Ahora 36

 

―Jesse… ―esperé a que su carcajada parara. Ni como reclamar la burla―, te juro que me resistí, que…

―Relájate, Chris, ya se habían tardado. Yo esperaba que le desgarraras la ropa desde la primera semana. Y no te digo de él. Creo que hablo conmigo antes de que bajaras del taxi el primer día, quería toda la información y mi opinión sobre relacionarse con alguien como nosotros.

― ¿Y qué le dijiste?

―Lo mismo que te voy a decir a ti. Puede no durar por siempre, pero ¿quién hizo la regla de que el amor debe serlo? Disfruta lo que dure y fin de la historia.

Es insano seguir lo que uno siente ―alegué encima de los gritos de mis demonios.

―No, Chris, lo insano, es no seguirlos. Antes de tomar un trago o una pastilla, muy en el fondo sabemos que nos estamos matando. Tú lo has dicho, tú decidiste ser una adicta, ¿qué te parece si ahora decides ser feliz? Solo por hoy.

 Solo por hoy.

Y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente, pasaron un par de días antes de que nos pudiéramos quitar las manos de encima, era cuestión de estar a solas, o de que Alex se durmiera, y la ropa se esfumaba. Las noches más bellas de mi vida, mientras yo gemía, él absorbía el ruido con sus labios. Sabía que era el efecto de las endorfinas lo que me hacía olvidar el grave error que estaba cometiendo. No era lo más inteligente iniciar una relación cuando no sabía si todavía tenía un prometido por ahí, pero ¡Cielos! Alan se encargaba de mantener mi cuerpo bien medicado, las endorfinas hacían maravillas. Hicimos clic a velocidad supersónica, se sentía natural, como si hubiéramos estado juntos por años. Me sentía como si fuera yo misma por primera vez en mucho, mucho tiempo. <<Con Josh… era alguien más>>, sacudí esos pensamientos de mi cabeza cuando vi entrar a Alex y a sus tíos con bate en mano.

― ¿Qué tal el juego?

Me incliné para quitarle la gorra a Alex y tocar su frente. Ninguno traía agua, bien podían deshidratarse.

―Mi papá y yo siempre ganamos ―Alex me regaló un beso en la mejilla antes de salir corriendo hacia la cocina.

― ¿Siempre les ganan?

El par de sudorosos hombres me veían raro, sonreían, pero…

― ¿Qué te puedo decir? Salió bueno en los deportes como su tío.

―Tíos ―corrigió Adam a Andy. El doctor de la familia Duncan siempre sonreía, solo que su sonrisa ahora tenía un deje de burla. Mmm, sospechoso. En ese momento entró Alan, también sudando, y me olvidé de los gemelos Duncan. Gotas recorrían su cuello perdiéndose bajo la playera, mi lengua cosquilleó sedienta. Bajé la mirada para no delatarme, Alan y yo hablamos sobre tomarnos un tiempo antes de que la gente se enterara de que dormíamos juntos, en teoría, solo Jesse, Alex, él y yo sabíamos. Claro que, había que considerar a Nic, que se enteró en cuanto hablé con ella, y si Nic sabía, Oli sabía, y Teo, y Nastia. ¡Diablos! Esto de guardar secretos no era mi fuerte.

―Tenemos ganas de comida China, ¿está bien? ―Alan hablaba como si la noche anterior no hubiera atado mis manos a la cama, como si no hubiera embarrado de chocolate cada pliegue de mi cuerpo, y después lo hubiera limpiado con su lengua. Ese hombre no sabía lo que era un poco de recato, y para mi fortuna, yo tampoco.

―Lo que ustedes decidan está bien.

En lo que se pidió la comida, se dieron un regaderazo y terminé de contestar un correo de Gloria, pasaron dos horas. Mi estómago rugía para cuando nos sentamos enfrente de la televisión. Comer con cuatro hombres solteros es mucho más agradable que comer sola. También es mucho más informal, los cinco estaban sentados en el suelo, cruzados de piernas con tenedores y cajitas en mano viendo la última película de Star Trek.

Mi guardia estaba baja, tal vez por eso fueron tan sorpresivas las palabras de Andy―: Christine, estaba pensando, ¿te gustaría ir a cenar conmigo? ―Fue hasta la mitad de la pregunta que dejó de ver la pantalla para verme a los ojos, su expresión era seria, más seria de lo normal.

―Yo… yo…

―La última vez la pasamos bien, si quieres, podemos ir a bailar después de cenar ―el deje esperanzador me causó un escalofrío, aumentó, cuando rozó mi mano con el reverso de la suya.

De inmediato volteé a mi izquierda, ahí donde Alan amputaba con la mirada la mano de su hermano. Segundos después de subir la mirada, Alan estiró ambos brazos y me atrajo hacia él. Me rodeó por los hombros antes de mordisquear mi mejilla y susurrar―: Ya saben, Cosita ―creo que todavía no salía de la impresión, cuando los gemelos empezaron a reír y a chocar puños―.  ¿Qué nos delato? ―preguntó Alan también riendo.

―Quién, es la respuesta ―respondió Andy señalando a Alex con la mirada. Mi Cielo nunca dejó de ver la pantalla, estaba muy entretenido viendo naves, estrellas, y extraterrestres.

Mi tensión subió un poco cuando escuché la amenaza de Alan―: Andrew… ―esperó a que Andy dejara de reír para agregar―, no te le acerques, es mía ―el doctor asintió sonriendo, la sonrisa llegó a sus ojos relajando mi cuerpo. Volvió a tensarse, cuando vi a Adam, él también sonreía, pero su sonrisa no llegaba a los ojos, el ingeniero no estaba tan contento como quería dar a entender. Evité pensar en ello refugiándome en el hombro del hombre que no volvió a separarse de mí.

∼∼∼§∼∼∼

Así como con sus tíos, Alex fue repartiendo la noticia por donde pasaba. No tardó en llegar a los oídos de Claire.

Claire. Yo entendía a Claire. Entendía por qué veía con hambre a Alan, por qué buscaba cualquier excusa para hablar con él, para encerrarse en la oficina con él, pero todo tenía un límite, y pronto se escuchó el límite de Alan en el Centro.

―Tú y yo nunca funcionaríamos, ¿si entiendes, Claire?

La paciencia en su voz era casi nula, y considerando que Alan era un hombre increíblemente paciente, Claire estaba cruzando límites. Sí seguía presionando, iba a chocar con pared.

― ¿Cómo sabes si no lo intentamos?

Apunto estuve de entrar a la oficina y sacarla del cabello, solo que algo me decía que necesitaba oírlo de la boca de Alan.

― ¡Por qué no eres ella! ―Como lo predije, Alan estalló―: Te respeto, Claire, quiero a tú hijo, espero verlo crecer como el mejor amigo de Alex, nada más. Christine es…

― ¡Vamos gente! Hoy vamos a empezar antes ―Jesse cerró la puerta del salón y ya no pude seguir escuchando la discusión. Ni yo, ni todos los miembros del grupo que me veían como esperando respuestas. En esa sesión no participe.

∼∼∼§∼∼∼

― ¿Estás trabajando? ―Alan cubría toda la puerta, o eso me parecía.

―No… Tuviste una tarde ocupada y… preferí…

―Esconderte ―dio en el clavo a la primera. Cerró la puerta de la oficina antes de recargarse en ella, y esperar, esa era su especialidad, esperar.

―Me es difícil, Alan… no sé cómo no interferir, cómo no ser posesiva. Me dieron ganas de entrar y arrastrarla por el cabello, todavía no sé qué me detuvo… Lo peor, es que la entiendo. Entiendo por qué te busca, sé que los dos tienen hijos, que se conocen de años, que están solos…

―No. Yo no estoy solo.

Yo no importaba.

―Tienen muchas cosas en común.

Antes de hablar, ladeó la cabeza y entrecerró los ojos. Hacia eso que tanto me molestaba, el poder de ver almas no lo debía tener ¡nadie! ―: Sí, tienes razón, Claire y yo tenemos muchas cosas en común ―mi corazón empezó a temblar―, pero la única importante, son Alex y Randall ―y cesó el temblor.

― ¿De eso es de lo que hablaban? ¿De los niños?

―Algo así… Ella lleva un tiempo queriendo que seamos pareja para que Randall y Alex sean hermanos de verdad. Ya sabes, por el bien de los niños.

El puñal entró poco a poco, despacio, causando todo el daño posible en mi corazón.

―Bueno, es importante la felicidad de los niños. ¿Qué le dijiste?

―Estuve de acuerdo en que los niños son lo principal ―cruzando ambos brazos en el pecho, el suéter azul se ajustó en su cuerpo mostrando su enorme corazón―, pero me es difícil pensar en ella como mi pareja considerando que mi corazón está totalmente perdido por alguien más ―no lo voy a negar, vi chispas de colores―. Yo también he cometido muchos errores, Christine, todos los cometemos. Pero dejarte ir, no va a ser uno de ellos ―el nudo en mi pecho no me permitía hablar, incluso se me dificultaba respirar.

―Yo… ―se me quebró la voz a medio camino, mis ojos se llenaron de lágrimas, mi cuerpo se debilitó.

―No digas nada, Cosita, ya te lo dije, yo sé lo que sientes por mí ― ¡Mi príncipe encantador! ―. Ahora ven acá, cántame y baila conmigo ―no supe cómo llegué a él. Recargué mi cabeza en su hombro y perdí la poca dignidad que me quedaba, lloré de amor, por sentirme amada. Me abrazó protegiéndome del mundo y empezó a balancearse, no había necesidad de música, mi corazón ya cantaba. Por primera vez en mi vida tenía a alguien que realmente me necesitaba, a alguien que yo necesitaba. Por una vez el miedo no era lo primero, me daba permiso de ser fuerte e intentar seguir los sueños que alguna vez tuve. Un sueño, hecho realidad. No pretendía dejar que la tristeza volviera tener el control, porque ahora no solo se trataba de mí, también se trataba de Alan y Alex.

Por una vez en mi vida, iba a luchar.