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Belinda dio el último sorbo a su taza de té verde y leyó las últimas líneas de su libro. Lo cerró y se acomodó en el sofá. Encendió la televisión y buscó los informativos. Justo en ese momento estaban dando la noticia: «El Bosco» había muerto.
En ese momento, a Belinda sólo se le pudo venir a la cabeza el recuerdo del famoso episodio en la historia de España, cuando el veinte de noviembre de 1975 murió el general Franco. Se acababa así una larga dictadura de treinta y seis años. En aquel momento, el presidente de Gobierno era Carlos Arias Navarro, que anunció por televisión el importante episodio: «Españoles, Franco ha muerto». Esa famosa frase provocó un gran revuelo en la época. Gran parte de los españoles lloraron apenados la muerte del dictador, y otros en cambio, salieron a la calle a celebrarlo. Ahora era exactamente igual.
En el telediario se veía a la gente salir a la calle a celebrar y gritar sin tapujos, mientras que otros aparecían en la pantalla llorando la muerte del famoso asesino. Sin lugar a dudas, se trataban de «bosquianos». El simple hecho de que hubiese gente que se entristecía por la muerte del criminal le helaba la sangre a Belinda, que miraba las noticias de la televisión sin apenas pestañear.
Finalmente sonrió y se sintió complacida al escuchar que gracias a la eficacia de la policía, Javier Gálvez había salvado su vida. Había ingresado en el hospital ya que había ingerido grandes cantidades de monedas de un euro.
Belinda pensó que debió ser horrible encontrarse en esa situación, pero simplemente tuvieron que hacerle una pequeña cirugía. La víctima estaba bien y se encontraba por fin a salvo. Eso era lo único que le importaba a Belinda, que ahora se sentía satisfecha de haber llamado y alarmado a la policía para contar lo que solamente ella podía saber.