52

 

Alan no me pidió que me fuera, tampoco pidió más explicaciones, simplemente se dejó vencer por el cansancio.

Cuando desperté, no estaba a mi lado, pero el siempre omnipresente celular parpadeaba a mas no poder. Lo revisé y me di cuenta que tenía que acabar con esto desde la raíz, treinta y ocho mensajes de Josh lo pedían.

Bien podía escaparme del loft y verlo, pero se lo debía. Si Cristina hubiera… si estuviera viva y apareciera para hablar con él, a mi me gustaría saberlo. Alan debía saber que tenía que hablar con Josh, temía que, si no lo hacía, simplemente iba a acabar con mi AHORA.

Alan aplicó mis enseñanzas y se escondió en su oficina, pero como él, yo podía ser muy insistente―. ¿Y qué quiere? ―No grito, mi Cosa definitivamente se controlaba

―Hablar conmigo.

―Ese hombre te hizo daño ―cómo si no lo supiera―. ¿Tú quieres hablar con él?

―Creo que debo…

― ¡No! ―Inmediatamente se recompuso―. No le debes nada, Christine. Lo único que le debes a ese hombre, es un par de dólares por todo el licor que te proporcionó ―y eso que no contaba con las pastillas.

Rodeó el escritorio y se sentó a mi lado. No me gusto su expresión, pronto supe por qué―: Se lo que piensas del matrimonio, pero te amo y un día me gustaría casarme contigo ―de su bolsillo sacó un anillo con una enorme piedra color turquesa e intentó deslizarlo por mi dedo.

Por instinto, por necedad, por necesidad, cerré la mano. Yo no quería un compromiso. Tal vez por eso es que la compañía de Josh resultaba tan agradable, a él no le interesaba atarse a una mujer, el anillo que resbaló por mi dedo y que en la mayoría de la gente significa una promesa de amor eterno, de compromiso, para nosotros era una manera de disfrutar de la libertad. Ninguno de los dos pensó nunca en cambiar el estatus de ‘comprometidos’. Pero nos daba cierto tipo de ‘madurez’ que se necesitaba en el círculo donde nos movíamos.

Yo no quería eso con Alan, los sentimientos que compartía con él eran mucho más profundos como para pisotearlos con un compromiso rápido y desesperado.

―No me conoces, Alan, todavía no me conoces por completo.

― ¿Y? Más que aprender y querer ―se volvía a acercar, cuando negué―. ¿Lo que siento por ti no es suficiente?

―No, no es eso, Alan.

―Oh, ya entiendo. No solo es el anillo, para comprometerse contigo también se necesita una botella de Dalmore.

El aliento me abandonó―. ¡Eres un idiota!

―Sí, Christine, si soy un idiota. Pensé que mi amor era suficiente y no lo es ―estaba desesperado, daba golpes bajos a diestra y siniestra, él nunca daba golpes bajos.

―No…

―Porque eso es todo lo que tengo para ofrecerte. No tengo carros, no tengo lujos, solo tengo mi estúpido amor.

― ¡Alan!

―Él necesitó todo eso para comprometerse contigo, a él si lo aceptaste. Yo no tengo nada ―salió de la oficina a tumbos, golpeando todo lo que encontró en el camino. Incluso a el mismo.

∼∼∼§∼∼∼

―Es buena idea sentarme con él y hablar, ¿verdad?... Es bueno saber su punto de vista, ¿cierto? 

―Si... si... es cierto ―incluso al positivo de Jesse le costaba trabajo encontrar algo bueno en mi cita con Josh. Pero algo dentro de mi insistía en hablar con él. 

Llegamos al restaurante viendo el piso, buscando sin encontrar un para qué.

―Voy a esperarte aquí. No importa cuánto te tardes, si me necesitas, aquí estoy ―le di un abrazo antes de entrar y enfrentarme a mi némesis.

 

― ¡Chris! ―Josh Miller se levantó de su silla cual caballeroso no era y me atrapó entre sus brazos. Al separarse, dibujó mis labios con su pulgar.

Di un paso atrás y me senté enfrente de él.

Ver a Josh no era como lo había imaginado, todas esas preguntas, reproches que creé a gritos en mi cabeza, no aparecieron.

―Soñé tanto con este momento ―si no lo conocías, le podías creer.

No había ningún placer en su voz, y no creo que se haya esforzado tanto buscándome. Sobre todo, porque él siempre supo dónde estaba. Mi único consuelo es que hablaba contrariado, y no de esa manera segura y altanera que un día me pareció tan poderosa.

―Sí, Josh, aquí estoy. ¿Qué se te ofrece?

Me obligué a verlo a los ojos, y aunque su verdosa mirada estaba enfocada en mi boca, pude percibir que seguía siendo un hombre guapo. Los casi doce meses que tenía sin verlo acentuaron la belleza obvia que tenía, muy al estilo de Jared Leto o Jakob Oftebro. El traje azul marino en conjunto con la camisa blanca acentuaba las motas esmeraldas de sus ojos de un modo casi imposible.

―Solo… ¿Cómo estás?

¿En serio?

―Viva ―sonrió apenado.

―Lo siento… ―tal vez… tal vez él también cambio―. No sé qué más decir. 

―Has tenido meses para pensarlo, Josh. ¿No se te ocurre nada más? ―No quería que me diera una cátedra. Tampoco que mintiera y dijera palabras que no creyera. Solo quería saber qué pasaba por su cabeza cuando me dio esa inyección. 

― ¿Qué paso? Me debes eso, Josh. ¿Me querías matar? 

― ¡No! Oh, Dios, no ―le creí, realmente le creí.

―Entonces qué, Josh. 

―Estaba desesperado. Eres mi todo, Chris. No tengo otra excusa. Un día desapareces. Gloria no me da información. Te busco, no te encuentro, y cuando finalmente lo hago... 

― ¿Qué Josh? 

―Me viste de una manera... como si yo fuera... me dejaste, Chris ―estiró la mano y apretó la mía―. Tienes que entender, eres la mejor mujer que conozco. Eres hermosa, inteligente, tierna, bondadosa, eres todo lo que puedo pedir, eres todo para mi. Y me dejas... no sabía cómo retenerte.  

―Y decidiste matarme. 

―Solo quería que entraras en razón ―por alguna extraña razón, lo entendí. De ninguna manera lo justificaba, pero entendía esa desesperación, esa ansiedad por retenerme. Eso fue lo que me retuvo a su lado por años.

― ¿Alguna vez me quisiste, Josh? 

―Si, por supuesto que sí. Todavía lo hago. ¿Quieres casarte? ¡Nos casamos! Podemos tener hijos, muchos hijos. Si estamos juntos... juntos somos invencibles ―el pobre deliraba―. No me he acostado con nadie más. Durante todo este tiempo, no he dormido con nadie más. Te lo juro. Tú eres la única, de ahora en adelante, solo tú ―no, en realidad estaba en una etapa de total alucinamiento.

―Cualquiera que sea la definición de fidelidad que tienes, difiere completamente de la mía.

―Yo puedo ser fiel ―aseguró totalmente convencido.

―Creo que podemos estar de acuerdo en que no existe infidelidad sin la existencia de la fidelidad. Es un concepto que está basado en la confianza. Y cualquier confianza que hayamos tenido el uno para el otro, hace mucho que se rompió. Empezando por la primera vez que dormiste con otra y me enteré. No fue una o dos, Josh, fueron varias las veces que dormiste con alguien más. Y no estoy contando las veces que no me enteré. No me hables de fidelidad, no argumentes un caso de lo que no sabes.

―Tú también dormiste con otros.

―Sí, y me arrepiento de cada uno de ellos. No por haber dormido, sino porque de alguna manera me deje influenciar por tú comportamiento.

―El imbécil ese te lavó muy bien la cabeza, Muñeca, pretendes ser alguien que no eres. ¿Se siente bien? ¿Te gusta el jueguito? ―Oh, ahí estaba mi amado compañero de vicio.

―Ese es el punto, Josh. Con él no pretendo ser alguien que no soy, con él soy yo misma. Y ese es justamente el punto, a él le gusta lo que yo soy.

― ¿Sabe que eres mía? ¿Qué me amas? Ya estuve investigando, sé que han estado jugando a la casita.

―No, Josh, no lo soy, nunca lo fui, y te aseguro, que nunca lo seré ―y ni hablar de amor.

―Oh, Muñeca, es ahí donde estás equivocada. ¿No recuerdas nuestras noches? ―Vio la falta de anillo en mi dedo y volvió a la carga―. ¿Recuerdas la noche que prometimos estar juntos? Por siempre.

―No, Josh, no lo recuerdo. Y justamente eso fue lo grave de nuestra relación, que la mitad del tiempo que estuvimos juntos, ninguno de los dos estaba consciente.

― ¡Pues lo hiciste! Tú prometiste estar conmigo por siempre ―qué triste cuando no recuerdas una promesa de ese calibre. Porque realmente no recordaba haber prometido semejante cosa.

―Recuerdo que hablamos sobre matrimonio, sobre cómo íbamos a conquistar el mundo, sobre dinero, joyas, autos, cosas sin sentido. No recuerdo haber hablado de hijos, de familia, de un ‘para siempre’. Tú y yo nunca tuvimos lo que se necesita para poder tener un final feliz, Josh, tú y yo nunca nos amamos.

― ¡Yo si lo hice!

―Sí, Josh, pero se supone que alguno de los dos también tenía que amarme a mi ―le tomó varios segundos darse cuenta de qué hablaba.

―Yo te amo ―no, no lo hiciste―. Tanto, que, aunque no dormía contigo todas las noches, si pase. Durante seis años pase todas las noches a tú casa, sin importar el estado en que estuviera, sin importar con quién estuvieras, pase para verte dormir. Para escuchar tú respiración. Para temblar por el daño que te causaba, por el daño que me causaba estar separado de ti. No podía estar contigo, estoy enfermo, Chris, más que tú, más que la enfermedad misma ―era la primera vez en seis años que tenía de conocerlo, que le veía derramar una lágrima―. Te necesito. Te necesito para seguir viviendo.

―Yo también te quiero, Josh.

―Oh, Chris… ―el alivio en su expresión fue devastador.

―No, Josh, no voy a volver a ese camino. Solo estoy admitiendo un problema que me metió en dificultades más profundas de lo que alguna vez pude haber imaginado. Te quiero. No tengo ningún problema en admitirlo, siempre te quise. Pero no te amo, Josh. 

Romper el corazón de alguien que se suponía debía odiar, no fue tan satisfactorio.

―Quiero que regreses a Los Ángeles conmigo. A casa, al trabajo, ya fue suficiente tiempo perdido ―su paciencia se acababa. No dejaba de ser un chiquillo pataleando por su muñeca.

― ¿No te parece que nadie mejor que yo, para saber en qué quiero invertir mi tiempo?

―Tú perteneces a las cortes de una gran ciudad, Christine. No a un pueblucho de mala muerte.

―Si yo quiero demostrar la valía de mi cerebro en una ciudad, en un pueblo, o en el infierno, ¡es cosa mía! ―Mi paciencia también se acababa―. En el momento que casi causaste mi muerte, en ese momento, perdiste cualquier derecho que yo te haya otorgado sobre mi vida.

El golpe le llegó directo a la cara, inmediatamente su expresión se suavizó―. Por favor, Muñeca, no quiero discutir. Yo cometí errores, tú cometiste errores, eso ya está en el pasado. Te quiero de regreso, quiero nuestra vida de regreso.

― ¿Por qué estás haciendo esto? ―Podía tener a la mujer que él quisiera, con su apariencia y su dinero, bien podía tener a quien quisiera, ¿Por qué insistía en destruir mi vida?

― ¿La verdad? No puedo manejar mi vida sin ti, Chris. Te necesito a mi lado. Debes extrañarme un poco, ¿cierto? ―Pude haberle creído; Levantó la mano, acarició mi cara, y justo antes de besarme, sonrió. Sonrió de esa forma tan distintiva de él, con un toque de inocencia y un mucho de malicia.

Hice un movimiento hacia atrás y contratacó con una de mis muchas debilidades―: Y él trabajo, ya lo hablé con mi papá, te mereces un puesto como…

―Gloria. ¿Qué va a pasar con Gloria?

―No te preocu…

―No voy a regresar, Josh. Tú y yo, ya terminamos. ¿Qué va a pasar con Gloria?

Por fin se dio cuenta de que no iba a cambiar de opinión. Los ojos de gato volvieron, el niño malcriado y caprichoso regresó en todo su esplendor―. Las exprometidas no tienen ningún derecho a preguntar nada.

― ¡Está exprometida sí! ¿Qué va a pasar con Gloria?

―No sé. Su futuro está en tus manos. Regresa y ella conserva su trabajo, si no…

A veces las cosas son simples.

―Escuché que no la pasaste bien por un tiempo. Me da gusto ver que estás bien ―me levanté de la mesa y ya sin molestarme en verlo, lo reiteré―: De verdad me da gusto.

Salí del restaurante directo a los brazos de mi amigo.