Ahora 22

 

Finalmente, llego el día por el que Alan trabajó tanto, el día de la inauguración.

En los días previos todo fue caótico; Alan llegaba a casa en la madrugada, la construcción no paraba, gente, música, martillazos… Traté de ayudar con Alex manteniendo un poco de normalidad, desayunaba con él todos los días, lo llevaba a la escuela, y los días que podía también lo recogía. José ayudaba, pero entre su escuela y el noviecillo, no dudaba en dejar a Alex a mi cargo. Alan se mantenía en comunicación constante conmigo vía texto, ya me tenía cansada con sus agradecimientos por cuidar de Alex. En realidad, para mi era un verdadero placer, el chiquillo era divertido, gentil, amoroso, ¿cómo no estar encantada?

La inauguración fue en viernes, era el inicio oficial de los viernes sociales, aunque, si todos los viernes sociales eran como este, iba a tener que renovar mi guardarropa, desde que Alan salió de su habitación con un smoking, supe que no estaba vestida apropiadamente.

―Cosita… ¡qué guapa!

¡Qué mentiroso! Mi vestido era de lo más sencillo, incluso el color no tenía chiste ―azul marino―, lo único destacable era la transparencia que cubría toda el área del escote hasta el ombligo, y ni siquiera era una trasparencia provocativa, era tan oscura que no se veía nada. Lo más sobresaliente era el pequeño pliegue que se hacía en la falda, y no llegaba más allá de mis rodillas. No, mi vestido no era apropiado. En cambio, él… Alan se veía… ¡Wow!

―Tu… tú cuello ―intenté justificar mi fascinación señalando su cuello.

― ¿Qué tiene? ―Levantó la cabeza y me dejó ver esa perfecta, simétrica y fuerte quijada, ¡rayos, que guapo! Levanté mi dedo y lo pasé entre su piel y la inmaculada camisa blanca, lo pasé varias veces acariciando su piel. A veces la bestia de la lujuria me poseía y no me daba cuenta, hacia lo que le apetecía, como seguir acariciando un cuello que no era mío. Pero a Alan parecía no molestarle, de hecho, parecía gustarle. Me detuve porque se escucharon voces entrando por la puerta principal, que, si no, yo sigo y sigo hasta que no quedara cuello.

―Ya llego mi familia.

Los ojos de Alan también estaban poseídos por la bestia.

― ¿Interrumpimos?

―Si ―contestó Alan a Adam sin dejar de verme a los ojos. Mi ‘no’ se quedó atorado a la mitad de mi pecho, porque si, si estaban interrumpiendo.

―Vaya, vaya, vaya, ¿qué tenemos por aquí?

Una mujer estilo ‘Barbie’ con facciones de Givenchy: Alta, estética, rubia platinada, ojos grises, nariz pequeñita, boca delicada, y pómulos preciosos entró al salón rompiendo plaza, la seguía un ‘Ken’, un hombre poco más alto que ella y perfecto igual que ella. ¡Y yo que pensé que ya no estaba en Hollywood! A mi parecer demasiado bonitos, lo que no estuvo bonito, fue como la ‘Barbie’ fue directo a los brazos de Alan y lo besó en la boca, no fue un gran beso, solo un piquito que me retorció los ovarios.

―Karen… ―no sé si realmente fue una queja la de ‘Ken’, más bien sonaba a: ‘Compórtate, querida’.

Alan le sonrió rodeándola por la cintura y besando su frente. ¡¿Quién caramba era esa mujer?! ¡¿Y con qué derecho entraba a mi casa como si fuera su casa?! Levanté la vista y la encaré, tranquilamente me llevaba unos veinte centímetros de altura, pero venga, que, si me subía a un par de escalones bien podía romperle esa cara de muñeca.

―Karen, te presento a Christine Adams, Christine es… ―intentó presentarnos Alan antes de que ‘Barbie’ lo interrumpiera.

―Sé perfectamente quién es, Adam ya me puso al tanto ―, ¡Uy!, con esa referencia, no podía ser bueno lo que sabía de mí. Y en cambio yo, no sabía quién carajos era ella―. Encantada Christine, soy Karen Davis, una de las exnovias de Alan ―algo de lo que dijo fue gracioso, porque la carcajada de Adam, ‘Ken’, y Alan, fue instantánea. Y nadie fue lo suficientemente amable como para aclarar cuál fue el chiste.

―Ay, Karen… ― ‘Ken’ dio un paso adelante y se presentó―. No hagas caso, a mi mujer le gusta llamar la atención. Soy Mark Davis, gusto en conocerte ―me dio la mano con una sonrisa. Algo me decía que ‘Ken’ también tenía un reporte de mi persona, aunque a diferencia de su mujer, ‘Ken’ entró oficialmente a mi lista de chicos buenos, sus ojos azules destellaban con cierta inocencia, además de guapo, era buen tipo.

―Mucho gusto, soy Chris ―un silencio incomodo encapsuló la habitación, inmediatamente supe que la imagen de la exmujer de Alan llegó a la mente de los presentes. No podía hacer nada al respecto, yo era Chris, podía no gustarles, pero no iba a aparentar ser alguien que no era. Preferí sonreír y acariciar la mejilla de la hermosura que traía en brazos Mark―. ¿Y esta preciosura quién es?

Una mini ‘Barbie’ abrió sus ojitos, todavía más azules que los de su padre, y murmuró―: Me llamo Kath… ―el nombre era perfecto para ella, cuando creciera iba a ser una belleza, ya lo era.

―Mucho gusto, Kath. Alex está en su habitación, ¿quieres que te lleve con él?

La niña extendió sus bracitos en mi dirección como respuesta. Antes de tomarla entre mis brazos subí la mirada para pedirle permiso a Mark, él con una ligera sonrisa me lo dio. Sin titubear la tomé entre mis brazos y di la media vuelta.

Lo último que escuché fue a Barbie decir―: Me gusta.

Pues a mí ella no.

Hasta que llego la familia completa de Alan salieron de casa en dirección al salón por la puerta trasera, y yo seguía encerrada en mi habitación, “alistándome”. La verdad es que no me entusiasmaba mucho estar rodeada de extraños.

― ¡Cielo! ―Gritó a todo pulmón mi Cielo.

― ¡Estoy en mi cuarto!

Una sonrisa idiota aparecía en mi cara cada vez que el chiquillo me llamaba así.

―Mi papá dice que si no dejas de esconderte va a venir por ti, y va a hacer que bailes con él enfrente de todos ―vi al rechoncho pedacito de cielo sufriendo por la incomodidad del traje, sonriendo, y esperando pacientemente por mí en la puerta de la habitación. Ahora sí, no sé qué me poseyó.

―Ven Alex.

Alex se acercó y poseído como yo, extendió sus brazos en mi dirección. Me levanté de la cama con él en brazos, y murmurando: “The look of love”, nos balanceamos. No se me ocurría mejor pareja de baile.

La mirada del amor está en tus ojos.
Una mirada que tú sonrisa no puede ocultar.
La mirada del amor está diciendo mucho más, de lo que las palabras podrían decir nunca.
Y lo que mi corazón ha escuchado, simplemente me quita el aliento.

Terminando el último estribillo, Alex me premió con un beso, ¡ahora si estaba lista para enfrentarme al mundo entero! Al bajarlo, me di cuenta de que no estábamos solos.

―Te dije que iba a venir por ti ―Alex soltó mi mano para salir corriendo de la habitación y dejarme a solas con su padre. ¡Traidor! Y yo que le acababa de declarar mi amor.

Alan me observaba de una manera… ¡Joder! ¿Por qué me miraba así? ¿Por qué me lo ponía tan difícil?

Me dirigí a la puerta con pasos firmes, que no se dijera que era una cobarde. Al pasar a su lado y rozar su mano, entrelazó su dedo meñique con el mío, un solo dedo, un dedo que detuvo el mundo. Y mi respiración. Y mi corazón.

― ¿Ya paraste de huir?

Por instinto de supervivencia lo dejé ir. En realidad, si era una cobarde, ¿a quién trataba de engañar?