MI PISTOLA, MI MOTO Y YO
AEROPUERTO INTERNACIONAL BENITO JUÁREZ, MÉXICO D. F.
Black Angel no recuperó totalmente la conciencia hasta que el balanceo de su cabeza, a causa de los traqueteos del automóvil, casi le disloca el cuello. Sentía una horrible jaqueca, como la resaca de una noche de desenfreno, y un extraño sabor pastoso en la boca. Intentó abrir los ojos, aunque la luz del sol le cegaba. No recordaba cómo había pasado la noche, y en cuanto recuperó el control de sus músculos, intentó averiguar dónde se encontraba.
Era un coche. Circulaban por una autopista que le resultaba familiar. Juraría que ya había visto aquel paisaje antes. Eso solo podía significar que se trataba de la carretera de Catemaco a D. F. Estaban regresando a la capital.
Se hallaba, de nuevo, en el asiento trasero. Justo detrás del copiloto. No reconoció su nuca, pero sí la de Afanador, que iba al volante. Giró la cabeza a la izquierda y allí estaba Ana. Sin embargo, algo no encajaba en aquella estampa: la intrépida motera, la audaz Bruja, la biker temeraria y fuerte que lo había noqueado de un golpe certero en la base del cráneo estaba llorando… En silencio, conteniéndose los gemidos con la mano para no hacer ruido, aunque sus lágrimas deslizándose por las mejillas caían como un torrente de tristeza incontenible.
Ángel se quedó absorto un instante, contemplando lo que se le antojaba inconcebible. Jamás habría podido imaginar que aquella mujer misteriosa, de la mirada de hielo, pudiese llorar. Supuso que se sentiría incómoda por su descubrimiento, así que volvió a cerrar los ojos y comenzó a desperezarse, para dar tiempo a su compañera de recomponerse.
—Dios…, ¿qué ha pasado? ¿Dónde estoy?
En cuanto Ana se dio cuenta de que el motorista estaba recuperando la consciencia, se secó las lágrimas con la manga y trató de recuperar el control de la situación.
—Estamos regresando a D. F. para que tomes el avión de vuelta a Barcelona. Tu trabajo aquí ya ha terminado.
—Me siento como una mierda… ¿Puedo saber por qué coño me golpeaste tan fuerte ayer? ¿Estás loca?
Ana miró a Afanador y comprobó que llevaba los auriculares y que el copiloto continuaba durmiendo como un tronco, antes de contestar, bajando la voz y acercándose más al motorista.
—Ayer casi vuelves a cagarla. Te dije que tenías que aguantar vieses lo que vieses. Si no te hubiese golpeado, podrías habernos puesto en peligro a los dos. He tenido que decirle a don Rómulo que te pegué porque te pusiste cachondo y trataste de follar conmigo, para que no quedases otra vez como un inútil.
—No, no recuerdo con claridad. Tengo solo imágenes borrosas… —De pronto la escena de aquella niña violada y torturada por aquel grupo de hombres resucitó en su memoria, y una profunda sensación de pánico explotó en su pecho, escociendo como un puñado de sal en una herida abierta—. Espera… No, no es posible… Recuerdo a una niña… Por favor, dime que solo ha sido un mal sueño.
—No, Ángel, no ha sido un sueño —dijo la mujer mientras sacaba un pequeño espejo de su bolso—. Mírate la cara.
Su aspecto era lamentable. Tenía unas profundas ojeras, estaba pálido y su mentón y su barbilla presentaban restos de una sustancia de color amarronado. Recordó la imagen del Matagentes acercándole a los labios un cuenco con un líquido rojo y caliente, y su imaginación se temió lo peor… Ana leyó sus pensamientos, pero no se atrevió a confirmarlos.
—No, lo que estoy pensando no puede haber ocurrido —dijo el motorista mientras se incorporaba en el asiento—, es imposible. Me niego a aceptarlo.
Ana le tendió un periódico: era un ejemplar del diario juarense El Norte. Ángel echó un vistazo a la portada, pero no vio nada que llamase su atención y miró a la mujer con expresión de «no entiendo para qué coño me das esto». Ella interpretó su mirada y pronunció tres palabras:
—Busca en Local.
El motorista comenzó a pasar las páginas del periódico. Era de formato muy alto, incómodo de manejar, así que dejó a un lado la sección de deportes, internacional, economía, etcétera, y se quedó solo con las páginas de información local. No tuvo que buscar mucho. En el ángulo inferior izquierdo de la página, en una noticia breve, se informaba de una nueva desaparición de tres jóvenes en la ciudad fronteriza. Ángel reconoció una de las tres fotos que ilustraban la noticia. Era la niña de su pesadilla. No había duda.
Miró a la Bruja buscando alguna explicación. Ana apretaba las mandíbulas con fuerza para contener las lágrimas que de nuevo intentaban abrirse camino desde sus ojos. Respiró hondo, se sonó la nariz y bajó aún más el tono de voz.
—Sí. Son ellas. Ahora hay que esperar unos días a que aparezcan los cuerpos, con la esperanza de que esta vez los asesinatos tengan repercusión mediática. De lo contrario, no habrá servido de nada.
—Pero de qué cojones estás hablando —explotó Ángel cada vez más furioso—. ¿Cómo que no habrá servido de nada? Esos hijos de puta se ponen cachondos violando niñas y tú dices que hay que esperar que tenga repercusión… ¿Te has vuelto loca?
Ana le hizo un gesto para que bajase la voz, cuando el gatillero que dormitaba en el asiento del copiloto se revolvió a punto de despertarse. Afanador seguía entretenido con los auriculares, balanceando la cabeza al ritmo de algún narcocorrido.
—No te confundas. Esto no tiene nada que ver con el sexo. Es solo la firma de un contrato, nada más. Sé que es duro, pero estas son las reglas del juego. Quizá deberías habértelo pensado antes. Te dije que nada es lo que parece. Y baja la voz o estos dos te van a oír. Todavía no hemos salido de México.
Ángel se acercó a la mujer, bajando el tono pero no la indignación, la rabia y la impotencia que le corroían las entrañas.
—Dime de una puta vez qué está pasando, de qué contrato hablas y quiénes eran los hombres que estaban anoche en la reunión, o te juro por Dios…
—Cálmate. Tú y yo solo somos observadores. Lo que ocurre aquí pasa en el resto del mundo, no seas ingenuo, pero ni tú ni yo tenemos capacidad para cambiarlo. No sé quiénes eran los tipos de anoche. Supongo que políticos, embajadores, empresarios, lo de siempre. Ahora el Matagentes los tiene grabados follando con unas niñas, pero para tenerlos realmente cogidos por los huevos necesita que aparezcan los cadáveres y que el caso alcance repercusión. De lo contrario, solo será un vídeo porno de mal gusto y nadie podrá demostrar ni que eran menores, ni que no estaban consintiendo. Y tampoco podrán demostrar si las torturas eran reales o un juego sadomasoquista con mucho ketchup y efectos especiales.
—Pero ¿tú te estás oyendo? Tenemos que denunciar esto en la primera comisaría de Policía que…
—No digas estupideces —le interrumpió ella—. ¿Denunciar a un capo del narco y a sus amigos millonarios en una comisaría mexicana? No vivirías lo suficiente como para firmar la declaración. Intenta calmarte y pensar con claridad. Nosotros no podemos hacer nada, solo seguir con nuestro trabajo. No es la primera vez que lo hacen. ¿Sabes cuántas chicas han desaparecido en Ciudad Juárez? Pero si el caso no tiene mucha repercusión, no vale de nada. No garantiza un escándalo internacional, que es lo que realmente acojonaría a esos ricachones del vídeo. Es más complejo que una simple película porno gore.
—Me dices que lo han hecho más veces… y te quedas tan tranquila. Por el amor de Dios, Ana, son niñas…
—Tampoco tan niñas. Y además, eso no importa. Para esta gente son solo objetos. Cosas que compran y venden. Que usan y después tiran a la basura. Ellos no las ven como personas, sino como herramientas para conseguir un objetivo. Y quizá el Matagentes esta vez lo haya conseguido.
—Pero ¿cómo pueden…? —intentó preguntar Ángel, aunque la motera le interrumpió de nuevo:
—Sé que te pareceré insensible, pero para ellos solo han sido tres niñas. Y esos hombres, con una firma, condenan a muerte a miles de niños a diario en todo el mundo. Con la tinta de sus estilográficas causan más sangre que tú o yo con un arma. Ellos son quienes ordenan embargos, autorizan ejecuciones, justifican las guerras… ¿En serio crees que se van a impresionar por tres muertas más o menos?
—¿Y qué coño pintamos nosotros en medio de esa aberración? Yo no soy ningún empresario, ni banquero, ni político, yo no soy nadie… ¿Por qué involucrarme en sus perversas fantasías pedófilas?
—No has entendido nada. Ya te he dicho que no tiene nada que ver con el sexo. A don Rómulo ni siquiera le gustan las niñas tan mayores, él las prefiere más pequeñas. Economía de recursos. El cabrón mató dos pájaros de un tiro. Lo de ayer fue un puro trámite administrativo para garantizarse un negocio lucrativo: su objetivo es tener cogidos por los huevos a sus socios, y por eso ahora intentará que encuentren los cuerpos mutilados en algún lugar importante, y que se arme un buen escándalo mediático. Eso revalorizará la cinta de vídeo y su poder. Pero Matagentes, además de un empresario ambicioso, es un supersticioso creyente en la Santa Muerte y en todos esos ritos absurdos y primitivos. Brujería azteca. Así que aprovechó la coyuntura para realizar una de sus ceremonias ridículas y consagrarte a ti a la Santa. Lo hace con todos sus colaboradores cercanos…, yo también pasé por eso.
Black Angel no supo qué responder. No volvieron a intercambiar palabra hasta llegar al aeropuerto internacional Benito Juárez. Allí Black Angel recibiría una nueva sorpresa cuando Ana le entregó su billete de avión.
—¿Cómo, tú no vienes a España?
—No. Antes tengo que hacer un trabajo para Bill en Panamá. Parece que don Rómulo ha quedado satisfecho contigo y todo sigue adelante. Pronto mandarán el primer cargamento y hay que preparar el viaje.
—¿Desde Panamá?
—Sí. Es una parada obligada. En este primer envío, el producto será peruano. Pero ya sabes más de lo que necesitas para hacer tu trabajo. Ahora lárgate, nos veremos en España.
No hubo más. Durante un instante ambos se quedaron en pie, uno frente al otro, esperando una reacción. Un beso de despedida, un abrazo, un simple apretón de manos. Pero ninguno dio el primer paso, así que Ángel se dio la vuelta y se marchó en silencio hacia la puerta de embarque…
El vuelo fue largo. Interminable. Como si la distancia entre México y España se hubiese multiplicado por diez, o por cien, en el viaje de retorno. Imposible conciliar el sueño. Ángel no podía sacarse de la cabeza la imagen de aquella niña, y las cosas terribles que asaltaban su imaginación.
Nadie le esperaba cuando el vuelo de Aeroméxico tomó tierra en el aeropuerto de El Prat. Ni tampoco cuando llegó a su apartamento en las Ramblas. Dejó la maleta sobre el sofá y lo primero que hizo fue bajar al aparcamiento para comprobar que la Dama Oscura continuaba intacta. Levantó la lona que la cubría en su ausencia, con la delicadeza del novio que levanta el velo de su recién desposada en el altar para sellar la unión con un beso. Allí estaba. Preciosa. Ángel también sintió el impulso de abrazar y besar a su Harley como si de la amada se tratase. El vínculo entre un biker y su montura puede rozar lo antinatural a ojos del profano. «Hola, preciosa —pensó—, cómo te he echado de menos…».
Encendió el motor solo para escuchar aquel ronroneo coqueto. Música celestial a oídos de un motero, que solo otro biker puede comprender.
Comprobado el estado del hierro, Ángel regresó al apartamento para recuperar su otro hierro. Marcó la combinación del armero y extrajo la 9 mm. Se sentó en la mesa del salón apartando a un lado cámaras y baterías, y montones de libros y dosieres, y al otro el correo atrasado y las revistas y diarios de un mes, y sacó del armario el kit de limpieza para dedicar unos minutos a engrasar y poner a punto su Heckler & Koch. Limpiar y engrasar el arma le ayudaba a pensar, y tenía que meditar con cuidado sus próximos movimientos. Con el mismo cuidado y prudencia con que despiezaba la corredera, el cañón, la guía y el muelle o el armazón para su engrase y mantenimiento. Había llegado muy lejos, aunque nunca había imaginado que aquel viaje iba a resultar tan repleto de circunstancias y personajes inesperados.
Tras montar de nuevo la HK, se sintió un poco más tranquilo. Después escuchó los mensajes del contestador automático, recogió la correspondencia y revisó el correo electrónico y sus perfiles sociales en la red. El mundo biker había continuado rodando en su ausencia: invitaciones a la inauguración de nuevos capítulos de distintos MC y al aniversario de otros; convenciones de tatuadores y conciertos en Club House veteranos; concentraciones, kedadas y salidas por todo el país. E incluso un mail de Noelia, de Espacio HD Barcelona, invitándolo a una exposición de Harley en la Ciudad Condal. Hell’s Angels, Pawnees, Rebels, Krakens, Templarios, Sleepwalkers, Vikingos, Red Devils, Outlaws, Mescaleros, Jaguars, incluso los recién llegados Satudarah…, todas las hermandades continuaban gozando de buena salud. Y mientras echaba un vistazo a los perfiles de Facebook, intentaba adivinar cuántas ovejas negras, en cada uno de aquellos MC, podían estar trabajando clandestinamente para Bill el Largo sin que sus hermanos de colores lo supieran.
Ángel pensó inmediatamente en Ana, aquella misteriosa amazona de Brujas MC que había cuidado de él en su aventura mexicana. ¿Cuál sería su historia? ¿De dónde había salido? Se lo preguntaría a Bill en cuanto tuviese una oportunidad. Y la oportunidad llegó antes de lo previsto. Como si le leyese el pensamiento, en ese mismo instante sonaba el bip, bip, que le advertía de la entrada de un mensaje en su teléfono móvil. Era un sms del Largo.
Bvndo Angl. T espro en Th Other Plce esta noche.
Black Angel respondió al mensaje con un escueto Ok.
Estaba cansado por el viaje: intentaría dormir un poco. Ya descargaría los archivos de vídeo grabados clandestinamente en México más tarde.