Ahora 50
<< ¿Es esto lo que quieres? ―El gruñido acompañó el compás de la cadera, de la carne que entraba y salía bruscamente de mí cuerpo>>.
― ¡Sí! ―Los espasmos del orgasmo me despertaron, tardé un poco en reconocer dónde estaba, con quién estaba.
― ¿Con quién soñabas?
― ¡Mierda! ― ¡Joder, ¿qué fue eso?!, tenía mucho tiempo sin soñar con Josh, mucho menos uno de estos sueños.
― ¿Estás saliendo con otro hombre en tus sueños? Tienes razón, ¡mierda! ―Se quejó adormilado mi Cosota mientras bostezaba.
―No… ―pero si, ¡mierda!
Alan era un enigma para mí, yo en su lugar enloquecía, él se empezó a reír.
― ¿Era uno de mis hermanos? ¿Jesse?
Lo acompañé con la risa un poco a fuerzas. No podía hacer otra cosa.
―Soy una idiota.
―Un poquito ―coincidió conmigo―. Aunque más bien cachonda ―pasó una mano por debajo de mi cabeza y me acercó a él.
―Sí, caray, nunca estoy satisfecha ―llevé su mano a mis labios antes de acomodarla en mi pecho y desearle buenas noches.
Yo no volví a dormir.
∼∼∼§∼∼∼
Como era lógico, corrí con Jesse.
―Tranquila, es el instinto materno. Tal vez muy en el fondo deseaste tener hijos con Josh y por eso lo estás soñando ―más valía que fuera eso―. O, en el fondo, extrañas coger con él.
― ¡Jesse!
― ¡¿Qué?!
Su risa no me hacía absolutamente nada de gracia.
―Quedaron tantas cosas sin decir con Josh, tantos sentimientos ocultos en la niebla del licor y las drogas. Recuerdo como despertaba a su lado con la intención de querer decir algo, de sacar todo a la luz, sentía que si seguíamos sin hablar me iba a volver loca.
― ¿Y qué le querías decir, Chris?
Me dolía hablar de eso… No quería hablar de eso.
―Jesse… yo…
―Mujer me estás asustando, ¿qué es?
―Tuve un bebé. Y lo perdí. Solo vivió en mi vientre por cuatro meses. Pero te juro que en mi cabeza lo abracé, le canté, lo alimenté, es como si lo hubiera tocado… Eso, casi me mato.
―No sabía ―en la expresión de Jesse ya no había restos de risa.
―Nadie sabe, ni siquiera mi familia. Duele.
― ¿Ya lo hablaste con Alan?
― ¡No! Y no creo poder. Para él la familia es tan importante. Nunca lo dice, pero puedo ver en sus ojos el deseo de tener más hijos, por tener una familia como la suya. ¿Cómo le digo que…? Nunca me va a ver de la misma manera. Me va a odiar ―repentinamente me sentí muy segura de eso.
―No, Chris… Es Alan.
Cuando pensaba en June… No podía respirar. No me podía mover. Lo mejor era no pensar en ello, ¿cierto?
∼∼∼§∼∼∼
Sus brazos se flexionaron, y ahí lo supe, no había vuelta atrás. Con mi mano en su cuello lo inste a que se inclinara. Con un susurro en el oído, lo tenté―: Quiero más.
Ladeando la cabeza contestó también susurrando en mi oído―: ¿No fue suficiente lo de anoche?
Ya jadeando, aseguré―: Nunca ―la manera de envolverme entre sus brazos me daba escalofríos, era fuerte, demandante. Mi cuerpo respondió fundiéndose en el suyo, si no fuera por la ropa que nos separaba, podías creer que éramos un solo ente.
―Sí prometes no gritar, puedo arreglármelas ―con una enorme sonrisa asentí.
Se dirigió a la puerta mientras que yo con manos apresuradas desabrochaba mi blusa. Todos sus hermanos, Austin y los niños jugaban en la sala. Cuando menos teníamos veinte minutos.
― ¿De veras soy tan escandalosa? ―Asintió al cerrar la puerta. Con un solo movimiento retiró su camisa y me ayudó a salir de mi ropa interior―. ¿Y si no puedo callarme? No creo poder contenerme ―admití abiertamente.
―No sabes lo fuerte que estás impulsando mi ego ―con un golpe en el brazo lo bajé de su pedestal.
―Sí mal no recuerdo, tú tampoco eres muy callado ―me levantó con un brazo mientras que con el otro hacia espacio en la cama. No perdí el tiempo, de un solo movimiento me enredé en su cintura.
―Cosita, es imposible estar callado contigo ―y con eso, capturó mi boca para no dejarla escapar.
Dieciocho minutos después, salimos de la habitación medio vestidos, pero con tremendas sonrisas, que indicaban perfectamente que acabábamos de ver estrellitas.
Arreglaba mi cabello cuando sonó el timbre de la puerta principal, mientras él se dirigió a la sala, yo fui a atender la puerta. Todavía sentía el calor de su mano en mi cintura cuando escuché―: Muñeca, ¡te encontré!
¿Lo invoque? ¿Por eso soñé con él? No entendía, ¡¿qué diablos hacia aquí?!
―Jo… Josh. ¿Qué haces aquí?
―Buscarte, por supuesto ―dio un paso adelante y entró. Lo observaba todo con el aire despectivo que lo caracterizaba. Vestía impecable, como siempre, pero se le notaba diferente, más… sólido.
― ¿Christine? ―Alan se acercó todavía con una sonrisa en la boca. En cuanto vio a Josh, la sonrisa desapareció.
― ¿Y tú anillo, cariño? ― ¡Lo mataba! ¡Juro que lo mataba! ―Josh Miller, el prometido de Chris ―el imbécil extendió la mano en dirección a Alan. Pero mi Cosa estaba muy ocupado matándome con la mirada.
― ¿Estás comprometida? ―Fue como si solo existiéramos él y yo. El asombro en su voz, el dolor en su mirada…
― ¡No! No es lo que…
―Luna ―Josh tomó mi mano, por poco caigo al resistirme a su agarre. Nunca vi a Alan tan alterado; Le temblaban las manos, su pecho subía y bajaba cada vez más rápido.
―Alan… no, no pienses nada. Yo estoy contigo, ¿está bien? ―dejó de ver la mano de Josh para verme a los ojos, aproveché ese momento para llegar a él―. Cosa, te lo juro por Alex ―su respiración se calmó, el color volvió a su cuerpo―. Dame oportunidad de hablar con él, para aclarar todo esto, ¿está bien? Cinco minutos, aquí en el estacionamiento…
―No, no vayas al estacionamiento ― ¡Oh, Dios! El color de su piel volvió a huir, simplemente lo abandonó, de repente temí que se fuera a desmayar. En ese momento recordé que él perdió a Cristina en un estacionamiento.
―No, en el estacionamiento no. Perdón.
―Christine, ¿por qué te disculpas? ¿De qué te disculpas? ¡Tú no te disculpas!
― ¡Antes, Josh, antes! Ve al carro, ahora te alcanzo ―Josh barrió a Alan con el desdén que lo caracterizaba, y que yo ya tenía olvidado. ¿Por qué no me podía deshacer de este hombre? ¿Por qué permitía que volteara mi mundo como se le antojara? ―. Josh… por favor ―hablé con ese tono que lo calmaba, y que también pensé haber olvidado. Supongo que los malos hábitos son como subirse a la bicicleta, simplemente no se olvidan.
A Josh le brillaron los ojos, se ajustó el inmaculado traje y dio la media vuelta.
―Alan…
― ¿Estás comprometida con él? ―Usó un tono de voz que nunca le había escuchado. Distante. Frio.
―No… no es lo que parece… Cosa, yo…
―No, Christine, no hagas eso, no me mientas. ¿Estás o no estás comprometida con él? ―Sentía que mi corazón se salía de mi pecho, que la felicidad se me escurría entre las manos.
―No. Para mí el único compromiso es el que tengo contigo y con Alex. Nada más ―afirmé directo a sus preciosos ojos y sin parpadear. Que no dudara que lo amaba por un solo instante―, pero en teoría… No, no en teoría, lo que pasa es que nunca hable con él para cancelar el compromiso ―su quijada volvió a tensarse―. No era un compromiso como el que tenemos tú y yo, ni de cerca, Alan.
Negó, cerró los ojos, se bloqueó―: Como tú digas, haz lo que tú creas que debes a hacer ―dio la media vuelta y regresó con sus hermanos.
Mi piso se hundió, me absorbió, desaparecí de esta tierra y aparecí en el purgatorio. Era tiempo de pagar mis pecados.
∼∼∼§∼∼∼
― ¿Qué fue todo eso? Déjate de ñoñerías y sube al auto, Muñeca. Ya se acabó el año sabático ― ¡Dios, que horror de hombre! Sobre todo, ¡qué horror de mujer la que lo soportaba!
―No, Josh. ¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? No puedes aparecer en mi casa sin anunciarte ¿Por qué no me avisaste? ―mejor aún, ¡¿por qué no desaparecía?!
―Primero, esa no es tú casa ―los ojos de gato se notaban diferentes, se veían un poco limpios. No olía a la acostumbrada mezcla de alcohol y sexo que tan bien registraba mi cabeza, algo cambió―. Segundo, si tuvieras la amabilidad de contestar mis correos, sabrías que venía por ti. Vámonos, ya fue suficiente.
Aceptar que me equivoqué, que tomé una mala decisión, y consentí que otras personas decidieran por mí, fue muy duro, en realidad, fue lo más duro. Mi álter ego es una perra soberbia que me dificulto aceptar que cometí errores, que soy una simple mortal, y que por más éxito que creí tener, más cuidado debí tener. Pero ya no más. ¡Ya no más!
Di la media vuelta.
―Christine, no me dejes hablando solo ―la amenaza no sonaba a amenaza. Sonaba a súplica―. Habla conmigo… por favor ―me detuve lo justo para que me alcanzara―. Eres mi vida. Mi corazón es tuyo, siempre lo ha sido y siempre lo será ―me rodeó por la cintura con la fuerza acostumbrada, y yo me dejé acercar, como en los viejos tiempos.
―Yo… recuerdo…
―No… no recuerdes. Eso ya paso. Ahora solo tenemos que pensar en el futuro ―el futuro… Alan y Alex eran mi futuro.
Sin ser agresiva salí de su abrazo, fue extraño… no extrañarlo, no sentir esa opresión en el pecho que siempre dejaban sus partidas. Se sentía bien, se sentía ligero, libre.
―Sí, Josh, vamos a pensar en el futuro.
―Luna…
La sonrisa, esa diabólica, caprichosa, e irresponsable sonrisa hizo lo que su abrazo no hizo. Una oleada de náuseas me atacó, ¡¿qué diablos?! ¿Por qué estaba perdiendo mi tiempo con él? Tenía que regresar con Alan.
El agarre de su mano en mi brazo se hizo doloroso―: No me tendrás miedo, Christine. A ti no te da miedo nada.
―Tienes razón, Josh, a mí no me da miedo nada. Mucho menos tú. ¿Cómo le podría temer a alguien que me considera una más en su lista?
Algo en su expresión cambio―. Muñeca, pero si mis ojos son solo para ti ―y para la asistente, secretaria, o amiga en turno.
Una sonrisa agria surgió de mi pecho.
―Vamos, Josh, ¿con quién crees que estás hablando? Soy yo. Christine. Nadie mejor que yo, sabe lo que hacías.
―Lo que hacíamos ―aclaró.
―Tienes razón, lo que hacíamos.
―Chris…
―Ya no más, Josh, ya no más.
― ¡¿A dónde vas?! ¡Tenemos que hablar del futuro!
―No, Josh, yo voy a vivir mi ahora. Tú has lo que se te dé la gana. No quiero estar en el mismo lugar que tú.
Mientras caminaba de regreso al loft, escuché la letanía―: Eres mía, Christine, solo te necesito a ti. Solo a ti. Eres todo para mí.
∼∼∼§∼∼∼
― ¿Qué te dice tú instinto? ¿Que lo matemos o que lo dejemos acercarse a ella? ―Amy sonaba extrañamente calmada.
―No sé. Estoy que me lleva el demonio, no puedo pensar ―todo lo contrario a Alan.
―Relájate un rato. Deja que te hable el instinto, ese nunca se equivoca ―sí, que se relajara para que pudiera hablar conmigo.
―Para iniciar nuevos ciclos tiene que cerrar los viejos. Ese hombre es su pasado... ―interfirió Andy
― ¡Justamente! Ahora lo importante es decidir cómo nos movemos, ¿ustedes lo matan, y yo me encargo del cuerpo? ―Amy estaba haciendo todo lo posible por aligerar el momento, y se lo agradecí con el alma.
―Lo usual ―murmuró Adam.
Incluso el mayor de los Duncan intentaba aligerar el ambiente. Desafortunadamente no lo lograron. El aire en el loft se sentía terriblemente denso.
Cual cobarde era, dejé que sus hermanos hicieran el trabajo sucio. Me dirigí a la sala donde Austin se hacía cargo de los tres niños, en cuanto senté a Alex en mi regazo, el atractivo hombre preguntó―: ¿Estas bien?
No contesté, porque si abría la boca, iba a hacer como abrir las compuertas del miedo, del desamor, de la frustración, de todo lo que temía. Solo negué y me dediqué a besar el chocolatoso cabello de Alex. Mi Alex… ¿Qué iba a hacer si lo perdía? ¿Cómo lo iba a sobrevivir? No lo iba a sobrevivir.
No sé cuánto tiempo duro el martirio, Alex sucumbió a Morfeo, fue hasta que Andy lo retiró de mis brazos que regrese en mí.
―No te preocupes por Alex. Habla con Alan ―el doctor me regaló un beso en la frente que hizo maravillas. Me levanté un poco más decidida, le di un beso a Alex en la mejilla y caminé directo al matadero.
―Está comprometida ―el dolor se escuchaba en cada silaba. Ni siquiera lo apasionado del español mitigaba el dolor.
―No seas absurdo, Alan, ¿con quién ha dormido los últimos meses? ¿Con quién ha despertado? ¿Con ese que dice ser su prometido? Tú sabes que no soy gran admirador de tú relación, pero hay que ser justos, la mujer se ha comportado como las grandes; Los quiere, los cuida, los respeta. ¿Y qué, si no dio toda la información? No es como si hubiera matado a alguien… Más bien es como si alguien hubiera tratado de matarla a ella.
― ¿De qué hablas? ― ¡Joder con el mayor de los Duncan!
―Hable con Nic, ¿sabes por qué Christine terminó en el hospital? No fue una sobredosis que ella buscara, ese tipo se…
― ¡Adam! ― ¡¿Cómo se atrevía?! ¡¿Con qué derecho?! ―. Quisiera hablar a solas con Alan.
― ¿De qué habla Christine? ¡¿Ese imbécil trato de lastimarte?!