17

 

 

 

Paula despertó a causa del calor de las llamas. Se encontraba en un lugar desértico donde millones de personas ardían en el interior de un foso. Asustada, se alejó del borde ya que bajo sus pies, la tierra crujía y se agrietaba dejando entrever la ardiente lava fundida en la distancia. Se giró al tiempo de ver hombres y mujeres lamentándose y suplicando perdón.Pensó que se encontraba en el mismísimo infierno y de nuevo toda la escena le resultó familiar.Asustada, comenzó a correr para alejarse de la multitud. Creía que así podría escapar de su desgracia. Pero era el infierno, lugar donde nadie, absolutamente nadie, puede escapar de su destino.

Conforme huía, la tierra fue resquebrajándose y la muchacha tuvo que frenar en seco para evitar caer al vacío. Ante ella había aparecido una gran grieta que separaba la tierra en dos mundos cada vez más lejanos. Se acercó al borde y observó horrorizada a millones de personas derritiéndose en las espesas lavas que engullían aquellas vidas humanas. Tragó saliva y pensó que si cogía carrerilla podría coger el suficiente impulso como para saltar hasta el otro lado donde encontraría la salvación. Así, retrocedió sobre sus pasos y exhaló aire con fuerza antes de precipitarse al abismo para saltar.

Tras ello, comenzó a correr con todas sus fuerzas y se impulsó al vacío de un salto. Cuando se encontraba en mitad del salto, se sintió la persona más feliz de mundo. Si conseguía llegar al otro lado, también podría conseguir cualquier otra cosa que se propusiese. Entonces, comenzó a perder altura y cayó a gran velocidad hacia el interior de la gran grieta. Conforme se aproximaba a las llamas, sentía como la piel le comenzaba a arder a causa de las grandes temperaturas. Gritó cuanto pudo a la vez que su delicado cuerpo se introdujo con fuerza en la lava.

Todo se volvió negro de repente y Paula creyó que había muerto de una vez por todas. Abrió los ojos y se incorporó en el duro suelo. Todo había desaparecido. Se encontraba sentada en una oscura habitación. Miró a su alrededor y no pudo ver nada, así que comenzó a caminar en la oscuridad con la intención de encontrar una salida. Conforme iba avanzando, comenzó a vislumbrar en la distancia un gran objeto.

Mientras se acercaba, el objeto iba tomando color hasta que finalmente distinguió una enorme silla de madera. Sobre ella se encontraba una persona sentada con la mirada fija en el cielo. La joven rodeó la silla con el vello de punta mientras observaba confusa la enorme flor blanca que coronaba la cabeza del hombre. Cuando al fin se encontró frente a la silla, contempló horrorizada la abertura en la cabeza del hombre y su mirada sin vida. Comenzó a gritar aterrorizada y entonces despertó de un salto en su cama.

Con los ojos como platos y temblando de pies a cabeza se incorporó y se observó en el espejo. Estaba pálida como la luna y empapada en sudor frío. Fue directamente hacia su estantería de libros y cogió uno de los volúmenes. Al fin lo había recordado todo y tenía que decírselo a su padre.

Cruzó el estrecho pasillo en la oscuridad y abrió la puerta del cuarto del hombre haciendo girar el pomo. Flavio se encontraba totalmente estirado en su cama mientras dormía en ropa interior para combatir el calor del verano. Paula se acercó y comenzó a zarandearle de un lado a otro.

—Papá, despierta...  —comenzó a decir con un hilo de voz.

Cuando su padre despertó, ella tenía el rostro surcado en lágrimas y parecía que los ojos se le iban a salir de las cuencas. Nunca había visto a su hija tan asustada por algo.

—¿Qué te pasa, mi vida? —preguntó extrañado mientras bostezaba. Abrió la boca con dificultad e intentó hablar, pero las palabras no le salían—. Tranquilízate y cuéntame qué te ha pasado —volvió a decir.

—Llevo todo este tiempo queriendo decirte algo de lo que no estaba segura y que no podía recordar, pero ahora lo recuerdo todo... —el hombre comenzó a asustarse al ver así de horrorizada a su hija.

—¿Qué ocurre? ¿Qué pasa?

—El otro día, cuando íbamos a ir al cine y al final tuviste que irte, me encontraba muy enfadada y comencé a comer tierra.

—Lo sé.

—Entonces... —se detuvo unos segundos y tragó saliva—cogí tu portátil para pedir más de mi tierra por internet y vi esas fotos del caso en el que trabajas.

—Oh, lo siento mi vida. Con las prisas se me olvidó cerrar el programa. ¿Has tenido una pesadilla por mi culpa?

Agarró de los brazos a Paula y comprobó cómo temblaba. Ésta afirmó de manera nerviosa con la cabeza y después negó.

—No lo entiendes... —comenzó a decir— han matado a ése hombre interpretando una pintura de «El Bosco».

—¿Cómo dices? —Flavio se incorporó en la cama y se dispuso a escuchar a su hija con atención. Al parecer, la chica afirmaba tener una importante pista sobre el asesinato que él no había encontrado hasta el momento.

—Te digo —dijo elevando la voz—que hay alguien que ha asesinado a ese tío escenificando una pintura de «El Bosco».

Levantó el libro que había cogido con anterioridad de la estantería y lo abrió de par en par ante los ojos de su padre por la página correspondiente.

—No es posible... —susurró el agente.

 

El infierno del Bosco
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