58
Paula acercó dos platos que sacó del lavavajillas a la olla donde había cocinado pasta con tomate, atún y orégano. Después, apartó las respectivas raciones de comida y colocó cada plato uno frente a otro en la barra americana donde su padre descansaba sentado en un taburete. Normalmente, Flavio era el encargado de cocinar en la casa, pero tan sólo el día anterior había intentado salvar la vida a Ana Belén Rodríguez y había fallado. La mujer se encontraba atrapada con cinta aislante en una pequeña barca que estaba a punto de prenderse en fuego. Cuando el agente intentó despegarla de la madera para ayudarla, el fuego quemó sus manos y después le hizo caer de la barca, que segundos más tardes explotó en mil pedazos.
Estaba claro que el hombre tuvo una suerte incomparable, ya que si hubiese permanecido unos segundos más en el interior de esa barca, ahora mismo estaría muerto.
Acudió rápidamente al hospital Gregorio Marañón donde le aseguraron que no corría riesgo alguno. Las heridas en sus manos eran sólo quemaduras de primer grado gracias a que Flavio había cruzado el lago nadando y tenía el cuerpo totalmente empapado en agua. Eso fue lo que le salvó sin duda de unas terribles quemaduras en todo el cuerpo.
Pasó la noche en el hospital y a la mañana siguiente le dieron el alta. En la puerta de entrada, cientos de periodistas de múltiples cadenas de televisión se abalanzaron sobre el hombre y su hija para entrevistarles por lo sucedido.
Ahora se encontraba en casa, con las manos vendadas y esperando ansioso a que su hija terminase de cocinar para comer al fin algo sólido. Paula le cedió su plato y le espolvoreó una buena cantidad de queso rallado para que se fundiese con los espaguetis.
—Gracias —dijo con una pequeña sonrisa fingida y se dispuso a comer.
La chica hizo lo mismo y engulló con fiereza su plato. Estaba agotada ya que había pasado la noche completa sin pegar ojo y necesitaba descansar. Se acabaría su plato lo antes posible y se echaría una buena siesta para recuperar el sueño perdido.
—Está muy rico —volvió a decir su padre en un intento de romper el hielo.
Desde que fracasó en su misión de salvar a la prostituta, se encontraba realmente afectado con la situación. Sentía que si no podía ni tan siquiera salvar vidas, ¿qué hacía en el cuerpo de policía?
—Ya basta de caras largas —espetó finalmente la adolescente.
Flavio la miró con mirada cansada. Después observó en silencio el sedoso pelo de su hija.
—No la he podido salvar y ahora está muerta...
—No puedes pretender salvar a todo el mundo. Has hecho todo lo que has podido.
—¿Qué crees que pasaría si dejase el cuerpo de policía y volviese a mi antiguo trabajo? —aventuró.
—Pues que es una estupidez lo que estás diciendo. Deberás tener en cuenta que no puedes salvar a la humanidad y tendrás que centrarte en todas las personas a las que ya has salvado en otro momento.
—No lo entiendes Paula —dijo de manera inalterada—, estamos hablando de un asesino en serie que aún tiene pensamientos de asesinar a cuatro personas más.
Su hija se apoyó directamente en la barra y le plantó cara a su padre.
—Entonces deberías dejar de lamentarte y coger fuerzas para capturar a ese hijo de puta.
Cogió el mando de la televisión y la encendió hasta poner las noticias.
—Es la hora. Ahora salimos en la tele —dijo Flavio.
En la pantalla apareció entonces la imagen de la entrada principal del hospital Gregorio Marañón, donde Flavio y su hija pasaron la noche. Ambos escucharon con atención el reportaje sentados en los taburetes de la cocina mientras terminaban de comer. La presentadora portaba una falda negra ajustada que le llegaba por las rodillas y una camisa blanca de botones ancha que contrastaba con el negro azabache de sus cabellos.
—Estamos aquí frente a las puertas del hospital Gregorio Marañón donde el agente de policía Flavio Galán del departamento de homicidios ha sido ingresado esta misma madrugada sobre las cinco y media cuando intentaba salvar la vida de Ana Belén Rodríguez, que ha sido asesinada en el Lago del buen Retiro. El presunto culpable de los hechos, no es otra persona, sino el actual asesino en serie apodado el «asesino del Bosco» o «Bosquiano», ya que en la escena del crimen se han encontrado indicios que conectan dicho asesinato con los otros dos cometidos en la madrugada del cuatro y del siete respectivamente. Justo en este momento vemos salir del hospital al agente de policía encargado del caso acompañado por su hija.
Una multitud considerable de periodistas y cámaras comenzaron su lucha empujándose unos a otros mientras se dirigían a toda velocidad hacia la pareja que salía por la puerta del hospital. La adolescente de diecisiete años se vio obligada a abrazar a su padre sintiéndose intimidada por los micrófonos que se alzaban sobre ella. La presentadora volvió a aparecer en pantalla y se dirigió directamente hacia el hombre mientras le ponía el micrófono directamente en la boca.
—Flavio, unas palabras sobre lo que ha sucedido esta noche.
El agente de policía, con las manos vendadas se aclaró la garganta antes de hablar.
—Verás. Lo que ha sucedido esta noche es un error del que solamente yo me hago responsable. Nadie más volverá a morir a manos de ese desalmado al que nosotros hemos apodado «el Bosco» y que disfruta asesinando personas inocentes —se dirigió directamente a la cámara y señaló con el dedo—. No sé quién eres, pero ten por seguro que sabemos lo que te propones. Tarde o temprano daremos contigo y te meteremos en la cárcel.
—¿De qué planes hablas, Flavio? —preguntó la presentadora entonces.
—No diré nada más. Ahora si me disculpan, me voy con mi hija a casa para descansar.”
La mujer, al ver que el agente de policía no le daría la exclusiva que deseaba, decidió preguntar a la joven a la que dirigió el micrófono de forma enérgica. Ésta se sobresaltó y apretó sus brazos sobre el regazo de su padre a la vez que se cubría de los flashes de las cámaras.
—¿Y tu hija tiene algo que decir al mundo que crea que debemos saber?
El hombre alargó la mano y desvió el objetivo de la cámara de su hija.
—A ella dejadla en paz. No tiene nada que ver con todo esto. No molesten más, por favor.