68
Al día siguiente, Paula pensó en reunirse con sus antiguas amigas, las gemelas Vega y Tania, a las que hacía varios meses que no veía. Eso era lo que tenía planeado en un principio, pero la noche anterior había dormido bastante poco intentando salvar en balde a la pobre chica de las garras del asesino en serie. Finalmente, su padre le dio la triste noticia de que la chica llamada Vanesa Corbacho no había podido soportar la gravedad de sus quemaduras y había fallecido esa misma noche en el hospital. Los padres de la joven acudieron con el corazón roto a despedirse de su hermosa hija. Ahora era un monstruo con el rostro desfigurado al que enterrarían al día siguiente.
A Paula le llamó la atención el hecho de que el sospechoso, de quien habían pedido la noche anterior una descripción completa para hacer un retrato robot (de nuevo), hubiera rociado el rostro de Vanesa con ácido hasta desfigurarla. ¿Qué castigo era ése para el pecado capital de la Soberbia? Paula pensó que era algo totalmente retorcido y bizarro. «¿Por qué ese castigo?» Esa pregunta le rondó la cabeza el resto de la noche y toda la mañana siguiente. Descartó por completo la idea de ver a sus antiguas amigas para poder así investigar a fondo la respuesta a esa pregunta. «¿Por qué...?»
No apartó en ningún momento la mirada del cuadro del infierno en busca de una explicación y por fin la encontró, al cabo de cinco largas horas de desesperante investigación. Supo que había estado buscando de forma equivocada en el cuadro. Se había aprendido la obra maestra de Hieronymus de arriba a abajo, de derecha a izquierda y viceversa. Llamó a su padre con gritos de alegría y con unas enormes ojeras.
—He estado toda la noche investigando de forma equivocada... —le dijo con voz cansada.
—Necesitas dormir un poco, Paula.
—Sí, pero no sin antes contarte lo que he descubierto. He estado buscando sin parar algún personaje en el cuadro que se mostrase con el rostro desfigurado a causa de ácido y no lo hay. O por lo menos no lo he encontrado.
—¿Entonces? —Flavio se sentó junto a ella con expresión incrédula.
La chica permaneció en silencio unos segundos.
—Pues pensé que no tenía que buscar a personas con el rostro deformado con ácido como si fuesen monstruos, sino a monstruos en sí. Mira aquí y aquí.
Paula comenzó a señalar varios puntos en la pantalla de su ordenador portátil donde tenía abierta una imagen del cuadro. Después, cerró la fotografía para dirigirse a una carpeta de imágenes que había en el centro de la pantalla donde ella misma había estado seleccionando y recortando pequeños trozos de la imagen anterior. Comenzó a buscar hasta abrir el archivo y así cerciorarse de que su padre lo veía con total claridad.
—Aquí podemos encontrar a la Soberbia reflejada en el cuadro del Bosco.
—Pero no son humanos, sino monstruos... —dijo Flavio desconcertado.
—Verás... el pintor, cada vez que hace referencia al pecado capital de la Soberbia, pinta al pecador o pecadora siendo reflejado en un espejo el cual una horrenda criatura sujeta. Esto puedes comprobarlo tanto en el cuadro El jardín de las delicias, como en La mesa de los pecados capitales.
—En el detalle del infierno se puede ver reflejado en el espejo una unión o mezcla entre la persona vanidosa y la criatura monstruosa como si quisiera expresar que los propios monstruos son los pecadores de Soberbia. ¿Lo entiendes ahora? ¡Vanesa también fue convertida en un monstruo!
—Tiene sentido...
—Claro que lo tiene. La Soberbia se paga transformando a la persona hermosa, que sólo vive para admirarse a sí misma y aprovecharse de los demás usando sus cualidades, en una horrenda y horripilante criatura. Si te fijas bien en la primera fotografía que te he enseñado, la criatura de color rosa está vestida como si fuese un humano. De esa misma forma, podemos también resaltar la figura de la monja que ha sido convertida en una cerda ya que ha sido una vanidosa y ha utilizado su belleza para pecar de Lujuria.
—Estoy totalmente asombrado contigo —expuso Flavio con la boca abierta y una extraña sonrisa de satisfacción.
—Y mira esta foto también —Paula cambió de fotografía—. He encontrado más.