Ahora 24
―No puedes dormir con él, Jesse.
―Es que es tan guapo, justo rayando en lo adonis ―era cierto, Mark rayaba en el adonis―. Además, en mi cabeza es gay ―mi carcajada llamó la atención del casi adonis, en realidad, ¡del conjunto de adonis! Todos los hombres de esa familia tenían ‘algo’, todos eran guapos en su particular estilo. Mark, en el estilo ‘Ken’. Adam y Andy, en el estilo ‘los gemelos’. Aunque para mí, Alan era el más guapo por mucho, ese “algo” en él era…
―Está casado.
Jesse hizo un gesto de aceptación de lo más tierno―: Solo eso me detiene ―seguí burlándome del enamoramiento de Jesse por Mark mientras seguía el ritmo de la música con el pie.
― Los hombres tienen que tener sexo, ¿solo porque sí?
―A veces ―fue su honesta respuesta.
―A veces es necesario, Cosita ―agregó Alan a mis espaldas. El bochorno más intenso de la historia se instaló en mi cuerpo. Ahora fue el turno de Jesse de burlarse de mí, ni como ocultar mi enamoramiento por Alan. El más guapo de los hombres Duncan se apiadó de mi bochorno y extendió su mano en mi dirección―. Ven, vamos a bailar ―acepté solo para no dejarlo con la mano extendida, no quería agregar ‘maleducada’, a mi lista de muchos atributos.
Tomó mi mano mientras explicaba pegado a mi oído―: Para mi bailar es como el interludio a la habitación; Primero, la cercanía… ―intentó abrazarme, lo detuve con una señal negativa de mi dedo, la música no era lenta. Hizo un puchero antes de seguir explicando―. Después la media sonrisa, la risa para hacerlo sentir interesante y gracioso ―con las cejas levantadas esperó a que sonriera, ¿cómo no hacerlo? Cuando estuvo satisfecho con mi sonrisa, continuó―: Lo único que pasa por la cabeza es, ¿le gusto? Y, ante todo, ¿le gustara a mi madre? ―Ya no fue sonrisa, ya fue carcajada lo que salió de mi pecho, ¡vaya con el ego del príncipe! ―Ah, solo por eso ya no te explico.
Más entusiasmada de lo que había estado en hace mucho tiempo, le pedí―: Anda, sigue explicando.
Sonriendo, siguió mi pedido―: Después llega la caricia del hombro al pecho, esa que le dice: 'estás progresando'. El siguiente paso es el olor, te acercas lo suficiente para que perciba tú aroma, ¡y bum! Lo tienes en la palma de tú mano. Lo mejor es si la canción termina con un beso. Eso es bailar.
Sin darme cuanta se fue acercando, cuando terminó de explicar, su aroma corría por mi sistema, el deseo de terminar la canción con un beso corría libremente por todo lo largo de mis venas. Supongo que no me costaba nada levantar la cara y demostrar físicamente que estaba de acuerdo con su explicación de bailar.
Cuando la música es buena.
Ese punchis-punchis que sonaba solo ayudó para regresar a la realidad. Di un paso atrás separándome de su cuerpo y seguí el ritmo del punchis-punchis mirando el piso, no tenía ganas de jugar al gato y al ratón con él… No ahora, tal vez después.
― ¿Estas bien?
―Mmmhumm.
Seguí balanceándome sin poner mucha atención al hombre de pantalón negro y camisa asquerosamente blanca que bailaba frente a mí. Odiaba que fuera tan guapo, rechazar lo que sentía por él era cada vez más difícil.
Bloqué la ruidosa canción coincidiendo con Alan, a mí también me gustaba bailar, liberaba la cabeza de pensamientos absurdos, de análisis, te liberaba de ti mismo, era bueno de vez en cuando tener tiempo libre de uno mismo. Terminó la canción ―que ni siquiera reconocí―, para que iniciara una balada que inmediatamente me sacudió. No me dirigí a mi esquina como tenía planeado desde que Alan extendió su mano en mi dirección, al contrario, di un paso hacia él impulsada por los primeros acordes de “For once in my life”. Si algo sucedía con Alan, definitivamente la culpa era de Frank Sinatra.
Alan inmediatamente me atrajo hacia él, no me sujeto por la cintura, rodeó con ambos brazos mi espalda en un abrazo cariñoso. Ni siquiera el aire se interponía entre él y yo. La balada interpretada por Frank no era lenta, más bien era sugestiva. Lo abracé por la cintura y recargué mi cara en su pecho dejándome llevar por el vaivén de su cadera. Entré en trance. No hay otra explicación para dejarme llevar tan libremente. El abrazo se hizo más íntimo, para la mitad de la canción su cuerpo se recargaba en el mío, y el mío en el de él. Era como si nos abrazáramos de toda la vida, era natural, armonioso, perfecto. Nunca estuve tan cerca de otro ser humano.
El trance me llevó de la mano; Me perdí en la música, solo fui consciente de la voz de Frank y la persona que tenía entre mis brazos. Sin darme cuenta empecé a murmurar la canción que tanto me gustaba. El tiempo se detuvo. El mundo dejó de girar. Lo único que existía era el hombre que me abrazaba con mucha intensidad y mi voz cantándole a su corazón.
<<Más>>, fue lo primero que pensé cuando sonó el último acorde e inicio otro punchis-punchis que no conocía. Ninguno de los dos hizo ademán de soltarse, nos resistíamos a separarnos, era… mágico. Fue hasta que sentí las miradas a nuestro alrededor que aflojé los brazos. Él no lo hizo; Me sostuvo pegada a él, con su corazón palpitando a la misma velocidad que el mío, absorbiendo la energía del abrazo. Me separé lo suficiente para verlo a los ojos. ¡Malditos ojos! Me tenían fascinada, hipnotizada, no quería dejar de verlos, quería… más.
―Es la primera vez que me cantas ―susurró solo para mí. Negué un poco avergonzada, aunque nunca dije: “Y la última”, como se suponía que tenía que contestar. Me limité a mojar los labios y a salir huyendo de su abrazo. ¡Mierda!
∼∼∼§∼∼∼
Cuando finalmente se acabó la algarabía de la inauguración, ¡estaba muerta! Boté los zapatos en cuanto se fue la última persona y fui a la cocina por un vaso de agua. La familia de Alan dejó un reguero por todo el lugar, con el exceso de hormonas en el cuerpo fue fácil empezar a recoger. Alex seguía dormido en su habitación a puerta cerrada, ya solo necesitaba matar a la bestia de la lujuria y nada mejor que por extenuación.
―Cosita… ― ¡Oh, mierda! ― ¿Cuántas veces te tengo que decir que no andes descalza? Te puedes cortar ―asentí sin atreverme a subir la mirada, mis sentimientos todavía andaban alborotados, no podía confían en mí misma... O en él.
El toque de sus dedos en mi brazo causó un escalofrió, un delicioso, húmedo, agitado escalofrío. Sus brazos me rodearon sin encontrar resistencia. Su olor se infiltró en mi sistema sin problemas.
Basto un―: Cántame, Cosita ―para que mi cerebro siguiera el mandato sin rechistar.
Murmuré “Creep” de Radiohead con sus labios recargados en mi frente, y mi corazón a toda macha. Algo cambió, algo pasó en él. Una muralla que hasta ahora veía, se desplomó. A centímetros de él, mis labios cosquilleaban en su dirección. Mis manos temblaban en su cuello, en su cabello, las suyas en mi espalda, las sentía abrir y cerrar luchando por contenerse. Nuestros ojos decían todo en silencio, caídos, a medialuna esperando, deseando. Cada respiración nos acercaba más y más, hasta que, finalmente, con el último estribillo sus labios tocaron los míos. Me mantuve quieta absorbiendo su respiración. Sentía mi corazón en la boca… y se lo di.
Mis labios se abrieron y la belleza comenzó; No era un simple beso, era la entrega, la confianza, la esperanza de la posibilidad, además de carnal, crudo, sugestivo, y sexi como el infierno, deseo. Fue un beso con los ojos bien abiertos. Podía ver el dorado dilatarse mientras sus labios atrapaban los míos, su lengua se enroscaba con la mía, fue hasta que mi lengua acarició su paladar, que con un gemido perdió la batalla, sus parpados se cerraron en rendición, sus brazos me apretaron con posesión. Un halo luminoso nos fundió y no tuve más remedio que seguirlo.
Solo un beso.
Solo por hoy.
Y, de hecho, así fue, solo un beso, solo por esa noche. Cuando nuestros labios hinchados de tanto besar se cansaron, él dijo―: Buenas noches ―y desapareció.
No lo tome a mal, conmigo había que irse con cuidado. Solo esperaba que el maldito deseo de querer más, desapareciera.