Antes 47

 

La gente podía ver la pesadez de mis parpados, mi casual placidez, incluso podían ser testigos del ligero aumento de tono en mi voz, y nunca nadie dijo: Esta ebria. Solo me apagaba en cierto nivel. En automático era educada, serena, capaz de hacer mi trabajo, mi vida ‘normal’. Superficialmente era una mujer exitosa, incluso se podía decir que feliz. Solo que ellos no sabían que me gustaba pretender que mi vida, era la vida de alguien más.

Después de la pérdida del bebé pasaba todas las tardes en un restaurante, o un bar, en cualquier lugar que sirvieran alcohol. Ordenaba una botella fingiendo que esperaba a alguien, y la acababa con el pretexto de la decepción porque me dejaran plantada. Dejé de pelear contra el impulso de beber, contra mis demonios, ahora todos estábamos en el mismo lado del infierno. No fui completamente consciente de que la enfermedad se me iba de las manos. Después de todo, el alcoholismo es una enfermedad progresiva; Te acecha, te hipnotiza, no eres consciente de que caíste en sus garras hasta que es demasiado tarde. Hasta que te mueres. Y yo quería morir, quería desaparecer el dolor, la culpa, el maldito sentimiento de pérdida.

Josh se instaló en mi casa con el pretexto de cuidarme, eso solo acrecentó todo; Nuestra convivencia fue empeorando con los días. Desde que el sol amanecía eran discusiones, comentarios hirientes, situaciones que nos lastimaban, y ni así cruzo por mi mente terminar la relación. Mi dependencia no solo era al alcohol, también era dependiente a la enfermiza relación que tenía con Josh. <<Él va a cambiar>> me repetía continuamente. No sabía que los alcohólicos aparte de ser reyes de la mentira, también lo son de la negación.

―Christine, Vamos a tratar de tener un buen día hoy ¿Esta bien?

Me dio un beso en la cabeza y salió de la cocina. Me quedé viendo al infinito un par de segundos antes de levantarme e ir tras de él.

― ¡Josh! ¡Josh! ―Volteó a verme sin parar de caminar hacia la salida―. Ten cuidado ―sonrió con esa angelical mirada que lograba convencer hasta al mismísimo diablo a sucumbir a sus encantos.

―Siempre. ¡No llegues tarde!

Pocas eran las ocasiones que nos despedíamos sin herirnos, tenía pinta de ser un buen día.

 

―Vamos a Matadors.

¡De ninguna manera! Por más en auge que estuviera el lugar, solo servían vino blanco y tinto, y yo era fuerte opositora de tales limitaciones. Prefería vodka o whisky y generalmente en cantidades masivas. Algo menos, inconcebible.

―No. Vamos a Palm o no voy.

―Claro, Christine, has lo que se te dé la gana. Siempre es así ―contestó mi adorado prometido con desdén.

Volví a dirigir la mirada a Gloria que miraba el piso con mucha atención. Le sonreí mientras Josh abandonaba la oficina con un dramático azote de puerta; Le gustaba hacer este tipo de dramas, llamar la atención bajo cualquier circunstancia.

―No creas que es estúpido, solo sufre un poco de depresión. Ya sabes, no todos pueden manejar a una mujer exitosa ―murmuré riendo a una angustiada Gloria.

― ¿Ustedes están bien? ―Levanté un hombro restándole importancia al asunto, los dramas de Josh eran lo último de mi lista por atender.

―Por supuesto.

No quise agregar más para evitar las habladurías. Gloria era la típica abogada que termina de asistente legal por tener demasiados escrúpulos, algo de lo que yo carecía. Usaba un vestido azul navy que se ajustaba a su cuerpo de manera discreta, y que, si no fuera porque su trabajo era impecable, podía pasar desapercibida.

No para mí, para mi era esencial, me ayudaba a estar enfocada.

―Chris, ¡vámonos! ―me apuró Josh por el intercomunicador. Esas comidas eran parte de mi trabajo, no podía evitarlas. Así que cerré los documentos, alisé mi falda, tomé mi bolso. Recuerdo perfectamente que antes de cerrar la puerta de mi oficina, miré mi escritorio, mis libros, mi trabajo y me sentí grande. Satisfecha de lo que había logrado. Ni por un segundo me imaginé que era la última vez que iba a estar en esa oficina.

―Muñeca, te ves preciosa. Bien podría comerte como postre ―Josh esperó todo el día, solo hasta que tuvimos testigos, me regaló un cumplido, ¡qué imbécil!

―Que traigan dos cucharas, por favor ―expresó con toda la lasciva que existía en la faz de la tierra el nuevo amigo de Josh. El siempre encontraba nuevos, asquerosos, y repulsivos amigos.

Me senté a lado de mi prometido con muy mala cara, odiaba este tipo de reuniones donde me tocaba lidiar con borrachos, ya tenía que lidiar conmigo misma, no necesitaba lidiar con otro más.

―Mi amigo aquí presente quiere demandar a su esposa.

― ¿Bajo qué argumento? ―Pregunté lo más profesional posible.

―Bajo el argumento de que me quiero coger a su hermana.

Josh y el imbécil soltaron tal carcajada, que incluso yo me apené. Eran las cinco de la tarde, y ese par ya estaba para una jarra de café. Me levanté sin perder más tiempo, no necesitaba de esto, yo tenía casos reales que ganar.

―Muñeca… ―me obligó a sentar nuevamente Josh por la muñeca―. Muestra un poco de respetó, Denton, es mi prometida. 

―Debe estar un poco loca si está contigo ―contestó Denton barriéndome con la mirada―. Debe ser un poco diabólica, ¿cierto?

Las mejores mujeres lo son ―contestó Josh con el mismo nivel de vulgaridad―. También es la mejor abogada de divorcios en la ciudad. Si es en serio lo del divorcio, tienes que contratar a la mejor.

Josh era muy bueno con las relaciones públicas. Robaba clientes a otras firmas como caramelos en un expendio al aire libre. Tenía facilidad para saber tus puntos débiles y una lengua a la que poca gente se podía resistir. Y si eso no funcionaba, también era una fuente inagotable de drogas y alcohol. No había cliente que se le negara.

―Pudiste ser más amable. Es un cliente que vale millones.

No sé de qué se quejaba, al final Denton me contrató.  

―Josh, no presiones. Siento como me empujas a hacer cosas que no estoy segura querer a hacer.

―Tal vez necesitas que te empuje, muñeca ―besó mi cuello y pidió otra ronda de tragos.

―No puedes demandar a alguien por: “querer coger a su hermana”. Tienes que demostrar daños, tienes que tener un argumento. Eso es lo que hace la diferencia. Eso es lo que hace que ganes los casos. Seguro te saltaste esa clase en la escuela.

Su mano se perdió bajo mi falda mientras susurro en mi oído―: Sí, muñeca, estaba muy ocupado cogiéndote ―Josh tenía el don de hacer que las cosas más despreciables sonaran a un paseo por el parque. Es un don que no todos tienen, y que ciertamente le servían para conseguir cuentas para la firma.

―Vamos a perder ese caso ―advertí ahogando un jadeo.

―Chris, ¿podrías parar y dejar de preocuparte por todo? En serio, Muñeca, relájate.

La primera vez que Josh me llamo así me pareció tan lindo, incluso tierno, ahora solo me retorcía los ovarios. Prefería mil veces que me llamara Luna.

―No, Josh, no puedes arreglar todo con sexo. No es justo.

―Oh, nunca es justo, Muñeca.

Mis ojos se cerraron con su mano invadiéndome

―Yo… yo…

―Shsss, solo disfrútalo.

Como siempre, pensé que seguíamos nuestro ya conocido acto.

Yo, emborracharme.

Él, drogándose.

Peleando.

Teniendo desgarrador sexo de reconciliación.

Y amaneciendo como si la noche no hubiera existido.

Ese día en particular, el acto cambió.

 

 

 

 

 

Ahora 48

 

De una manera muy retorcida, la vida nos destinó a tener a Josh como una pieza de nuestra historia, pero en mis manos estaba mantener esa pieza lo más pequeña y alejada de nosotros.

―No quiero saber de él, Gloria ―la llamada semanal con Gloria dio un giro no esperado. Gloria no soportaba a Josh.

―Está enfermo ―la lastimera voz me hizo recordar cuando decía lo mismo sobre mí.

― ¿Qué tiene?

―Desamor ―no estoy segura si mi respuesta fue un bufido, una risa o simplemente la manifestación de mi corazón a esa palabra―. Desde que te fuiste está… Es decir, viene a pasar lista, pero realmente no está aquí. Tú eres su medicina.

―No, Gloria. Yo era su enfermedad ―suspiró y con eso me dio a entender que no le gusto mi respuesta―. Nunca imagine que las cosas se iban a salir de control como paso, Gloria. Ahora solo quiero permanecer sobria y trabajar, es todo lo que pido ―era mentira. Cada día que pasaba, quería más, le pedía más cosas a la vida. Era una egoísta.

―Lo sé, Chris, solo te platico como están las cosas. Me da un poco de lástima.

―Le voy a llamar. Lo prometo.

―Es todo lo que pido ―Gloria tenía el mal de ser buena persona. Josh ya había salido de mi sistema, cada vez pensaba menos en él, de hecho, ya no sentía nada cuando llegaba a pensar en él. Y eso es el peor de los sentimientos, no sentir absolutamente nada por alguien que significó tanto en algún momento.

―Estoy muy feliz de hablar contigo. De volver a trabajar.

― ¡Amo trabajar contigo! ―Gritoneó entre risas―. Sé que es complicado y me siento terrible sobre muchas cosas. No quiero decirte lo que sentí cuando me avisaron que estabas hospitalizada. Pero realmente amo trabajar contigo. Me haces falta. Extraño cantar.

―Sí, Glo, yo también te extraño ―no tanto como debería, pero si la extrañaba. El punto es que solo la extrañaba a ella, ni siquiera extrañaba mi casa o mi oficina o mi gran tina…

No quise postergar ‘la llamada’ y que mi conciencia se cargara de energía negativa, afortunadamente me contestó un Josh amable y comprensivo.

“Estás llamando al teléfono de Josh Miller. Más vale que sea importante”.

Aun así, terminó el ‘bip’ y empecé a balbucir―: Hola, Josh, ehhh… es Chris... ¿Quería saber cómo estás? Me comentaron que no estás practicando. Sí puedo decir o hacer algo… me gustaría… ¡Diablos! Este es un terrible mensaje. Lo siento ― ¿De qué me disculpaba? ―… me tengo que ir ―mi brazo no se ponía de acuerdo con mi cabeza, lo subí y bajé varias veces antes de poder colgar.

¡Horrible mensaje! ¡Horrible!

―Hoy le hable a mi ex… ―así como no quería llenar mi cuerpo de energía negativa por no llamarle a Josh, tampoco quería que se cargara de culpa. Fue una simple llamada, no había nada de que discutir, ¿cierto?

Alan no estuvo de acuerdo. Creo que incluso se atragantó.

―Mmm… ―dejó la taza de café en la encimera de la cocina y se dirigió a la habitación. No volvimos a tocar el tema.

∼∼∼§∼∼∼

Un día antes de que regresara Alex, ¡gané mi primer caso! La satisfacción que sentí al ganar el caso de Beth no se comparó con mis casos anteriores. Este fue el primero, tal vez el único, con el que realmente sentí que hice un trabajo bien hecho. Ayudar, solo por ayudar. Le dio un nuevo sentido a las leyes. Le dio un nuevo sentido a mi práctica. Tal vez, sin quererlo, también le dio un nuevo sentido a mi vida.

Beth no se cansaba de agradecerme, repetía una y otra vez que un día iba a pagarme. Con una sonrisa acepté su abrazo, el par de besos que me dio afuera de la corte, eso para mí, fue más que suficiente como pago; La agencia de manutención estaba involucrada en su caso y eso siempre complicaba más las cosas, le habían suspendido sus pagos mientras su es exesposo estaba en la cárcel por un cargo menor. Le negaron el crédito que el gobierno tenía la obligación de darle y estaba sufriendo para mantener a sus dos niños. Era un caso relativamente sencillo, pero para Beth y sus hijos era esencial, y así lo tomé.

―Te vi en la corte. ¿Qué te pareció mi actuación?

La celebración del caso ganado de Beth fue entre pizzas y Coca Cola en el Centro. Nada de restaurantes de lujo o ‘comidas’ que terminaban en borracheras infinitas.

―Creo que nunca había visto tanta intensidad en una persona ―habló de una manera rara.

―No seas condescendiente, Alan ―con la mirada me dijo que estaba loca―. Eso es bueno, ¿cierto?

―Chris, nadie juzga tus defectos, excepto tú. ¡Eres tan crítica contigo misma! Todo el tiempo. Pensé que tú te veías, como nosotros te vemos. Obviamente no es así. Tienes que aceptar que eres buena, que eres inteligente, que eres endemoniadamente bella. Que eres intensa… mucho más intensa que yo.

― ¡No!

―Sí, si lo eres. Y eso está bien. Ojalá te vieras como yo te veo.

Lo que menos se me apetecía era pelear con él.  

― ¿Qué ves? 

Su mirada se iluminó antes de entrelazar su meñique con el mío y susurrar―: Veo una chica con un corazón de oro, que odia la injusticia, que me da fuerza y al mismo tiempo me asusta… No sé qué a hacer contigo.

― ¿Amarme? ―Rogué.

― ¿Quieres que te amé? ―Con todo mi corazón, con todo mi ser, solo quería ser amada por él.

―Creo que sí, creo que solo necesito eso.

―Muy bien, mujer, ya lo tienes. Ahora vive con las consecuencias ―hizo un guiño muy coqueto, pero algo estaba apagado, algo no estaba bien.

―Alan, ¿estás enfadado porque hable con mi ex? ―No le di oportunidad de contestar―. Por favor, entiende; Todos vemos la historia como la recordamos y no siempre recordamos la misma historia. Solo quiero… ayudar.

―Entiendo eso… ―me sentó en su regazo sin importar que estuviéramos rodeados de gente, algo que me hizo sentir grande―. Ahora entiende tú esto; La historia puede ser oscura, incierta, cruel, pero lo único que realmente importa, es que la vamos a enfrentar juntos ―me acercó a su cuerpo y se perdió en mis ojos―. Cualquier cosa que nos brinde el futuro. Solo recuerda que tú y yo vamos a estar juntos.

Debí recordarle lo mismo a él.

∼∼∼§∼∼∼

La manía de revisar cajones, bolsillos o cualquier otro escondite estaba en el pasado. Aunque en este caso, no necesité buscar para encontrar. En la mesa de centro, junto a una bolsa a medio acabar de palomitas, descansaban dos boletos para adultos y dos de niño. Cuatro pedacitos de papel que helaron mi sangre. Caminé con los boletos en mano rumbo a la cama donde Alan dormía plácidamente, mi pobrecito trabajaba todo el día, y después de ir al cine sin mí, era de esperar que estuviera cansado.

Me subí a la cama sin mucho tiento, en cuanto abrió los ojos le mostré los boletos―: ¿En serio? ¿Sin mí? ―Alex quería terminar de festejar su cumpleaños con Randall, pidió ir al cine. El plan era esperar el fin de semana para que pudiéramos ir los cuatro.

―Alex ―fue la justificación adormilada―, también fuimos a cenar ―como bandita, así lo dejó ir.

―Oh, cena y cine… ¿Con?

La culpa destelló en el dorado de sus ojos. Mirando hacia el cielo, anunció―: Con Randall y…

― ¿Claire?

―Sí ― ¡Diablos! Mis años de experiencia en el ámbito de esconder mis emociones sirvieron para que no estallara. Lo aceptó mirando directo a mis ojos y sin una pizca de remordimiento. Me levanté de la cama gruñendo por decir poco―. No te pongas así, Cosí, fue cosa de imprevisto.

―Querrás decir imprevisto de tú parte, Alan. No de ella, te aseguro que no de ella ―salí de la habitación sin decir más.

―Diablos, Cosita, no te pongas así ―tuvo que levantarse y regresarme de la mano para acostarme a su lado―. ¿Estás celosa de Claire? ―No entendía porque le causaba gracia.

Dándole la espalda, aclaré―: ¿De imprevisto? ¡Por favor, Alan! Esa mujer tiene planeado el día y lugar de su boda desde que enviudaste ―sentí su mirada en mi nuca, seguro pensaba que estaba loca.

Poco después me lo confirmó―: Estás loca.

― ¿Te comentó que Randall cree que Alex y él van a ser hermanos?

―En serio, Chris, estás loca.

Tenía ganas de hacerlo entrar en razón a base de almohadazos, en vez de eso, di la media vuelta y me subí en él. Atrapé sus brazos por las muñecas y me acerqué a su boca. En el mismo tono que él uso para confirmar, dos veces, que estaba loca, lo amenacé―: En serio, Alan, eres mío ―un beso, dos… al primer gemido me detuve―. Oh… ¡mierda! ―No podía cometer los mismos errores.

― ¿Qué?

Negando, sin gritos ni reproches, solo pude decir―: Voy a dormir en mi habitación.

― ¡¿Qué?! ―Ya me levantaba de la cama cuando la exasperación llegó a él―. Christine, estás reaccionando como una lunática ―tal vez. Pero la razón me gritaba que no era así.

―No, Alan, solo estoy reaccionando. Sin lo lunático ―solo para aclarar el punto, y como muestra de que tenía todo el derecho a reaccionar como se me diera la gana, di un portazo.

El frio del pasillo entró por mis desnudos pies helando toda mi sangre. Era antidramas, aunque este no lo era. <<Solo es una reacción>>, me convencí.

Ya me metía en la desolada cama que sin reparos abandoné por el calor de Alan, cuando lo escuché entrar.

― ¿Qué acaba de pasar? ―Su tono no era de disculpa, más bien de indignación―. Llegas a la una de la madrugada…

―Ya teníamos un plan, tú conocías el plan, Alan ―lo interrumpí antes de que acabara con mi paciencia.

―Cosita, estabas trabajando. Alex…

― ¿Por qué no me esperaste? ¿Por qué no me mandaste un mensaje? ¡Algo! Primero Amy, después Claire, yo soy la última en…

―Basta, Christine. No te avise porque fue de improvisto, sabía que no te iba a gustar. No quería que terminaras durmiendo en esta cama.

―Bueno… ―me cubrí con el edredón y cerré los ojos antes de que toda la reacción saliera de mi sistema―, felicidades por hacer una buena predicción.

∼∼∼§∼∼∼

¿Por qué estás durmiendo aquí? ¿Por qué no estás durmiendo con mi papá? Hace frio ―masculló Alex adormilado.

― ¿Por qué fuiste al cine sin mí? Ya teníamos un plan ―fue mi contrataque.

A veces olvidaba que Alex solo era un niño, aunque se defendía muy bien; Metiéndose en la cama, abriéndose paso hasta que lo tenía arropado con mis brazos, se disculpó―: Mi papá quería ir.

Nos tomamos nuestros ya clásicos ‘cinco minutos’ antes de despertar por completo―. Randall me invito a dormir en su casa, ¿puedo ir? ―Agarrados de la mano nos dirigimos a la cocina, necesitaba un café antes de lidiar con el tema: Randall ― Claire.

―Pregúntale a tú papi, Cielo. Él es el que tiene que darte permiso.

Se subió a uno de los bancos mientras yo me movía por la cocina. Ya era tarde, no había tiempo de preparar un desayuno en forma, se tenía que conformar con cereal. Mostrando en ambas manos las opciones de cereal, señaló al Tigre Toño.

―Sí voy, ¿te vas a enojar?

―No, Cielo, no me voy a enojar.

Mi humor mejoraba con solo verlo comer, tenía una forma muy propia de manejarse en la mesa; La servilleta ya estaba entre sus piernas, y ni una sola gota de leche se derramaba de su plato.

― ¿Molestar? ―Preguntó cubriendo su boca con la servilleta. ¡Me encantaba! Simplemente me encantaba. Negué dando un sorbo a mi café.

―No, Cielo, ni me enojo ni me molesto. Sí quieres ir a dormir con Randall y tú papi da permiso, por mí está bien ―su sonrisa hizo mi día.

Más o menos.