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<<Solo por hoy>>

Veinticuatro horas, mil cuatrocientos cuarenta minutos que superar.

<<Solo por hoy>>

 No estoy segura en qué momento se volvió mi mantra, pero de algo estaba completamente segura, funcionaba. Como buena alcohólica, vivía mis días bajo el ala de los doce pasos, esos doce pasos me ayudaban a vivir y no solo a sobrevivir.

Vale insistía en que no hay mejor terapia que la ocupacional. Y por eso estaba aquí. Con dos enormes maletas y un neceser en la mano. Perdida en uno de los pueblos más escondidos del estado de Pensilvania, a cuarenta y cinco minutos de Filadelfia, la ciudad más cercana. Después de mi vida en Great City, juré no volver a vivir en pueblos pequeños, yo era una mujer de ciudad. Pero mi ‘mujer de ciudad’ no podía con ‘la vida de la ciudad’, parecía que necesitaba estar en lugares pequeños para poder vivir bien.

Así como arreglaron mi estadía en El Rancho, Nic y Oli arreglaron mi llegada a Rockland. Sin importar nada, fueron constantes en sus visitas en rehabilitación, eso también le agregaba un poco de culpa al saco, aunque esta era una culpa a la que le di la bienvenida.

―Estoy un poco preocupada por lo social ―acepté sin reparos―. Ya me siento más fuerte, pero vivir en California…

― ¿Por qué no te cambias a la costa este? En casa estarías bien cuidada.

Y bien vigilada. Yo quería mucho a mi hermano, pero no era tonta, a el hombre le gustaba tener todo bajo su control. Igual que a mi. Una característica de los Adams.

―No puedo vivir en una burbuja, Oli. Tengo que ser capaz de vivir sin temor a recaer. Vale me ha comentado sobre un programa en Filadelfia que se especializa en adaptación social, solo que la lista de espera es de dos años. Puedes asistir como externa, pero a mi me gustaría asistir como interna.

―Todo tiene arreglo, ¿cuál es el nombre del programa?

A mi hermano le encantaba tomar el control del barco. Nic lo detuvo con un solo toque sobre la pierna. Increíble las vueltas que da la vida; Se suponía que Nic era la más débil de los tres, y ahora dominaba con un solo toque al ogro de mi hermano. Y yo, que era el Capitán América, estaba internada en un centro de rehabilitación. Vida, a todas esas vueltas se les llama vida.

― ¿Quieres que te ayudemos a ingresar al programa? Yo puedo hablar con mi amigo, el que me recomendó este lugar, su hermano seguro tiene contactos ―aseguró Nic.

―No creo que se pueda. Intente hablar con el administrador y sigo en espera de que me comuniquen. Incluso Vale lo intento y no funciono. Al parecer no tiene tiempo ni para contestar una llamada.

―Dame nombre y vemos qué se puede hacer.

Nic parecía muy segura, a lo mejor su amigo si tenía las influencias correctas.

―Duncan. El administrador se llama Alan Duncan.

― ¿Duncan? Yo conozco a los Duncan ―A Nic se le iluminó la mirada, a Oli se le descompuso la cara―. No te preocupes, ya te consigo lugar ―Nic se levantó de la salita que ocupábamos ya con teléfono en mano.

―Se ve muy segura.

―Porque lo está. Esos Duncan son sus noviecitos.

Supuse que mi hermano bromeaba, solo que tenía una manera muy peculiar de bromear, se podía confundir con celos.

∼∼∼ § ∼∼∼

―No es gran cosa. Estamos remodelando ―explicó Alan Duncan a través del teléfono. Finalmente, Nic si consiguió que tomara mi llamada. No tenía muy claro si le hacía un favor a su hermano, a Vale, o a mi. Pero se le notaba en la voz que no estaba muy contento―. Estamos cambiando las instalaciones y por eso las admisiones se detuvieron. Vas a tener que esperar un par de semanas a que el programa arranque al cien. ¿Te sientes lo suficientemente fuerte como para pasar un par de días sin apoyo?

―Si ― ¡No! ―. Estoy investigando un par de clases en la Universidad de Pensilvania. Supongo que esos días me van a dar el tiempo para concretarlo.

― ¿Estás buscando acabar una carrera? ―Poco a poco el tono de su voz se fue serenando. Se le escuchaba incluso interesado.

―Una especialización. Quiero estudiar una especialización. Soy abogada.

―Eso es bueno… Que tengas planes y sigas con tú vida.

Planes, muchos planes. Según Vale, los planes dan cierto sentido de estabilidad. En mi experiencia, solo servían para a hacer reír al tiempo, a la naturaleza, a la vida en general.

Por medio de email, Alan Duncan me mandó la información necesaria del Centro de adaptación social comunidad libre, un centro donde las artes es pasión, según su eslogan. No solo era dirigido a personas con problemas de adicción, estaba abierto a toda la comunidad, daban clases de música, pintura, artes plásticas, de todas las formas de arte que podía imaginar. Yo no era muy artística, mi mayor talento era consumir botellas enteras de Dalmore sin respirar. Solo esperaba que su fama fuera justificada y me ayudara a poder regresar a vivir en la realidad. Todavía me sentía insegura de poder sobrevivir a un día de trabajo, a una ‘comida’, a Josh.

― ¿Lista para la realidad?

―No ―ni cercanamente. Pero las cosas si cambiaron, no sentí vergüenza al decir: “No”. Fue un firme, con convicción y sin restricción “No”, no a salir al mundo real―. De lo que, si estoy segura, es que estoy muerta de miedo.

―Aférrate a ese miedo, no lo dejes ir, el miedo a el alcohol es el mejor antídoto ante él. Ve a las reuniones, sigue los pasos, consigue un patrocinador. Todo va a estar bien.

Fueron las palabras con las que me despidió Vale de El Rancho.

Ni cercanamente me sentía preparada para el mundo real, mucho menos para California. Así que aquí me hallaba, utilizando las influencias de Nic. Llené mis pulmones de aire fresco y dejé salir el poco esmog que se resistía a salir de mi sistema.

“Rockland fue nombrado como uno de los pueblos más bonitos de América por la revista Forbes. Es una pequeña ciudad en el corazón del estado de Pensilvania; Pintoresco, acompañado del rio Delaware. Es conocido por su comunidad de artistas, cuenta con tiendas y galerías locales abundantes, pero es también un paraíso para los amantes del aire libre, y a solo cuarenta y cinco minutos de la ciudad de Filadelfia”, narraba Wikipedia. Sonaba perfecta para mis propósitos. Mientras seguía las instrucciones de GPS, pude constatar que tenía su encanto.

No lo voy a negar, dudé por un largo momento. No era fácil. Ahora no contaba con el empuje de Nic y Oli, ahora iba por mi propio pie. Bajé del auto temblando, mis dos maletas pesaban más que todo mi cuerpo. Miré la fachada y tragué la poca valentía que viajaba conmigo. Tal vez esto no era buena idea, tal vez tenía que ir a casa a los seguros brazos de mi madre… Sin embrago, aquí estaba.

Era un edificio de ladrillo rojo, una escuela, o lo que debía haber sido una escuela. Por lo que me había dicho Nic, la población en el Centro anterior creció mucho y el administrador decidió privatizarlo y ampliarlo. Un letrero de concreto marcaba 1958, para tener más de cincuenta años el edificio estaba en perfectas condiciones, por lo menos por fuera. Junto al letrero de concreto había una banca, también de concreto, con la inscripción: En memoria de mi amada April. ¡Uy! Memorias amenazaban con salir en forma de llanto. Me sacudí los sentimientos y abrí la puerta principal. Empezaba mi nueva vida.

Aunque por fuera se veía un poco desolado, en cuanto abrí la puerta de vidrio el edificio cobró vida; Mis sentidos fueron invadidos por el sonido de risas, de murmullos, de martillazos, de música, y por muy raro que fuere, del olor de pintura mezclado con el de comida.

No lo que esperaba.

― ¡No me alcanzan! ¡No me alcanzan! ―Un chiquillo con cuatro regordetas extremidades corría en mi dirección como rayo―. ¡Permiso! ―gritó, mientras yo abría las piernas para dejarlo pasar. Bajó su cabeza, pasó entre mis piernas y siguió carcajeándose usando de refugio la parte trasera de mi cuerpo.

Ese rechoncho pedacito de cielo camuflado de niño, inició lo que iba a ser, mi AHORA.