos presos, mas de traer comida y atemorizalles o hablalles de paz, según viésemos lo que ellos hacían; y dícese este pueblo Cumpancingo, y era cabecera de muchos pueblos chicos, y era sujeto el pueblo donde estábamos, allí adonde teníamos nuestro real, Tecoadcumpancingo, que todo alrededor estaba muy poblado. Por manera que una noche al cuarto de la modorra, madrugamos para ir aquel pueblo con seis de caballo, de los mejores, y con los más sanos soldados y con diez ballesteros y ocho escopeteros, y Cortés por nuestro capitán, puesto que tenía calenturas o tercianas, y dejamos el mejor recaudo que podíamos en el real.
Antes que amanesciese con dos horas comenzamos a caminar, y hacía un viento tan frío aquella mañana, que venía de la sierra nevada, que nos hacía temblar o tiritar, y bien lo sintieron los caballos que llevábamos, porque dos dellos se atortonaron e estaban temblando, de lo cual nos pesó, creyendo no se muriesen. Y Cortés los mandó que se volviesen al real los caballeros dueños cúyos eran a curar dellos; y como estaba cerca el pueblo, llegamos antes que fuese de día. Y desque nos sintieron los naturales dél fuéronse huyendo de sus casas, dando voces unos a otros que se guardasen de los teules, que les íbamos a matar, que no se aguardaban padres a hijos. Y desque aquello vimos hicimos alto en un patio hasta que fue de día, que no se les hizo ningún daño. Y desque unos papas que estaban en unos cues y otros viejos principales vieron questábamos allí sin les hacer enojo ninguno, vienen a Cortés y le dicen que les perdone porque no han ido a nuestro real de paz ni llevar de comer cuando los enviamos a llamar, y la causa ha sido que el capitán Xicotenga, questá de allí muy cerca, se lo ha enviado a decir que no lo den, y porque de aquel pueblo y otros muchos le bastecen su real, e que tiene consigo los hombres de guerra hijos de aquel pueblo y de toda la tierra de Tascala. Y Cortés les dijo con nuestras lenguas, doña Marina y Aguilar, que siempre iban con nosotros a cualquiera entrada que íbamos, y aunque fuese de noche, que no hobiesen miedo, que luego fuesen a decir a sus caciques a la cabecera que vengan de paz, porque la guerra es mala para ellos. Y envió aquestos papas porque de los otros mensajeros que habíamos enviado aún no teníamos respuesta ninguna de los por mí memorado sobre que enviaban a tratar las paces a los caciques de Tascala con los cuatro principales, que no habían venido en aquella sazón. Y aquellos papas de aquel pueblo buscaron de presto sobre cuarenta gallinas y gallos y dos indias para moler tortillas, y las trujeron. Y Cortes se lo agradesció y mandó que luego lo llevasen veinte indios de aquel pueblo a nuestro real, y sin temor ninguno fueron con el bastimento y se estuvieron en el real hasta la tarde, y se les dio contezuelas, con que volvieron muy contentos a su casa.
E a todas aquellas caserías nuestros vecinos decían que éramos buenos, que no les enojábamos, y aquellos papas y viejos se lo hicieron saber al capitán Xicotenga cómo habían dado la comida y las indias, y riñó mucho con ellos, y fueron luego a la cabecera y hacello saber a los caciques viejos, y desque lo supieron que no les hacíamos mal ninguno, y aunque pudiéramos matalles aquella noche muchos de sus gentes, y les enviamos a demandar paces, se holgaron y les mandaron que cada día nos trajesen todo lo que hobiésernos menester, y tornaron otra vez a mandar a los cuatro principales que otras veces les encargaron las paces que luego en aquel instante fuesen a nuestro real y llevasen toda la comida que les mandaba. Y ansí nos volvimos luego a nuestro real con el bastimento e indias y muy contentos. E quedarme aquí, y diré lo que pasó en el real entre tanto que habíamos ido aquel pueblo.