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El teléfono móvil del agente de policía vibró sobre la mesa y éste cogió la llamada. Se trataba de David, el forense, y Flavio supo que sería para ponerle al día sobre el informe de la autopsia del cadáver de Diana Cruz.
La mujer había aparecido flotando en el agua de la fuente de Cibeles y, a pesar de todo, el forense había dicho que a simple vista la causa de la muerte no había sido ahogamiento, sino deshidratación. Esa afirmación le estaba costando más de una noche de sueño a Flavio. ¿Deshidratación? Lo más lógico sería que hubiese muerto ahogada ya que se encontraba en el agua. Eso quería decir que primero la mataron en otro lugar y después fue abandonada en la fuente.
—Dime —contestó Flavio.
—Soy yo, David.
—Ya sé que eres tú, me aparece tu nombre cada vez que me llamas —expuso de manera burlona.
—Supongo que sí, estoy algo pasado de moda —rio—. ¿Has leído ya mi informe?
—Aún no me ha dado tiempo de leerlo, esta mañana la tenía libre y he aprovechado para llevar a mi hija a una heladería, pero me iba a poner dentro de poco.
—Bueno, no te preocupes. La cosa es que yo estaba en lo cierto y la víctima no murió ahogada, sino totalmente lo contrario. La mujer tenía una hemorragia intestinal muy grave.
—¿Debido a qué?
—Verás, en la autopsia no he detectado nada, pero estoy casi seguro que ha sido envenenada con ricino.
Flavio frunció el ceño y escuchó con atención a su compañero.
—¿Ricino? —preguntó de manera incrédula.
—El ricino es una de las toxinas más potentes y malévolas que se conoce. Es extraída de las semillas del Ricinus Communis. Esta sustancia es un polvo blanco, inoloro e insípido que aglutina las células sanguíneas causando hemorragia intestinal con diarrea sanguinolenta, vómitos, deshidratación e hipotensión. Normalmente no aparece en la autopsia ya que el cuerpo humano lo elimina de manera rápida.
—¿Soy el único de los dos que piensa que es una manera espantosa de asesinar a alguien?
—Estoy de acuerdo contigo. La víctima no habrá aguantado más de tres días en ese estado.
—Está bien David, te debo una —dijo y colgó la llamada. Después se dirigió a la mesa, cogió un papel y escribió en ella los datos del asesinato que posteriormente colgó de la pared junto a las fotografías de Diana.
Paula se encontraba dándose una ducha tras haber pasado la mañana paseando por las calles de Madrid con un gran helado de dos bolas en la mano. Habían quedado padre e hija para sentarse juntos a ver una película cuando la joven terminase de darse el baño, mientras tanto, Flavio comenzó a hacerse preguntas.
¿Quién albergaba la suficiente maldad como para provocar a una persona múltiples vómitos y diarreas hasta llevarle a la muerte? Pensó en lo que tuvo que sufrir la pobre mujer cada vez que su cuerpo expulsaba poco a poco todo el líquido que necesitaba hasta deshidratarse por completo.
Ya habían averiguado el significado de los búhos. Las referencias al artista gótico continuaban con estos animales.
El día anterior, Flavio había pasado gran parte del tiempo buscando en la biografía del pintor algún cuadro donde apareciese una mujer bajo el agua, pero fue en vano. Ninguna de sus pinturas representaba a una mujer ahogada. Por mucho que buscaba, no tuvo éxito alguno. Entonces Flavio volvió a pensar en el primer caso, donde el asesino del Bosco había escenificado en su crimen una de las pinturas.
Algo iba mal, si el primer asesinato hacía referencia a un cuadro específico, el segundo también debería hacerlo. Había algo que se le pasaba por alto y le impedía avanzar en la investigación. Tenía que pensar con más ahínco hasta dar con la clave, o de otra forma, su hija tendría que encontrarla de nuevo.
Había asumido que el caso le quedaba grande, y que sin los conocimientos sobre arte de Paula no habría ni tan siquiera enlazado los asesinatos con el pintor.
¿Qué persona mataba aludiendo al arte?
No tardaría mucho tiempo en descubrirlo.