Capítulo CXC. Cómo Cortés se embarcó en La Habana para ir a la Nueva España, y con buen tiempo llegó a la Veracruz, y de las alegrías que todos hicieron con su venida
Como Cortés hobo descansado en la Habana cinco días, no vía la hora questaría en Méjico, y luego manda embarcar toda su gente y se hace a la vela, y en dos días con buen tiempo llegó cerca del puerto de Medellín, enfrente de la isla de Sacrificios, y allí mandó anclear los navíos porque para pasar adelante no hacía buen viento; y por no dormir en la mar aquella noche, Cortés con veinte soldados sus amigos saltaron en tierra y vanse a pie obra de media legua, e quiso su ventura que toparon una arria de caballos que venía aquel puerto con ciertos pasajeros para se embarcar a Castilla, y vase a la Veracruz en los caballos e mulas de la arria, que serían cinco leguas de andadura, e mandó que no fuesen avisar cómo venía por tierra, y antes que amanesciese como dos horas llegó a la villa y fuese derecho a la iglesia, que estaba abierta la puerta, y se mete dentro en ella con toda su compañía; y como era muy de mañana vino el sacristán, que era nuevamente venido de Castilla, y desque vio la iglesia toda llena de gente y no conoscía a Cortés ni a los que con él estaban, salió dando voces a la calle llamando a la justicia que estaban en la iglesia muchos hombres forasteros, para que les mandasen salir della; y a las voces que dio el sacristán vino el alcalde mayor e otros alcaldes ordinarios con tres alguaciles e otros muchos vecinos con armas, pensando que era otra cosa, y entraron de repente y comenzaron a decir con palabras airadas que se saliesen de la iglesia, y como Cortés estaba flaco del camino, no le conoscieron hasta que le oyeron hablar. Y desque vieron que era Cortés, vanle todos a besar las manos y dalle la buena venida; pues a los conquistadores que vivían en aquella villa Cortés los abrazaba y los nombraba por sus nombres qué tales estaban, y les decía palabras amorosas, y luego se dijo misa y lo llevaron aposentar en las mejores casas que había de Pedro Moreno Medrano, y él estuvo allí ocho días, y le hicieron muchas fiestas y regocijos, y luego por posta enviaron mensajeros a Méjico a decir cómo había llegado. Y Cortés escribió al tesorero y al contador, puesto que no era su amigo, y a todos sus amigos, y al monasterio de San Francisco, de las cuales nuevas todos se alegraron.
Y desque lo supieron todos los indios de la redonda tráenle presentes de oro y mantas y cacao y gallinas y frutas. Y luego se partió de Medellín, e yendo por sus jornadas en el camino tenían limpio y hechos aposentos con grandes ramadas[57] con mucho bastimento para Cortés e todos los que iban en su compañía. Pues saber yo decir lo que los mejicanos hicieron de alegrías, que se juntaron con todos los pueblos de la redonda de la laguna y le enviaron al camino gran presente de joyas de oro y ropa y gallinas y todo género de frutas de la tierra que en aquella sazón había; y le enviaron a decir que les perdone, por ser de repente su llegada, que no le envían más; que de que vaya a su ciudad harán lo que son obligados, y le servirán como a su capitán que los conquistó e que los tiene en justicia. Y de aquella misma manera vinieron otros pueblos. Pues la provincia de Tascala no se olvidó mucho, que todos los principales le salieron a rescibir con danzas y bailes y regocijos y mucho bastimento. Y desque llegó obra de tres leguas de la ciudad de Tezcuco, ques casi aquella ciudad tamaña poblazón con sus sujetos como Méjico, de allí salió el contador Albornoz, que aquel efeto había venido para rescibir a Cortés, por estar bien con él, y que le temía en gran manera, y junto muchos españoles de todos los pueblos de la redonda, y con los que estaban en su compañía y los caciques de aquella ciudad con grandes invinciones de juegos y danzas fueron a rescibir a Cortés más de dos leguas, con lo cual se holgó[58]. Y desque llegó a Tezcuco le hicieron otro gran rescibimiento, y durmió allí aquella noche, y otro día de mañana fue camino de Méjico. Y escribióle el cabildo y el tesorero y todos los caballeros y conquistadores y amigos de Cortés que se detuviese en unos pueblos dos leguas de Tenuztitán Méjico, que bien pudiera entrar aquel día, y que lo dejase hasta otro día por la mañana porque gozasen todos del gran rescibimiento que le hicieron.
Y salido el tesorero con todos los caballeros y conquistadores y cabildo de aquella ciudad, y todos los oficiales en ordenanza, y llevaron los más ricos vestidos y calzas y jubones que pudieron, con todo género de instrumentos, y con los caciques mejicanos por su parte con muchas maneras de invenciones y devisas y libreas que pudieron haber, y la laguna llena de canoas e indios guerreros en ellas, según y de la manera que solían pelear con nosotros en el tiempo de Guatemuz, y los que salieron por las calzadas fueron tantos juegos y regocijos que se quedarán por decir, pues en todo el día por las calles de Méjico todo era bailes y danzas; y después que anocheció muchas lumbres a las puertas; pues aun lo mejor quedaba por decir: que los frailes franciscos, otro día después que Cortés hobo llegado, hicieron precesiones dando muchos loores a Dios por las mercedes que les había hecho en haber venido Cortés. Pues volviendo a su entrada en Méjico, se fue luego al monasterio del señor Sant Francisco, a donde hizo decir misas y daba loores a Dios que le sacó de los trabajos pasados de Honduras y le trujo aquella ciudad; y luego se pasó a sus casas, que están muy bien labradas con ricos palacios, y allí era servido y tenido de todos como un príncipe, y los indios de todas las provincias le venían a ver y le traían presentes de oro, y aun los caciques del peñol de Coatlán, que se habían alzado, le vinieron a dar bien venido y le trujeron presentes.
Que fue su entrada de Cortés en Méjico por el mes de junio año de mil quinientos y veinte e cuatro o veinte y cinco. Y desque Cortés hobo descansado, luego mandó prender a los bandoleros y comenzó a hacer pesquisas sobre los tratos del fator y veedor, y también prendió a Gonzalo de Campo o Domingo de Campo, que no sé bien el nombre de pila, que fue el que hallaron los papeles de los libelos infamatorios[59]; y también se prendió a un Ocaña, escribano, que era muy viejo, que le llamaban cuerpo y alma del fator, y presos, tenía pensamiento Cortés, viendo la justicia que para ello había, de hacer proceso contra el fator y veedor y por sentencia despachallos, y si de presto lo hiciera no hobiera en Castilla quien dijera «mal hizo», y Su Majestad lo tuviera por bien hecho. Y esto lo oí decir a los del Real Consejo de Indias, estando presente el obispo fray Bartolomé de las Casas, en el año de mil e quinientos y cuarenta, cuando allá fui sobre mis pleitos, que se descuidó mucho Cortés en ello, e se lo tuvieron a flojedad e descuido.