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Cerrar ese capítulo me hizo entender mi relación con Alan. No se trataba de tener una relación amorosa. Se trataba de valor en mi misma. Algo que Alan y Alex me dieron desde un principio, y que yo me estaba negando a aceptar. Ya era hora que yo también me diera una oportunidad. Además, la alternativa de estar lejos de ellos, era… impensable.
Me fui a la cama apresurada, era demasiado tarde para manejar hasta Cape May, mañana a primera hora tenia cita con el volante y con el destino.
Entre sabanas, las mismas impregnadas de Alan, me seduje entre sueños. Mis sueños ya eran otros, los podía visualizar. Podía ver a Alan jugando con Alex y con un bebé, con nuestros hijos. Me podía ver en los columpios con ellos, riendo, disfrutando del viento sobre nuestras caras. Podía ver a Alex como hermano mayor. Los podía ver crecer juntos. Alan tocando con ellos, yo, cantando con ellos. Podía ver como pasaban por la adolescencia, como se iban a la universidad, su primer carro, su primer corazón roto. Solo podía ver a Alan fungiendo ese papel, solo él era el papá de mis hijos. No solo de Alex, también de nuestros hijos, él era el mejor papá que podía imaginar.
No iba tras una garantía, solo necesitaba una oportunidad.
Cuando la idea sentó en mi cabeza, en mi alma, en mi corazón, una paz interior me avasalló. Esa decisión era correcta, de hecho, era la mejor que había tenido en toda mi vida.
Sentí una mirada que espantó rápidamente al cobarde de Morfeo. Abrí los ojos para encontrarme con una mano delineando la palma de la mía, y con una cara bellísima de ojos dorados recargada en mi pierna. Alan sentado en el frio piso velaba mi sueño. Una sonrisa adormilada surgió de mis labios para desearle buenos días. Una sensación de paz, de alivio, de felicidad cubría mi cuerpo, era…
―Ven ―pedí palmeando el espacio vacío a mi lado. Negó mojándose los labios. Fue ahí cuando se alertó mi cuerpo, mi conciencia seguía embriagada del efímero sueño―. ¿Pasa algo? ¿Alex? ―El confort poco a poco iba desapareciendo.
―No, no es Alex… Soy yo ―intenté levantarme para tocarlo, no le veía heridas físicas, aunque no iba a estar segura hasta que lo revisara. Volvió a negar para pedirme en silencio que me mantuviera acostada, un desasosiego casi doloroso se creó en mi pecho, un dolor que nunca había sentido y del que no creía poder sobrevivir gritaba a todo pulmón que el final feliz no iba a suceder, que Alan entró en razón y quería terminar nuestra relación.
―He… ―se tuvo que limpiar la garganta antes de arrancarme el corazón―. Cuando murió la mamá de Alex me prometí no enamorarme. Mantener a Alex lejos de una imagen materna que no viniera de Amy o mi madre… ―fue inevitable que una lágrima se me escapara, fue un consuelo que mi cabello la ocultara, no quería parecer débil enfrente de él, ya tendría tiempo de lamer las heridas a solas―. Pero llegaste tú. Con esos ojos color cielo, con esa mirada que te reta y al mismo tiempo es imposible no adorar. No quiero ser tú amigo con derecho, Christine, ni tú novio o amante, quiero ser más. Quiero ser el que te confirme todos los días que eres hermosa por dentro y por fuera, quiero ser el que te llene y que una parte de mi crezca en tú vientre, quiero… quiero pedirte que me hagas el honor de casarte conmigo ―con manos temblorosas abrió una pequeña caja color rojo y me mostro el más bello anillo de compromiso que alguna vez haya visto; Era una argolla de oro blanco con una enorme turquesa enmarcada por diamantes, captaba la mirada, no podía retirar mis ojos de la argolla―. Era de mi abuela ―mi boca se secó, mi mente no razonaba―. Austin dice que el silencio es una respuesta afirmativa, así que… ―con mucha seguridad sacó el anillo de la caja e intentó volver a deslizarlo en mi dedo anular.
―Espera… ―no volví a cometer el mismo error, en vez de cerrar mi mano, apreté las suyas―. Nunca he amado a nadie como te amo a ti… y solo estoy empezando…
―Obviamente el amor no siempre es suficiente ―murmuró con un deje de dolor.
―Claro que lo es. Sí has estado tanto tiempo sin él, aprendes a reconocer que lo es todo. Y yo te amo, Alan, te amo con todo mi ser, con todo lo que soy y con todo lo que seré ―era la primera vez que aceptaba que estaba enamorada de él con tantas palabras. Y él lo sabía.
― ¡Te lo dije! Siempre supe lo que sentías por mi ―su semblante se relajó, todo él se relajó, se dio cuenta de que no era una negativa.
Envolví su cara con mis manos e hice que me viera a los ojos, que viera mi alma como solo él podía―. Cuando estés conmigo, quiero ser la única que este adentro de tú cabeza. Quiero que veas adentro de mis ojos y solo veas lo que siento por ti. Quiero que siempre recuerdes como me siento. Así, cuando uses tus dedos para tocar tus instrumentos, siempre desees estar tocándome, siempre recuerdes lo que es estar dentro de mi.
Jadeando contestó―: Lo hare, te lo prometo.
Con una enorme, exuberante, e infinita sonrisa, extendí mi mano para que colocara el anillo que cerraba esa promesa.
―Nunca te vas a casar conmigo, ¿verdad?
Ya instándolo para que subiera a mi cuerpo, contesté―: Lo acabo de hacer.
Epilogo
Había una pequeña, terrible pieza dentro de mi que siempre pensó que no era suficiente, que no era fuerte, que no merecía ser feliz. Gasté años de mi vida con un hombre que me amaba… como no se debe, pero esa pequeña, terrible pieza dentro de mi, insistía en que era lo que merecía. Tuvo que llegar el amor en forma de dos hombres para aceptar que no debía pasar la vida pagando mi propio precio. Tratando de ser lo suficientemente buena. Ya era buena. Solo que fue necesario que me lo repitieran un par de veces, antes de creerlo.
La única persona que me podía juzgar, era yo misma, por eso es que era tan infeliz, porque yo no me quería.
Después de ver a Josh, tuve este repentino pensamiento en la cabeza, fue casi cristalino; Lo que realmente importa en mi vida, es la gente que hay en ella. Alan, Alex, mi familia son las personas que me quieren. Hacen que mi vida sea buena. Todos los días. Así que pensé: Si ellos me quieren, tal vez yo también me debo querer.
Lo sé, resulto que, en el fondo, soy una mujer de corazones y bombones.
Pero si ellos me aceptaban con todos mis defectos y errores, ¿quién era yo para rechazarme?
―Solo déjame amarte, Christine, solo eso quiero ―pidió Alan.
Y yo no podía negarle nada, así que aquí me hallaba. Amada.
Mi relación con Alan era estable, fuerte, única. Por mucho enojo que pasó por su cuerpo, de alguna manera lo hizo más seguro de mi amor hacia él. Reevaluó nuestra relación y la llevó a otro nivel, a un nivel que ni un millón de Josh, ni un millón de adicciones podrán jamás alcanzar. El amor que sentíamos era nuestra arma, y es poderosa, muy, muy poderosa. Somos mucho más fuertes ahora. Pasamos por dificultades, lidiamos con ellas, la comunicación es nuestro punto fuerte, él me dice, yo le digo, podemos hablar de todo sin filtros o barreras que decrezcan el significado de nuestros sentimientos.
Y todo empezó por esas cuatro regordetas extremidades.
― ¿Quieres ir a la playa? ―Alex me vio igual que su padre, hurgando, buscando respuestas. Pero asintió, e incremento la alegría dentro de mi. Me dio la mano y salimos rumbo a la playa, no sabía qué le iba a decir, cómo le iba a decir.
Llegamos a la playa y empezamos a jugar, corriendo, huyendo de las olas.
―No estás cantando ― ¡chiquillo perceptivo! Siguió escavando con sus manitas sin dejar de verme.
―Quiero decirte algo, y no sé cómo.
― ¿Estás enojada conmigo?
―No, Cielo, contigo nunca podría enojarme. Es algo… complicado ―le aseguré apurada.
―Siempre puedes hablar conmigo ―aseguró acariciando mi mejilla con su manita pringada de arena.
¡Oh, Dios, ¿cómo no adorarlo?!
Tomando valor de todos mis antepasados, lo solté―: Alex, yo te quiero mucho, mucho. Y tú papá… a él también lo quiero mucho… Y estaba pensando, que, tal vez… me dejes llamarte hijo.
― ¡¿Quieres ser mi mamá?! ―Una sensación de infinita alegría rápidamente hizo su aparición al escuchar su emoción.
―Yo sé que tú mami está en el cielo, pero…
―No. Yo ya
hablé con ella, y ella dijo que sí ―no hubo modo de controlar las
lágrimas, lo más que logré fue sonreír―. El día que me cantaste esa
de: La
mirada del amor está en tus ojos.
Una mirada que tú sonrisa no puede ocultar. Le pedí permiso para decirte mamá. Y me dijo
que sí, pero que primero tenía que estar seguro de que tú
quisieras. Pero si quieres, ¿verdad?
― Oh, Cielo, ¡no sabes cuánto!
Un profundo gemido salió de mi pecho, un gemido de completa y absoluta felicidad cuando Alex me rodeó con sus rechonchos brazos y me aplastó contra su cuerpo. Mis labios besaron el chocolatoso cabello bendiciendo, agradeciendo, la felicidad era tal, que por un momento sentí que me iba a desmallar.
Me abrazo por horas, por minutos, por una eternidad. No había mejor lugar en el mundo que en los rechonchos brazos de mi hijo. Nunca quería dejar ese abrazo de infinito amor. Y así, con un abrazo, me convertí en: “Má”.
Hay hijos de vientre, yo tenía un hijo de corazón.
Finalmente supe lo que era el verdadero significado de amor incondicional. Amo a Alan, a mis padres, a mis hermanos, pero el amor que estalló en el momento que Alex me dijo por primera vez: Má. ¡Wow! Abrumador, infinito, incondicional, el amor que sentía por ese rechoncho pedacito de cielo, sobrepaso cualquier amor que creí sentir. No es que fuera más o menos, simplemente estaba en otro nivel, en el nivel más alto e inalcanzable del corazón. Hicieran lo que hicieran esas manitas, en las circunstancias que fueras, estaba segura que yo lo iba a amar cada día más.
Lo más increíble que me iba a pasar en toda la vida, y la muerte, porque ni siquiera muerta iba a parar de amarlo, estaba segura. Y fue ahí que hice lo que debí haber hecho desde que Alex bajó su cabeza, pasó entre mis piernas y siguió carcajeándose usando de refugio la parte trasera de mi cuerpo.
―Sabemos que no lo merezco. Que le mentí a mis padres, que no fui lo suficientemente capaz de mantener con vida a mi hijo… pero, por favor, ve más allá de mis errores. Ve el amor que siento por él. Quiero ser la mamá de tú hijo. Déjame quererlo.
―No puedo imaginar… ―esto era más difícil de lo que creía, simplemente eran estrellas en el cielo, ¿por qué me costaba tanto trabajo hablar? ―. No puedo imaginar tú sentir… sé que estás ahí, que lo ves cada minuto del día, que cuidas de él, que lo bendices todas las noches y que lo amas con todo tú ser. Lamento que nunca pudieras tenerlo entre tus brazos… ver o tocar. Pero te prometo que cada vez que lo tenga entre los míos, ahí vas a estar con nosotros, que siempre vas a estar presente en su vida…
Te prometo estar en cada festival, en cada enfermedad… Yo… Te juro que ese pedacito de cielo va a ser lo más preciado de mi vida, y que lo voy a cuidar y adorar cada minuto de todos mis días. Ya lo hago… siempre lo voy a hacer.
Realmente lamento que tú lo hagas desde el cielo. Que no puedas sentir sus abrazos ni sus besos… Te juro Cris, que voy a atesorar cada momento con él, para que el día que tú y yo nos encontremos, puedas sentir cada momento a través de mi.
Gracias… gracias por luchar por él, por darle la vida… Yo voy a cuidar de él. Él siempre será mi primer hijo, tal vez vengan más, tal vez no, pero Alex siempre será mi primer hijo. Te lo juro.
Pase horas contemplando las estrellas, pidiendo, rogando. Al final de la noche sucedió algo realmente increíble; Lleve a acostar a Alex, leímos, le cante, cuando cayó rendido, juro que, a través de esa carita, su mamá me decía: “Si, si puedes quererlo”. Alex era mío, pobre del que se atreviera a dudarlo…
Alan pasó a darle las buenas noches a Alex mientras yo le cantaba, me sonrió, me dio un beso en la sien y nos dejó solos para que yo terminara de dormirlo. Lo alcancé en la ducha, me metí con él, hicimos el amor, nos abrazamos, me secó, lo sequé, ya en la cama me abrazó por la espalda y escuché cada uno de sus respiros hasta que se quedó dormido. Esa noche, envuelta en los brazos de Alan, con Alex durmiendo a una puerta de nosotros, sentí algo que pensé nunca sentir. Me sentí contenta.
Por primera vez era feliz. Porque la vida es buena. Porque cosas buenas suceden. Porque incluso empiezas a tener más de lo que alguna vez deseaste... La vida es francamente increíble.
Los pensamientos, las ideas son fáciles de decir, no los podemos ver, no los podemos probar, ni siquiera sentir, sin embargo, es increíble el poder que tienen. Todo está en nosotros. En el poder que tenemos dentro. Si se puede.