Capítulo CCXIV. De los gobernadores que ha habido en la Nueva España hasta el año de quinientos y sesenta y ocho
El primer capitán y gobernador fue el valeroso e buen capitán Hernando Cortés, que después el tiempo andando fue marqués del Valle y na tuvo otros ditados y los tres bien merecidos, y gobernó muy bien y pacíficamente más de tres años, y luego fue a las Higueras y cabo de Honduras… y dejó por gobernadores y tenientes para que gobernasen al tesorero Alonso de Estrada, natural de Ciudad Real, y en su compañía al contador Rodrigo de Albornoz… o de Ramaga, y gobernaron obra de tres meses.
Y luego gobernaron al fator Gonzalo de Salazar, natural de Granada, y en su compañía el veedor Peralmírez Chirinos[140], de Úbeda, y de la manera que fueron gobernadores ya lo he escrito otra vez en el capitulo que dello habla, y de los escándalos que en Méjico hobo sobre si habían de gobernar o no, y estuvieron gobernando más de año y medio. Y como Cortés alcanzó a saber las alteraciones que en Méjico había por su mala gobernación, les envió a revocar el poder desde la provincia de Honduras, y volvieron a gobernar otra vez el tesorero y contador, según y de la manera que Cortés les había dejado el poder. Y entonces echaron presos los mismos gobernadores al fator y veedor en unas jaulas de maderos gruesos. Y dende a obra de un año e medio volvió Cortés desde Honduras para Méjico, y así como llegó tomó en si la gobernación.
Y aun no habían pasado quince días que estaba entendiendo en cosas que convenían[141] sobre las alteraciones pasadas, en aquel tiempo vino de Castilla por gobernador un licenciado que se decía Luis Ponce de León, natural de Córdoba, y trujo provisión para tomar residencia a Cortés y a los capitanes y justicias que había en aquella sazón en la Nueva España, y estando tomando la residencia fallesció de modorra, y quedó su poder en el testamento a un licenciado que se decía Marcos de Aguilar, el cual el mismo Luis Ponce había traído en su compañía cuando pasó por la isla de Santo Domingo; otras personas de las que el Luis Ponce traía consigo le llamaban el bachiller Aguilar. Y el poder que le dejó en su testamento: que en ninguna cosa de la gobernación hiciese mudanza, ni pudiese quitar indios a ningún encomendero, ni sacase de las prisiones al fator y veedor, sino que estuviesen presos ansimismo de la manera que los halló. Y más le encargó que luego hiciese relación dello a Su Majestad para que enviase a mandar lo que sobre ello más fuese servido.
Y desta manera gobernó el Marcos de Aguilar más de diez meses, y murió de ético y de mal de bubas, y dejó en el testamento poder para que gobernase el tesorero Alonso de Estrada; por manera que son tres veces las que gobernó el tesorero. Y cuando le dieron esta gobernación se concertó con los procuradores de la Nueva España, que para que tuviese más autoridad en su gobernación gobernase juntamente con él Gonzalo de Sandoval, que era alguacil mayor y había sido capitán, persona muy preeminente[142]; y el tesorero lo hobo por bien; dijeron ciertas personas que porque quería casar una hija con él. Y estando gobernando entrambos a la obra de diez meses, vino mandado de Su Majestad que sólo el tesorero gobernase, y quitaron de la gobernación al Sandoval.
También vino cédula real que sacasen de las prisiones al fator y veedor y les volviesen sus bienes, que estaban secrestados, y dende a pocos días mandó Su Majestad que viniese Audiencia Real, y por presidente della vino un Nuño de Guzmán, natural de Guadalajara, goberndor que en aquel tiempo era de la provincia de Pánuco. También vinieron por oidores cuatro licenciados que se decían: Delgadillo, natural de Granada, y Matienzo, decían era de hacia Vizcaya, y un licenciado Parada… estar en la isla de Cuba, y un Maldonado, de Salamanca, no lo digo por el licenciado Alonso Maldonado el Bueno, que ansí le llamamos, que fue gobernador de Guatimala y adelantado de Yucatán. Volvamos a nuestra plática. Que ansí como llegaron a Méjico los licenciados que he dicho que venían por oidores, fallesció el Parada y el Maldonado, y estuvo asentada la Real Audiencia con el presidente, ya por mi nombrado, y los dos oidores más de dos años, y porque Su Majestad fue informado que no hacían lo que eran obligados, los mandó quitar redondamente.
Y luego vino por presidente don Sebastián Ramírez de Villaescusa, obispo que en aquella sazón era de la isla de Santo Domingo, y cuatro oidores, que se decían: el licenciado Salmerón, de Madrid; Alonso Maldonado, de Salamanca, y el licenciado Ceinos, de Zamora, y el licenciado Bernaldo de Quirova, de Madrigal, y fueron muy retos y buenos jueces. Y desque a ciertos años Su Majestad mandó llamar para que fuese a Castilla al presidente don Sebastián Ramírez para se informar dél de las cosas de la Nueva España; y así como llegó le dieron el obispado de Túy y le pusieron por presidente en la Audiencia Real de Granada, y en aquel tiempo vacó el obispado de León y le mejoraron y le pasaron a la chancillería de Valladolid, y luego vacó el obispado de Cuenca y se lo dieron, y en aqueste instante quiso Dios llevarle para su sancta gloria. Digamos agora del licenciado Salmerón, que había más de cuatro años que estaba en la Nueva España por oidor y estaba rico; envió a demandar licencia para se ir a Castilla, y después de dada buena residencia, se fue y le pusieron en el Real Consejo de Indias, y dende que era viejo Su Majestad le mandó jubilar, y al licenciado Bernaldo de Quirova le dieron el obispado de Michuacán. Al licenciado Maldonado, por ser muy bueno y reto juez, vino por presidente y gobernador a esta provincia de Guatimala y Honduras, y sirvió muy bien a Su Majestad en los cargos que tuvo.
Volvamos a decir que en aquel tiempo[143] mandó Su Majestad que viniese por visorrey y presidente de la Nueva España don Antonio de Mendoza, hermano del marqués de Mondéjar, y por oidores cuatro licenciados, que se decían: Tejada, de Logroño, y un licenciado anciano que se decía Loaisa, de la Ciudad Real, y el licenciado Santillán, que después fue dotor, natural de Sevilla, y el doctor Quesada Ledesma; y dende a pocos días vino el licenciado Mejía, que después fue dotor, natural de Sant Martín de Valdeiglesias, y el doctor Herrera decían que era natural de cerca de Guadalajara. No se me acuerda del tiempo que estuvieron por oidores, porque unos iban a Castilla y otros venían y otros quedaban; no hace mucho al caso a nuestra relación no declarallo. En aquel tiempo vino por visitador de toda la Nueva España, y para hacer guardar las reales ordenanzas, el licenciado Tello de Sandoval, natural de Sevilla, y tomó residencia al visorrey don Antonio de Mendoza y a los oidores, y halló que eran retos jueces, puesto que tuvo ciertos pundonores y cosquillas con el visorrey; y después que tomó la residencia se volvió a Castilla a ser oidor, y dende a poco tiempo fue presidente del Real Consejo de Indias y después obispo de Osuna o de…[144].
Y en aquellos tiempos vino a Méjico por juez de residencia de Nuño de Guzmán, y para hacer ciertas averiguaciones en lo… Jalisco, un licenciado que se decía de la Torre, natural de Badajoz… licenciado como traía buenas ganas de hacer justicia sobre el caso que venía, y fue él al que hobieron metido unos naipes en la manga del tabardo, según dicho tengo en el capítulo que dello habla, y de enojo dello murió. También en aquella sazón vino de Castilla un licenciado que se decía Vena, y hizo encreyente al virrey y a toda la Audiencia Real que Su Majestad le enviaba para tomar residencia al licenciado Tejada y quedar por visitador de la Nueva España, y sobre ello tuvo tales embustes, que el virrey y Audiencia Real se lo creían y le mandaron asentar un día en los estrados juntamente con ellos; y desque vieron que no mostraba las provisiones, sino unos papeles falsos que traía sellados, y decían en ellas y en los sobrescriptos títulos y provisiones reales que Su Majestad le dio para ser visitador y tomar residencia al Tejada, y todo lo demás de dentro lo vían en blanco, y desque alcanzaron a saber sus maldades le mandaron dar docientos azotes muy bien pegados; porque demás desto tenía otra manera para con sus embustes lo prestaron ciertas personas que tenían pleitos dineros, y por todo le desterraron de Méjico después de azotado. Y en este tiempo mandó Su Majestad ir al Perú al visorrey don Antonio de Mendoza para pacificar aquel reino, que estaba alterado, y ansí como llegó y encomenzó a hacer justicia, quiso Dios llevarle para su santa gloria, y de su muerte se hizo gran sentimiento, y tuvieron mucha razón, porque en lo que vimos cuando era visorrey en la Nueva España la gobernó muy bien y es digno de muy loable memoria por sus muchas virtudes.
Luego vino en su lugar por visorrey don Luis de Velasco, natural de Palencia, de tierra de Campos[145]; nunca con él comuniqué sino por cartas mensivas que le escrebí y me respondía acerca de un hijo mío que residía en su casa, y dicen que tuvo el cargo de virrey y gobernador diez y seis años, a cabo de los cuales fallesció, y pocos meses antes que Dios le llevase desta vida había enviado Su Majestad a Méjico a un licenciado o dolor que se decía[146] de Valderrama, natural de Talavera; dicen que vino por visitador de la Nueva España, y según oí decir, que después que fallesció el virrey don Luis de Velasco, quiso ser supremo en el mando, y los señores oidores de la Real Audiencia no se lo consintieron, y hicieron relación dello a Su Majestad, y le envió a mandar que se volviese a Castilla a ser oidor, como de antes era, en el Real Consejo de Indias, y así como llegó fallesció. Y también en aquel tiempo o medio año antes volvió de Castilla el licenciado Zainos a ser oidor, como lo había sido antes, de la Real Audiencia de Méjico.
Y volviendo a nuestra relación, como en Castilla se supo que era fallescido el don Luis de Velasco, mandó Su Majestad venir por visorrey y gobernador a un caballero que se decía don Gastón de Peralta, marqués de Falces, conde de Santisteban, mayordomo mayor de Su Majestad, del reino de Navarra. Estuvo cierto tiempo en la ciudad de Méjico; dicen[147] que era apacible y de buena conversación, y en el tiempo que estuvo en Méjico no hobo tantas alteraciones[148] sobre las cosas que el marqués don Martín Cortés, y de un Alonso de Ávila, y de un su hermano que se decía Gil González de Benavides, hijos que fueron de Gil González de Benavides el Viejo y sobrinos de un capitán que pasó con Cortés de los primeros a la Nueva España, que se decía Alonso de Ávila, otras veces ya por mi memorado. Y volviendo a la plática, aquestos sus dos sobrinos fueron los que degollaron, y se hicieron otras muchas justicias sobre las alteraciones y rebeliones.
Y para que más claramente se entienda sobre qué fueron, es de la manera que agora diré: El capitán Alonso de Ávila, tío de los dos sobrinos de quien hicieron justicia, tenía depositado, por cédula de encomienda que le dio el marqués don Hernando Cortés, un buen pueblo e indios que se dice Cuautitlán, cerca de Méjico, y como falleció el Alonso de Ávila, cúyo de antes era el pueblo, demandóle el fiscal de Su Majestad por estar vaco y ser de la corona real, porque el Gil González de Benavides, hermano de Alonso de Ávila, no tuvo titulo ni cédula de encomienda del pueblo, sino que se servía dé] por poder que le había dado su hermano el capitán Alonso de Ávila, y porque el Gil González de Ávila de Benavides, padre de los que degollaron, nunca fue conquistador de Méjico; cuando vino a Méjico ya estaba conquistada la Nueva España, salvo que fue en compañía de Cortés cuando fuimos a las Higueras. Y porque otras personas sabrán muy más por extenso contar los trances que en Méjico hobo sobre ello mejor que no yo, remítome a lo que en aquella causa está escrito, y porque yo vivo en la ciudad de Santiago de Guatemala, donde soy regidor, y no voy a Méjico ni tengo allá en qué entender con virreyes ni la Real Audiencia, no tocaremos en estas teclas.
Volvamos agora en la provincia de Jalisco, que el primer capitán que en ella hobo se decía Nuño de Guzmán… estuvo sujeta aquella provincia a la Audiencia Real de… años. Mandó Su Majestad hobiese Real Audiencia en ella sin… cosas que convenían, era suprema en el mando la… agora me han dicho en esta sazón que está sobre sí con y… provincias, no tengo más noticia de ellas de lo que aquí digo… de Yucatán, ques en la banda del Norte, que los primeros… capitanes se decía el adelantado don Francisco de Montejo su hijo… Montejo, naturales de Salamanea, y estuvo ciertos años de… y en el año de quinientos y cincuenta mandó Su Majestad que estuviera sujeta de Guatemala, y dende a cuatro o cinco años que estuvo de la manera que he dicho, mandó Su Majestad que volviese a estar sujeta a Méjico. Y en aquel tiempo fue a Castilla un licenciado que se decía Quijada, que después fue dotor, natural de Sevilla, el cual solía ser vecino en Guatemala, y tenía pueblos de indios en encomienda que le rentaban setecientos pesos, y por cudicia de ser gobernador suplicó a Su Majestad que le hiciese merced de la gobernación de Yucatán, con tal que dejó los indios y los pusieron en cabeza de Su Majestad, y tuvo la gobernación ciertos años, y en la residencia que le tomaron parece ser que no gobernó como debía, le privaron de la gobernación, por manera que por cudicia de querer mandar perdió los indios que tenía ciertos, y condenado en costas, y fue a Castilla sobre ello e allá murió. Y en su lugar vino por gobernador de Yucatán un Luis de Céspedes, natural de Ciudad Real, y tuvo la gobernación cuatro años, y según entendí no gobernó bien y se la quitaron; dicen que se fue huyendo a Castilla.
Dejemos lo de Yucatán, pues siempre ha ido desde el principio de mal en peor en la mala gobernación, y pasemos a la gobernación de Guatimala, que el primer capitán y gobernador que en ella fue se decía don Pedro de Alvarado, natural de Badajoz, y en el año de veinte y seis fue a Castilla a suplicar a Su Majestad le hiciese merced de la gobernación destos reinos, y entretanto que fue dejó por su lugarteniente a un su hermano que se decía Jorge de Alvarado, el cual en aquella sazón se había casado con una hija del tesorero Alonso de Estrada, el cual tesorero en aquel tiempo era gobernador de Méjico, y desde obra de un año que estaba él gobernando a Guatemala envió Su Majestad la primera Real Audiencia que hobo en Méjico, según dicho e memorado tengo, y ansí como llegaron a Méjico enviaron a tomar residencia al Jorge de Alvarado, y el que vino para se la tomar se decía Francisco Orduña, y era hombre anciano, natural de Tordesillas. Lo que en la residencia pasó no lo alcancé a saber, salvo que me han dicho que mandaba como gobernador, y dende a obra de tres meses que estaba el Orduña tomando la residencia, volvió de Castilla el don Pedro de Alvarado con título de gobernador y trujo una encomienda de Santiago. Entonces vino casado con una señora que se decía doña Francisca de la Cueva, la cual murió ansí como llegó a la Veracruz.
Volvamos a nuestra plática. Que llegado el adelantado a Guatemala, luego con mucha presteza hizo una buena armada, con la cual fue al Perú, y entretanto que fue dejó por su teniente de gobernador al propio su hermano Jorge de Alvarado, y dende en ciertos años volvió el adelantado del Perú muy rico. Y en aquella sazón envió la Real Audiencia de Méjico otra vez para tomar residencia y por juez de agravios al licenciado Alonso Maldonado, natural de Salamanca, que era oidor de la Real Audiencia de Méjico, y según paresció en la residencia y cosas que acusaron al adelantado hobo de volver a Castilla ante Su Majestad, y como nuestro rey e señor era cristianísimo y tuvo noticia de los servicios que le hizo, le dio por libre de los agravios y casos que le pusieron en las cosas que convenía e que pagase a Su Majestad. Y en aquella sazón se casó con otra señora hermana de la primera mujer, la cual se decía doña Beatriz de la Cueva, y como le favorescía el duque de Alburquerque y el comendador mayor de Alcántara, don Pedro de la Cueva, y don Alonso de la Cueva, parientes de su mujer, Su Majestad le hizo merced que fuese gobernador, como lo era antes, por ciertos años, y venido a Guatemala hizo una muy grande armada para irse por el poniente a la China, islas de la Especería, todo lo cual tengo declarado en el capítulo que de ello habla… armadas, y entretanto que fue con su flota dejó por su teniente de gobernador a don Francisco de la Cueva, que era licenciado y primo de la mujer, y aun he oído decir que le… sé cosa alguna cierta de la gobernación si no fuese con parescer y acuerdo… moría don Francisco Marroquín.
E yendo ya el adelantado con trece navíos y sobre seiscientos soldados, llegó con toda su armada a la provincia de Jalisco, y estando para hacerse a la vela y seguir su derrota, le trujeron cartas, las cuales le envió un capitán que se decía Cristóbal de Oñate, enviándole a suplicar con grandes ruegos, y en nombre de Su Majestad le pedía que luego le fuese a socorrer, que estaba para perderse él con un su ejército de españoles en unos pueblos o fortalezas que se dicen Nochiztlán, y que de día y de noche le herían y mataban muchos españoles, y que no se podía valer, y que estaba en grande aprieto y necesidad, porque si los indios de Nochiztlán quedasen con vitoria, toda la Nueva España corría riesgo. Y desque el don Pedro de Alvarado oyó y entendió aquellas nuevas y tan ciertas, mandó a sus capitanes y soldados que con brevedad le fuesen a socorrer, y con mucha presteza fue a los peñoles y con su socorro aflojé alguna cosa el combate que los indios de aquella provincia daban a los españoles, mas no de manera que les quitasen de hacer con grande esfuerzo como valientes guerreros, y no embargante el socorro, estaban en grande necesidad los españoles, porque les mataban muchos soldados. Pues desque encomienza la adversa fortuna viene un desmán tras de otro; y es que estando el don Pedro de Alvarado peleando contra los escuadrones de los indios guerreros, paresció ser que un soldado, estando peleando, se le desriscó un caballo y vino rodando por el peñol abajo, con tan gran ímpetu por donde el adelantado estaba, que no se pudo apartar a cabo ninguno sin que el caballo lo tomase debajo, de arte que le magulló el cuerpo, y fue de tal manera que se sintió dello muy malo, y para guarecerle y curalle le llevaron en andas a una villa que allí había más cercana de aquellos peñoles, que se dice La Purificación, e yendo por el camino se comenzó de pasmar, y llegado a la villa, después de haberse confesado y comulgado, dio el ánima a Dios que la crió; algunas personas dijeron que testamentó[149].
Como murió el adelantado, envió la Real Audiencia de Méjico por gobernador al licenciado Alonso Maldonado, ya otra vez por mí nombrado, y dende a obra de un año questo pasó mandó Su Majestad que viniese Audiencia Real a esta provincia de Guatemala, y vino por presidente della el mesmo licenciado Alonso Maldonado, la cual asentaron en una villa que se dice Gracias a Dios, y vinieron tres oidores, que se decían el licenciado Rogel de Olmedo, y el licenciado Pedro de Quiñones, natural de León, y el doctor Herrera, de Toledo, y dende a cierto tiempo mandó Su Majestad que se pasase la misma Real Audiencia a esta ciudad de Santiago de Guatemala, e porque el licenciado Alonso Maldonado había muchos años que había estado por oidor de Méjico y presidente en estas provincias, y tenía necesidad de ir a negociar ante Su Majestad que le hiciese merced del adelantado de Yucatán y pueblos de indios que fueron de su suegro, el adelantado don Francisco de Montejo, que en aquella sazón había fallescido, envió a suplicar a Su Majestad le diese licencia par ir a Castilla, la cual licencia le mandó dar con tal que primero diese residencia, en la cual le hallaron y tuvieron r muy buen juez.
En su lugar mandó Su Majestad venir por presidente al licenciado que se decía Alonso López Cerrato, natural de Extremadura, y por oidores al licenciado Tomás López, natural de Tendilla, y al licenciado Zorita, de Granada. Y, como dicho tengo, estaba antes por oidor el licenciado Pedro Ramírez de Quiñones, y desque el presidente Cerrato hobo estado cuatro años, y estaba… viejo, y era de la Iglesia, envió a suplicar… estaba bien informado en el Real Consejo… pado otro mayor ruego en que pudiese… con que diese residencia, y para se la tomar… Quesada, natural de Ledesma, y estando… fue Dios servido de llevarlo desta vida y… doctor Quesada, que se la estaba, tomando, y quedó por presidente el oidor más antiguo, el cual fue el licenciado Pedro Ramírez.
Y dende a poco tiempo Su Majestad mandó venir por presidente al licenciado Juan Martínez de Landecho, natural de Vizcaya, y aquel tiempo o pocos meses antes vino por oidor el licenciado Loaisa, natural de Talavera, y también en aquel tiempo vino por oidor el doctor Antonio Mejía, natural de San Martín de Valdeiglesias, que solía estar con el mesmo cargo en la Real Audiencia de Méjico. Y porque el doctor Mejía y otro dotor que se decía Herrera, que también era oidor de la Real Audiencia de Méjico, tuvieron ciertos debates o cosquillas, y por metellos en paz Su Majestad mandó el dotor Mejía viniese a esta provincia por oidor, y el doctor se fue a Castilla, y, según paresció, dende a cierto tiempo mandó Su Majestad que tomasen residencia al doctor Mejía, la cual le tomó el presidente Landecho, e por ciertos cargos que le puso le privó del oficio real por ciertos años, y sobre ello fue a Castilla y se libró dellos, y en tanto que le proveían de otro real cargo fue corregidor de Talavera, y después fue proveído por presidente de la Real Audiencia de Santo Domingo, donde murió con el cargo de presidente.
Y en su lugar del doctor Mejía vino por oidor desta Real Audiencia el dotor Barros de Sanmillán, natural de Segovia, y si tuviera algunas barbas, como decían que tenía letras, le autorizaran mucho su persona. Y dende a pocos años que estaba por presidente el licenciado Landecho mandó Su Majestad que la misma Audiencia Real que estaba en esta ciudad de Santiago se pasase a Panamá, porque dizque informaron que estaría allá mejor e por otras causas que yo no alcancé bien a saber. Y demás desto mandó Su Majestad que tomasen residencia al licenciado Landecho y a todos los demás oidores que en ella residían, y si los hallasen culpados los quitasen, y para tomar la residencia vino proveído el licenciado Francisco Briseño, natural del Corral de Almaguer, que de antes había sido oidor en el Nuevo Reino de Granada, e trujo comisión para tomar esta residencia y pasar el real sello a Panamá, y para tener cargo dél fuese proveído al oidor que más sin cargos hallase y sintiese ser más justificados, y también trujo comisión para tomar cuenta a los oficiales de la Real Hacienda y a los bienes de los difuntos, y para que los pleitos que estuviesen comenzados por la Real Audiencia pasada que los acabase de los fenescer y concluir.
Y volviendo a nuestra materia, tomó residencia al licenciado Landecho, que era presidente, y al licenciado Loaisa, oidor, y al doctor Barros, y vistos sus cargos y descargos, les privó de oficio real por ciertos años y les condenó en cierta cantidad de moneda al presidente Landecho y al Loaisa, y dejó libre al doctor Barros, e hobieron de ir sobre ello a Castilla, y Su Majestad mandó que el licenciado Landecho fuese con cargo de oidor al Perú, yo no sé otro cargo que dicen que llevaba, y llegado a Panamá fallesció, y el licenciado Loaisa vino a esta ciudad por oidor, y desde aquí le mandó Su Majestad que fuese por oidor a lo de Chile; al doctor Barros proveyó para que fuese con el real sello hasta Panamá y que estuviese allí por presidente de la Real Audiencia hasta que Su Majestad otra cosa mandase, y la causa por qué le envió con el real sello fue porque le hallaron con menos cargos. Y después que el licenciado Briseño hobo despachado el real sello y salió con el ilustre cabildo desta ciudad y otros caballeros, fue a la villa de la Trinidad a partir ciertos términos y jurisdiciones, y luego fue a ver ciertas tierras de labor de trigo que habían tomado a unos pueblos, y se las hizo volver a cúyos eran, e visitó toda su provincia, y esto hacía sin llevar salario de parte alguna; y si hobiese de decir en todo el tiempo que estuvo por gobernador cuán bien lo hacía, sería larga relación, y quedarse ha en silencio. Mas lo que a mí me… que tuviera sufrimiento, y con los negociantes… era buen juez, mas todo lo borraba con su… que le parecía a él ser bien dicho… en el año de mil e quinientos y sesenta y seis, siendo… mes de mayo, entre la una y las os del día, comenzó a temblar de tal arte la tierra, que levantaba las casas y paredes y aun tejados, y cayeron en el suelo muchas dellas, y otras quedaron sin tejas, acostadas a un lado, que pensamos que la tierra se abría para nos sorber, y puesto que todos salirnos al campo, no estábamos seguros, ni tampoco osábamos dormir dentro de nuestras casas, que en el campo, y en los patios, y en la plaza desta ciudad hacíamos nuestros ranchos.
Y porque destos recios temblores hay mucho que decir, que duraron nueve días, y toda esta ciudad, juntamente con la clerecía y religiosos y todas las señoras con grandes procesiones, diciplinándonos todos los más demandando a Dios misericordia, y se entendieron en paces y amistades y otras santas y pías obras, y fue cosa de admiración ver cómo cuando íbamos en aquestas santas procesiones, dando gemidos y llorando, corriendo sangre de las espaldas, no podíamos ir adelante ni tenernos en los pies, porque como era a media noche, caían casas de tejados, con el gran ruido que la tierra hacía cuando temblaba las tapias que venían sobre nosotros, y aunque ébamos por mitad de las calles, temimos que era venido el fin de nuestros días, e con oraciones y contritas confesiones y penitencias, que en todo esto hacíamos, quiso Dios que echásemos suertes a muchos santos, y entre ellos a señor Sant Sebastián, para que abogase a Dios Nuestro Señor misericordia, que cayó la suerte por nuestro abogado al bienaventurado mártir Sant Sebastián, y desde en esto comenzó a aflojar el recio temblor, y prometimos ir cada año en procesión a una iglesia que hecimos en el campo de señor San Sebastián y celebrar su fiesta, víspera y día. Mucho había que decir sobre estos recios temblores, y cómo luego vino una avenida de mucha agua, que salió de medio un arroyo, que quiso anegar esta ciudad, y desde entonces hicimos una puente muy buena.
Dejemos esta plática y volvamos a decir de la rebelión y alborotos que en aquella sazón en Méjico hobo sobre lo del marqués don Martín Cortés y los hijos de Gil González de Ávila, que degollaron. Como somos en esta ciudad muy buenos y leales vasallos y servidores de Su Majestad, el ilustre cabildo della, con todos los demás caballeros, ofrescimos todas nuestras haciendas y personas para si menester fuera ir contra los de la rebelión, y pusimos guardas y asechanzas y buen recaudo de soldados por los caminos para si algunos de los deservidores de Su Majestad por acá aportasen prendellos, y demás desto hecimos un real alarde para ver y saber qué arcabuceros y hombres de a caballo con todo su aparejo de armas había; que cierto fue cosa muy de ver las ricas armas que salieron, y más la pronta voluntad que todos teníamos para ir, si menester fuera, a Méjico en servicio de Su Majestad. Y paréceme a mí ques tan leal esta ciudad, que en nasciendo los hijos de los conquistadores tienen escritos en el pecho y corazón la lealtad que deben tener a nuestro señor rey.
Pues ya que estábamos muy a punto, como dicho tengo, vinieron cartas de Méjico, de fe y de creer, cómo eran degollados los dos hermanos que se decían Alonso de Ávila y Benavides, y desterrados y hecho justicia de otros de la rebelión, y que todo estaba en alguna manera seguro, mas no muy pacífico. Y cuando lo supimos en el ilustre cabildo desta ciudad, puesto que como cristianos nos pesé as… parte descansaron nuestros corazones… cos días nos vinieron otras ca… los consejos personas de cal… cuántos y por qué causas a… llasen culpados quitasen… muy retos justificados oid… a hacer justicia a los jueces… oidor que fue en Castilla, y… halló justicia a ciertos hombr… declaró por su honor que habí… servicio que se debe a Su Majestad… y ser obligado a ello… siempre procuraba de ser… no quedó con buena fama. Dios lo remedie todo, ansí lo uno como lo otro. En Castilla pasan estos pleitos, allá lo sabrán más por extenso que yo lo escribo.
Mucho me he detenido de traer a la memoria cosas que en cinco años que gobernó esta provincia el licenciado Briseño pasaron; dejarlo he aquí y diré de la gobernación de la provincia de Honduras, que enviaron los frailes jerónimos, que estaban por gobernadores en la isla de Santo Domingo, que plugiera a Dios que nunca tales hombres enviaran, porque fueron tan malos y no hacían justicia ninguna, porque demás de tratar mal a todos los indios de aquella provincia, herraron muchos dellos por esclavos y los enviaban a vender a la Española, y a Cuba, y a la isla de San Juan de Baruquen, y decíanse aquellos malos gobernadores: el primero, Fulano de Albitez, y el segundo, Cereceda, natural de Sevilla, y el tercero, Diego Díaz de Herrera, que también era de Sevilla, y estos tres fueron principio de echar a perder aquella provincia. Y esto que aquí digo sélo porque cuando vine con Cortés a lo de Honduras me hallé en Trujillo, que se decía en nombre de indios Guaimura, y me hallé en Naco, y en el río de Pichín, y en el de Balama, y en el de Ulúa, y en todos los más pueblos de aquellas comarcas, y estaba muy poblado y de paz, y en sus casas con sus mujeres y hijos. Y desque fueron aquellos malos gobernadores los destruyeron, de manera que en el año de mil y quinientos y cincuenta y un años, cuando por allí pasé, que vine de Castilla, como me conocieron dos caciques del tiempo pasado, me contaron sus desventuras y malos tratamientos con lágrimas en sus ojos, y hobe mancilla de ver la tierra de aquel arte.
Y en el año de mil y quinientos y cincuenta había estado por gobernador un hidalgo que se decía Juan Pérez de Cabrera, el cual murió dende a dos años; no hizo mal ni bien, y volvió a estar aquella provincia sujeta a Guatemala, y en todo lo que se pudo remediar le ayudaban y favorescían los presidentes y gobernadores de Guatemala. Y en aquel tiempo vino a ella por gobernador un licenciado que se dice Alonso Ortiz de Argueta, natural de Almendralejo, y gobernó ciertos años; no dejó buena fama en la residencia que le tomaron. Después vino otro gobernador que se decía Juan de Vargas Carvajal; según dicen, lo hizo peor que los pasados, y si no muriera antes que le tomasen la residencia, librara muy mal.
Volvamos a la provincia de Soconusco, que está entre Guatemala y Guaxaca. Digo que en el año de veinti y cinco estuve en ella de pasada ocho o diez días, y solía ser poblada de más de quince mil vecinos, y tenían sus casas y huertas de cacaguatales muy buenas, y toda la provincia hecha un vergel de árboles de cacaguatales, y era muy apacible, y agora, en el tiempo de quinientos y sesenta y ocho, está tan fatigada y despoblada, que no hay en ella mil y docientos vecinos. Me dijeron que los unos se murieron de pestilencia, y otros que no les dejan reposar los alcaldes mayores y corregidores y alguaciles que tienen, y de muchos clérigos y curas que les ponen los perlados, y ciertamente que hay tantos que la mitad sobran.
Mas, pecador de mí, que no habían de ser tan codiciosos como son, que por el trato de unas como almendras que se dice cacao, de que hacen una cosa como a manera de brebaje, que beben, ques muy bueno, sano y sustancioso, y como en aquella provincia hay muy bueno, andan muchos mercaderes entre los… se lo comprar, y ansí los curas y clérigos y alcaldes… alguaciles, a este efeto, ni les dejan reposar, y es… tan destruida de cuán próspera la vi… a los señores que mandan en el real… y como no me hallo presente en la… y de cada día vienen de mal… proveer de gobernador… oñez de Villa Quiján, natural… justicia y quitase de trato de mer… hacían ansí los clérigos y alguaciles… decía que fue el que… vino y otras muchas cosas de mercaderías a precios muy subidos, y hicieron ciertos desatinos y malos tratamientos que los indios no se podían valer dellos, porque más reclamaba que les hiciese justicia.
Y ansí como llegó a la Nueva España por virrey el ilustrísimo marqués de Falces, etcétera, tuvo noticia dello, por la que dieron de aquel Pero Ordóñez, que estaba por gobernador, y le envió a tomar residencia, y estándosela tomando se huyó en parte que no se pudo haber tan presto, porque hizo muchos delitos muy probados; hanme dicho que se ha ido huyendo a Castilla.
Y después desto vino por gobernador de la misma provincia un Pedro de Pacheco, natural de Ciudad Real; fama tenía que era buen gobernador. Sobre ciertas cosas la Audiencia Real desta ciudad le envió a tomar residencia, y sobre tratos que dicen que tenía con los indios le mandaron venir preso a esta ciudad, y de dolencia y enojos dicen que murió. Y desta manera que he dicho ha pasado en aquella provincia y gobernación.
Vamos adelante a la provincia de Nicaragua, quel primero que la comenzó a poblar y la conquistó fue un capitán que allá envió Pedrarias de Ávila en el tiempo que fue gobernador de tierra firme, el cual capitán se decía Francisco Hernández, hombre de calidad; ya se ha de entender que no lo digo por el primer descubridor de Yucatán, que también se decía Francisco Hernández de Córdoba, sino por el que envió el Pedrarias de Ávila, el cual mandó degollar en el año de mil y quinientos y veinte y cuatro, porque fue informado por cosa muy cierta que se alzaba con aquella provincia, con favor que para ello le prometió Cortés, cuando estábamos en lo de Honduras, según lo tengo escrito en el capítulo que dello habla; por manera que Pedrarias de Ávila tenía ya degollados dos capitanes: el primero se decía Vasco Núñez de Balboa, el cual hobo esposado con una su hija, y el segundo fue este Francisco Hernández de que hemos hecho minción. Y después que hobo mandado hacer justicia dél, envió a suplicar a Su Majestad que le hiciese merced de aquella gobernación de Nicaragua para un yerno suyo que se dice Rodrigo de Contreras, natural de Segovia, con quien había poco tiempo que casó a una su hija que se decía doña Mar Arias de Peñalosa. Habiendo gobernado Rodrigo de Contreras ciertos años, vino mandado de Su Majestad que le quitasen la gobernación, y estuvo mucho tiempo debajo de la Real Audiencia de Guatemala.
Y desde a ciertos años Su Majestad hizo merced de la gobernación della y de la Costa Rica, que aún no estaba conquistada a n hidalgo, que se decía Juan Vázquez Coronado, natural de Salamanca, y viniendo por la mar se perdió el navío en que venta y se ahogó. Perdónele Dios. Y después acá ha habido otros gobernadores, que aquí declaro, porque como aquella provincia es de muy pocos indios y viene cada día a menos, valdría más que no tuviese tantos gobernadores[150].
Dejaré de contar tantas cosas acaescidas en aquella provincia, ni de sus volcanes, que echan grandes llamaradas de fuego, ni tampoco quiero poner por memoria la entrada que fue desde Méjico Francisco Vázquez Coronado a las ciudades que dicen de Cibola; porque yo no fui con él, no tengo que hablar en ello: los soldados que fueron aquel viaje lo sabrán mejor relatar. Mas se decía que en aquella gran ciudad meses antes fue… y hermosa… llevado a la provincia… con que halló a los… sonas dijeron que pe… desto cayó malo en… no faltó quien dijo que… la guerra de Troya y… En aquella entrada que… de pesos de oro de su… tero de la vuestra armada… muertes y trabajos de hambres y de otras malas venturas… hacienda de Su Majestad y las suyas, y se volvieron a Méjico perdidos.
Y he dicho lo mejor que he podido de todos los gobernadores que ha habido en toda esta provincia de la Nueva España, bien es que diga en otro capítulo de los arzobispos y obispos que ha habido.
[AQUÍ CONCLUYE EL CÓDICE AUTÓGRAFO.]