Capítulo CXLVIII. Cómo se hizo alarde en la ciudad de Tezcuco en los patios mayores de aquella ciudad, y los de a caballo y ballesteros y escopeteros y soldados que se hallaron, y las ordenanzas que se pregonaron, y otras cosas que se hicieron
Después que se dio la orden, ansí como atrás he dicho, y se enviaron mensajeros e cartas a nuestros amigos los de Tascala y a los de Chalco, y se dio aviso a los demás pueblos, acordó Cortés con nuestros capitanes y soldados que para el segundo día de Pascua del Espíritu Santo, que fue del año de mil y quinientos y veinte y un años, se hiciese alarde; el cual alarde se hizo en los patios mayores de Tezcuco, y halláronse ochenta y cuatro de a caballo y seiscientos y cincuenta soldados despada y rodela, y muchos de lanzas, y ciento y noventa y cuatro ballesteros y escopeteros, y déstos se sacaron para los trece bergantines los que agora diré. Para cada bergantín, doce ballesteros y escopeteros, éstos no habían de remar, y además desto también se sacaron otros doce remeros para cada bergantín, o [por] banda seis, que son los doce que he dicho, y más desto un capitán para cada bergantín; por manera que sale cada bergantín a veinte y cinco soldados con el capitán; e trece bergantines que eran, a veinte e cinco soldados, son docientos y ochenta y ocho, e con los artilleros que les dieron demás de los veinte e cinco soldados, fueron en todos los bergantines trescientos soldados, por la cuenta que he dicho; y también les repartió todos los tiros de fustera e halconetes que teníamos, y la pólvora que le parescía que habían menester. Esto hecho, mandó pregonar las ordenanzas que todos habíamos de guardar.
Lo primero, que ninguna persona fuese osado de blasfemar de Nuestro Señor Jesucristo, ni de Nuestra Señora, su bendita madre, ni de los santos Apóstoles, ni otros santos, so graves penas.
Lo segundo, que ningún soldado tratase mal a nuestros amigos, pues iban para nos ayudar, ni les tomasen cosa ninguna, aunque fuesen de las cosas que ellos habían adquirido en la guerra, y aunque fuese india ni indio, ni oro, ni plata, ni chalchiuis.
Lo otro, que ningún soldado fuese osado de salir de día ni de noche de nuestro real para ir a ningún pueblo de nuestros amigos ni a otra parte a traer de comer ni otra cualquier cosa, so graves penas.
Lo otro, que todos los soldados llevasen muy buenas armas y bien colchadas y gorjal y papahigo y antiparras e rodela; que como sabíamos que era tanta la multitud de vara y piedra y flecha y lanza, para todo era menester llevar las armas que decía el pregón.
Lo otro, que ninguna persona jugase caballo ni armas por vía ninguna, con gran pena.
Lo otro, que ningún soldado, ni hombre de caballo, ni ballestero, ni escopetero, duerma sin estar con todas sus armas vestidas y con los alpargates calzados, ecepto si no fuese con gran necesidad de heridas o de estar doliente, porquestuviésemos muy aparejados para cualquiera tiempo que los mejicanos viniesen a nos dar guerra. Y demás desto se pregonó las leyes que se mandan guardar en lo militar, ques que al que se duerme en la vela o se va del puesto, que le ponen pena de muerte, y se pregonaron que ningún soldado vaya de un real a otro sin licencia de su capitán, so pena de muerte. Lo otro, quel soldado que deja a su capitán en la guerra o batalla e huye, pena de muerte. Esto pregonado, diré en lo que más se entendió.