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La casa permanecía en absoluto silencio cuando Flavio hizo girar la llave en la cerradura. La oscuridad era total y el ambiente estaba cargado, se podía apreciar la acumulación de polvo por la falta de limpieza en el inmueble durante mucho tiempo, y había algo en su interior que desprendía un olor desagradable. Paula se dirigió directamente hacia las ventanas y comenzó a abrir las persianas una por una hasta que la estancia fue tomando color gracias a los rayos de luz que se filtraban a través del polvoriento cristal.
—Mucho mejor así —dijo la muchacha.
Flavio recorrió con la mirada todo el piso, que se resumía a una habitación diáfana donde se unificaban el salón y el dormitorio por la ausencia de tabique. A la izquierda se encontraba una pequeña cocina con barra americana y al fondo del piso había dos pequeñas puertas. Una pertenecía al cuarto de baño y la otra daba a un pequeño trastero. Era una vivienda algo claustrofóbica. Flavio pensó que la anciana a la que acababa de interrogar había estado estafando a la víctima con el alquiler de ese piso que no llegaba a los cuarenta metros cuadrados. Sobre la cama reposaban un gran número de periódicos junto con varias revistas pornográficas abiertas de par en par.
—Ésta es una de las razones por las que no quiero traerte a mi trabajo —dijo Flavio mientras cogía las revistas y las cerraba de golpe.
—Ese tío era un cerdo...
—Quiero que busques cualquier cosa extraña que veas o cualquier evidencia de algún culto demoníaco o secta. Busca símbolos satánicos, de cualquier creencia o religión que no sea la cristiana.
—Está bien.
Miraron entre las sábanas, debajo de la cama, en los muebles, entre diversos papeles, libros… Buscaron por todas partes y no encontraron absolutamente nada, así que dieron por hecho de que estaban buscando una pista falsa.
Flavio pensó entonces que quizás la extraña forma en la que Marcos había sido asesinado no se debía a ningún culto al diablo ni magia negra, sino a algo con lo que aún no habían dado.
Lo único que habían encontrado eran las revistas pornográficas, comida en estado de putrefacción en el frigorífico y alguna que otra fotografía de la pareja donde ambos parecían felices. Paula cogió entre sus manos una de ellas y observó con tristeza la imagen de Marcos Alcalde. La mirada del hombre rebosaba de vida y alegría, mientras que en las imágenes que ella había visto en el ordenador de su padre, la mirada estaba vacía, sin vida y perdida directamente al cielo.Se le erizó el vello de los brazos al recordar las estremecedoras imágenes, y no pudo parar de pensar que ella había visto con anterioridad aquella horrenda situación en algún sitio.Pero no conseguía recordar dónde.