Capítulo XVIII. De los borrones y cosas que escriben los coronistas Gómara e Illescas acerca de la cosas de la Nueva España
Estando escribiendo en esta mi corónica, acaso vi lo que escriben Gómara e Illescas y Jovio en las conquistas de Méjico y Nueva España, y desque las leí y entendí y vi de su policía y estas mis palabras tan groseras y sin primor, dejé de escrebir en ella, y estando presentes tan buenas historias, y con este pensamiento torné a leer y a mirar muy bien las pláticas y razones que dicen en sus historias, y desde el principio y medio ni cabo no hablan lo que pasó en la Nueva España, y desque entraron a decir de las grandes ciudades tantos números que dicen había de vecinos en ellas, que tanto se les da poner ochenta mil como ocho mil; pues de aquellas matanzas que dicen que hacíamos, siendo nosotros cuatrocientos y cincuenta soldados los que andábamos en la guerra, harto teníamos que defendernos no nos matasen y nos llevasen de vencida, que aunque estuvieran los indios atados, no hiciéramos tantas muertes, en especial que tenían sus armas de algodón, que les cubrían el cuerpo, y arcos, saetas, rodelas, lanzas grandes, espadas de navajas como de a dos manos, que cortan más que nuestras espadas, y muy denodados guerreros.
Y Escriben los coronistas por mi memorados que hacíamos tantas muertes y crueldades que Atalarico, muy bravísimo rey, y Atila, muy soberbio guerrero, según dicen y se cuentan de sus historias, en los campos catalanes no hicieron tantas muertes de hombres. Pues tornando a nuestra plática, dicen que derrocamos y abrasamos muchas ciudades y templos, que son cues, y en aquello les paresce que placen mucho a los oyentes que leen sus historias y no lo vieron ni entendieron cuando lo escribían los verdaderos conquistadores y curiosos letores que saben lo que pasó claramente les dirán que si todo lo que escriben de otras historias va como lo de la Nueva España, irá todo errado. Y lo bueno es que ensalzan a unos capitanes y abajan a otros, y los que no se hallaron en las conquistas dicen que fueron en ellas, y también dicen muchas cosas y de tal calidad, y por ser tantas y en todo no aciertan, no lo declararé. Pues otra cosa peor dicen: que Cortés mandó secretamente barrenar los navíos; no es ansí, porque por consejo de todos los más soldados y mío mandó dar con ellos al través, a ojos vistos, para que nos ayudasen la gente de la mar que en ellos estaban a velar y a guerrear. Y en todo escriben muy vicioso, y para que yo meto tanto la pluma en contar cada cosa por sí, que es gastar papel y tinta, yo lo mal digo, puesto que lleve buen estilo.
Dejemos esta plática y volveré a mi materia, que, después de bien mirado todo lo que aquí he dicho, que es todo burla lo que escriben acerca de lo acaescido en la Nueva España, torne a proseguir mi relación, porque la verdadera policía e agraciado componer es decir verdad en lo que he escrito. Y mirando esto acordé de seguir mi intento con el ornato y pláticas que verán para que salga a luz, y hallarán las conquistas de la Nueva España claramente como se han de ver. Quiero volver con la pluma en la mano, como el buen piloto que lleva la sonda descubriendo bajos por la mar adelante cuando siente que los hay; así haré yo en decir los borrones de los coronistas; mas no será todo, porque si parte por parte se hobiesen de escrebir seria más la costa de recoger la rebusca que en las verdaderas vendimias. Digo que sobre esta mi relación pueden los coronistas sublimar y dar loa al valeroso y esforzado capitán Cortés y a los fuertes conquistadores, pues tan grande empresa salió de nuestras manos, y lo que sobre ello escribieron diremos los que en aquellos tiempos nos hallamos como testigos de vista ser verdad, como agora decimos las contrariedades dél; que cómo tienen tanto atrevimiento y osadía de escrebir tan vicioso y sin verdad, pues que sabemos que la verdad es cosa bendita y sagrada, y que todo lo que contra ello dijeren va maldito. Más bien se parece que el Gómara fue aficionado a hablar tan loablemente del valeroso Cortés, y tenemos por cierto que le untaron las manos, pues que a su hijo, el marqués que agora es, le eligió su corónica, teniendo a nuestro rey y señor, que con derecho se le había de elegir y encomendar. Y habían de mandar borrar los señores del Real Consejo de Indias los borrones que en sus libros van escritos.