Capítulo CXII. Cómo Cortés, después de bien informado de quién era capitán, y quién y cuántos venían en la armada, y los pertrechos de guerra que traía, y de los tres nuestros falsos soldados que a Narváez se pasaron, escribió al capitán y a otros sus amigos, especialmente Andrés de Duero, secretario del Diego Velázquez; y también supo cómo Montezuma enviaba oro y ropa al Narváez, y las palabras que le envió a decir al Montezuma; y de cómo venía en aquella armada el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, oidor de la Audiencia Real de Santo Domingo, e la instrucción que traía
Como Cortés en todo tenía gran cuidado e advertencia y cosa ninguna se le pasaba que no procuraba poner remedio y, como muchas veces he dicho antes de agora, tenía tan acertados y buenos capitanes y soldados, que, demás de ser muy esforzados, le dábamos buenos consejos, acordóse por todos que se escribiese en posta con indios que llevasen las cartas al Narváez antes que llegase el clérigo Guevara, con muchas quiricias y ofrescimientos, que todos a una le hiciésemos, que haríamos lo que su merced mandase, y que le pedíamos por merced que no alborotase la tierra ni los indios viesen entre nosotros divisiones. Y esto deste ofrescimiento fue por causa que, como éramos los de Cortés pocos soldados en comparación de los quel Narváez traía, porque nos tuviese buena voluntad, e para ver lo que sucedía, y nos ofreciésemos por sus servidores; y también debajo destas buenas palabras no dejásemos de buscar amigos entre los capitanes del Narváez, porque el padre Guevara y el escribano Vergara dijeron a Cortés que Narváez no venía bien quisto con sus capitanes, y que les enviase algunos tejuelos y cadenas de oro, porque dádivas quebrantan peñas.
Y Cortés les escribió que se había holgado en gran manera él y todos nosotros sus compañeros con su llegada aquel puerto, y pues son amigos de tiempos pasados, que le pide por merced que no dé causa a quel Montezuma, questá preso, se suelte y la ciudad se levante, porque será para perderse él e su gente y todos nosotros las vidas, por los grandes poderes que tiene; y esto que lo dice porque el Montezuma está muy alterado y toda la ciudad revuelta con las palabras que de allá le han enviado a decir; e que cree y tiene por cierto que de un tan esforzado y sabio varón como él es no habían de salir de su boca cosas de tal arte dichas ni en tal tiempo, sino que el Cervantes el Chocarrero y los soldados que llevaba consigo lo dirían. Y demás de otras palabras que en la carta iban, se le ofresció con su persona y hacienda, y que en todo se haría lo que mandare. Y también escribió Cortés al secretario Andrés de Duero y al oidor Lucas Vázquez de Ayllón, y con las cartas envió ciertas joyas de oro para sus amigos. Y después que hubo enviado esta carta, secretamente mandó dar al oidor cadenas y tejuelos y rogó al padre de la Merced que luego tras las cartas fuese al real de Narváez, y le dio otras cadenas de oro y tejuelos y joyas muy estimadas que diese allá a sus amigos.
Y así como llegó la primera carta que dicho habemos que escribió Cortés con los indios antes que llegase el padre Guevara, que fue el que Narváez nos envió, andábala mostrando el Narváez a sus capitanes haciendo burla della, y aun de nosotros. Y un capitán de los que traía el Narváez, que venía por veedor, que se decía Salvatierra, dicen que hacía bramuras desque la oyó; y decía a Narváez, reprendiéndole, que para qué leía la carta de un traidor como Cortés e los que con él estaban, e que luego fuese contra nosotros, e que no quedase ninguno a vida; y juró que las orejas de Cortés que las había de asar y comer la una dellas, y decía otras liviandades. Por manera que no quiso responder a la carta ni nos tenía en una castañeta. Y en este instante llegó el clérigo Guevara y sus compañeros, y hablan al Narváez que Cortés era muy buen caballero e gran servidor del rey, y le dicen del gran poder de Méjico y de las muchas ciudades que vieron por donde pasaron, e quentendieron que Cortés que le será servidor y hará cuanto mandase, e que será bien que por paz y sin ruido haya entre los unos y los otros concierto, e que mire el señor Narváez a qué parte quiere ir de toda la Nueva España con la gente que trae que allí vaya, y deje a Cortés en otras provincias, pues hay tierras hartas donde se pueden albergar. Y como esto oyó el Narváez, dicen que se enojo de tal manera con el padre Guevara e con el Amaya, que no los quería después más ver ni escuchar.
Y desque los del real de Narváez les vieron ir tan ricos al padre Guevara e al escribano Vergara e a los demás, y les decían secretamente a todos los de Narváez tanto bien de Cortés e de todos nosotros, e que habían visto tanta multitud de oro que en el real andaba en el juego, muchos de los de Narváez deseaban estar ya en nuestro real. Y en este instante llegó nuestro padre de la Merced, como dicho tengo, al real de Narváez con los tejuelos que Cortés le dio y con cartas secretas, y fue a besar las manos de Narváez y a decille cómo Cortés hará todo lo que le mandare, e que tengan paz y amor. Y el Narváez, como era cabezudo y venía muy pujante, no le quiso oír, antes dijo delante del mismo padre que Cortés y todos nosotros éramos unos traidores, e porque el fraile respondía que antes éramos muy leales servidores del rey, le trató mal de palabra. Y muy secretamente repartió el fraile los tejuelos y cadenas de oro a quien Cortés le mandó, y convocaba y atraía a los más principales del real de Narváez. Y dejallo he aquí, y diré lo que al oidor Lucas Vázquez de Ayllón y el Narváez les acontesció, y lo que sobre ello pasó.