Dedicado

 

A todas las mujeres que viajan en el tren de malas decisiones.

Si se puede bajar, preciosas.

 

 

 

 

 

 

Cuando una mujer bebe es como si un animal estuviera bebiendo, o un niño. El alcoholismo es escandaloso en una mujer, es raro, es un asunto serio.

Es un insulto a lo divino en nuestra naturaleza.

Marguerite Duras.

Tabla de Contenido

Prefacio

1

Antes 2

Ahora 3

Ahora 4

Antes 5

Ahora 6

Antes 7

Ahora 8

Antes 9

Ahora 10

Ahora 11

Antes 12

Ahora 13

Ahora 14

Antes 15

Ahora 16

Ahora 17

Antes 18

Ahora 19

Ahora 20

Antes 21

Ahora 22

Ahora 23

Ahora 24

Antes 25

Ahora 26

Ahora 27

Antes 28

Ahora 29

Ahora 30

Ahora 31

Antes 32

Ahora 33

Ahora 34

Antes 35

Ahora 36

Ahora 37

Antes 38

Ahora 39

Ahora 40

Antes 41

Ahora 42

Antes 43

Ahora 44

Ahora 45

Ahora 46

Antes 47

Ahora 48

Ahora 49

Ahora 50

51

52

53

54

Epilogo

Nota de Autor

Agradecimiento especial

Agradecimientos

 

 

 

Prefacio

 

¿Cómo empecé?… Tal vez cuando solo tenía dieciséis años, y ni una sola de alcohol en mi sistema.

― ¡Papá! ―Por su expresión, cambié de táctica y bajé un poco el tono de voz―. Pá, tiene el ojo morado ―supliqué con una mano extendida señalando a la cocina, donde mi pobre amiga se escondía de su madre, del abuso, de la vida miserable que le tocó vivir―, algo tenemos que a hacer. No podemos permitir que la siga tratando así.

Llevaba la mitad de mi vida peleando una guerra que no era mía, pero que sentía en el corazón. ¿Cómo la podía tratar así? ¿Por qué nadie hacía nada?

―Chris, no podemos hacer nada ―Mi madre trató de abrazarme, con un paso atrás la rechacé. ¡Algo! ¡Que hicieran algo!

 “¡Mari! ¡Mari!”, se escuchó a través de las ventanas. Temblando me dejé caer en el suelo, escondí la cabeza entre mis piernas, y tensé todo el cuerpo. El torrente de sangre en mi cabeza dejó afuera el mundo, solo la voz del repudio sonaba en mi cabeza. Grité, bramé dentro de mi cabeza. Rogué por alguien, por algo que me ayudara a cuidar a mi hermana. ¡Malditos sus padres! ¡Malditos mis padres por no hacer nada! ¡Maldita Mari por no defenderse! ¡Maldita yo! Que no era lo suficientemente fuerte para defenderla. Mi cabeza daba vueltas, mi estómago se retorcía, mi garganta se hizo nudo.

Podía escapar con ella. Podía matar a su madre. Podía… hacer nada.

Demoré unos minutos en recomponerme, en conquistar a la voz que murmuraba cosas sin sentido. Yo no podía dañar a nadie y, obviamente, tampoco defenderla. Tenía que usar la cabeza y no los sentimientos para poder ser una diferencia en la vida de mi amiga… ¡No! mi hermana, Mari era mi hermana por decisión. Este instinto de protegerla, de ayudarla tenía que esperar a que creciera, cuando yo creciera las cosas iban a cambiar.

Yo iba a salvar a Mari.