Capítulo XXXIII. Cómo Cortés mandó que para otro día nos aparejásemos todos para ir en busca de los escuadrones guerreros, y mandó sacar los caballos de los navíos, y lo que más nos avino en la batalla que con ellos tuvimos
Desque Cortés supo que muy ciertamente nos venían a dar guerra mandó que con brevedad sacasen todos los caballos de los navíos a tierra, e que escopeteros y ballesteros y todos los soldados estuviésemos muy a punto con nuestras armas, y aunque estuviésemos heridos, Y desque hobieron sacado los caballos en tierra estaban muy torpes y temerosos en el correr como había muchos días que estaban en los navíos, y otro día estuvieron sueltos.
Y una cosa acaesció en aquella sazón a seis o siete soldados mancebos e bien dispuestos, que les dio mal de lomos, que no se podían tener en pie si no los llevaban a cuestas; no supimos de qué les resultó; han dicho que de las armas de algodón, que no se quitaban de noche ni de día de los cuerpos, e porque en Cuba eran regalados e no eran acostumbrados a trabajos, y con el calor les dio aquel mal. Y luego Cortés les mandó llevar a los navíos, no quedasen en tierra, y apercibió a los caballeros que habían de ir los mejores jinetes y caballos, e que fuesen con pretales de cascabeles, y les mandó que no se parasen a lancear hasta haberles desbaratado, sino que las lanzas se las pasasen por los rostros, y señaló trece de caballo y el Cortés por capitán dellos, y fueron estos que aquí nombraré: Cortés, e Cristóbal de Olí, y Pedro de Alvarado, y Alonso Hernández Puerto Carrero, y Juan de Escalante, y Francisco de Montejo, e Alonso de Ávila, le dieron un caballo que era de Ortiz el Músico e de un Bartolomé García, que ninguno dellos era buen jinete, y Juan Velázquez de León, y Francisco de Moría, e Lares el Buen Jinete, nombróle así porque había otro Lares; e Gonzalo Domínguez, extremado hombre de a caballo; Morón el del Bayamo, y Pero González de Trujillo. Todos estos caballeros señaló Cortés, y él por capitán, y mandó a Mesa el artillero que tuviese muy a punto su artillería, y mandó a Diego de Ordaz que fuese por capitán de todos nosotros los soldados y aun de los ballesteros y escopeteros porque no era hombre de a caballo.
Y otro día muy de mañana, que fue día de Nuestra Señora de Marzo, después de oído misa, que nos dijo fray Bartolomé de Olmedo, puestos todos en ordenanza con nuestro alférez, que entonces era Antonio de Villa Roel, marido que fue de Isabel de Ojeda, que después se mudó el nombre el Villa Roel y se llamó Antonio Serrano de Cardona, fuimos por unas sabanas grandes adonde habían dado guerra a Francisco de Lugo y a Pedro de Alvarado, y llamábase aquella sabana y pueblo Sintla, sujeto al mismo Tabasco, una legua del aposento donde salimos. Y nuestro Cortés se apartó un poco espacio de trecho de nosotros, por amor de unas ciénagas que no podían pasar los caballos. E yendo de la manera que he dicho, dimos con todo el poder de escuadrones de indios guerreros que venían ya a buscamos a los aposentos, y fue junto al mismo pueblo de Sintla, en un buen llano, por manera que si aquellos guerreros tenían deseo de nos dar guerra y nos iban a buscar, nosotros los encontramos con el mismo motivo. Y dejallo he aquí, y diré lo que pasó en la batalla, y bien se puede nombrar ansí, como adelante verán.