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Rumbo a Oscura (1)

¿Y dónde se encuentran ocultas esas fuerzas antiguas? ¿Dónde conservan su poder para que éste pueda sobrevivir al paso del tiempo?: ¿escondido en el interior de las palabras, de las inscripciones?, ¿grabado en estructuras que soportarán el transcurso de los siglos?, ¿o protegido en linajes familiares? Tal vez, pero gran parte de ese poder concentrado está contenido en la espada.

DAMPHIER DE DEEMSTER, maestro espiritual

Fragmento de Recopilación de la sabiduría de Quenten Tatsin

Aquella noche, a petición del dulse, se celebró una reunión en el pequeño refectorio. Además de los compañeros de Matei, se encontraban presentes Cughlyn, el propio dulse y el segundo sacerdote Uchate. Se reunieron alrededor de una mesa muy larga. El dulse, que para sorpresa de Matei había escogido para la ocasión una capa verde de viaje, había hecho traer unas cuantas botellas de vino. Tomó asiento presidiendo la mesa y se sirvió un gran vaso de vino. Después miró alternativamente a cada uno de los presentes. La tez de Gaithnard tenía un tono grisáceo, como si hubiera estado luchando durante semanas enteras, pero su mirada parecía entonces despejada. Marakis examinó el techo del refectorio. Matei devolvió una mirada serena al dulse, y Dotar se palpó la muñeca, tal vez para comprobar que su daga seguía en su sitio. Cughlyn había tomado asiento al lado de Dotar, con las manos apoyadas en la mesa. Llanfereit miraba al frente, tranquilo. Y Uchate ocupaba el asiento contiguo a su maestro, encorvado.

Rax no cantó —empezó a decir el dulse con una sonrisa, iniciando la reunión de forma poco usual.

»Para aquellos que todavía no lo sabéis, esa vieja espada rebosa magia; magia de otra época. Rax empieza a cantar y emite un resplandor cuando una presencia maligna se halla en sus proximidades. Pero Rax guardó silencio, así que podemos deducir que todos los aquí reunidos somos gentes que encarnan el bien.

—El segundo sacerdote no presenció el duelo —intervino Cughlyn secamente.

La sonrisa del dulce se hizo más amplia.

—No, no estaba allí, de modo que Rax no ha podido emitir ningún juicio, pero conozco a Uchate. Sé lo qué él representa para mí. No hay necesidad de someterle a una prueba semejante, ¿no te parece, Uchate?

Lanzó una mirada de reojo al segundo sacerdote. Uchate entrelazó los dedos de las manos como si fuera a rezar y respondió en voz baja, sin devolver la mirada a Aernold.

—Como digáis, dulse.

El dulse mantuvo su expresión risueña, pero Matei se dio cuenta de que sus ojos no sonreían.

—¿Por qué nos hemos reunido aquí? —prosiguió el dulse—. Todos hemos sido testigos de lo sucedido esta mañana: un Och Pandaktera, como otros tantos.

—Demasiados —murmuró Gaithnard.

—Demasiados —repitió el dulse como el eco—. Pero este duelo era algo más: había sido vaticinado. La muerte de Roga no era el objetivo. Ya sabéis cuánto lamento que el Och Pandaktera se haya cobrado una nueva víctima. No, el objetivo era liberar la pasión y la cólera mágica contenidas en el interior de la espada entre todas las espadas. Su poder ilimitado se encontraba oculto en la runa de su empuñadura, dentro de Kaharr. La profecía básicamente predecía que un maestro de armas de una de las islas en las que todavía se practica la honorable venganza sería capaz de desatar el poder de la runa, después de muchos siglos. Gaithnard lo ha conseguido.

—Quizá haya funcionado simplemente porque odio el «sangre por sangre» con todo mi ser —comentó Gaithnard.

—Tal vez —confirmó el dulse—. Mañana será el gran día esperado por todos los Solitarios; el día en que el Señor de las Profundidades despertará. Tal como está escrito, la Dama del Alba celebrará la ceremonia de invocación, con las cuatro palabras elegidas en su momento a tal fin. Pero no se encuentra aquí ahora. Hará acto de presencia en el momento determinado para la invocación, aunque se manifestará en una forma distinta de la esperada por los creyentes. ¿Quién llevará a cabo los ritos preparatorios para la invocación mientras ella no aparezca?

Por primera vez, el rostro de Uchate mostró cierta emoción. Giró la cabeza de golpe hacia el dulse, boquiabierto.

—Con toda seguridad vos mismo, ¿no es así, dulse?

El dulse negó con la cabeza.

—No, Uchate, no estaré aquí en la mañana que deberá ver el despertar. Debo emprender viaje con Matei y sus compañeros. Zarparemos esta noche.

Todos le miraron, sorprendidos. Uchate se puso en pie de un salto.

—Pero, dulse, ¿quién llevará a cabo la celebración de los ritos?

El dulse alzó la vista. En las comisuras de sus labios se dibujó un amago de sonrisa.

—Tú, Uchate. ¿Quién si no?

—Pero… —estupefacto, el segundo sacerdote se dejó caer en la silla—. Pero maestro, yo no puedo… La Dama…

El dulse alzó una mano.

—Serás tú, Uchate. A ti te corresponde la honorable tarea de guiarnos hacia el gran día de nuestra fe. Nueve mil creyentes absorberán tus palabras como si fueran el agua que da la vida. El Señor de las Profundidades se manifestará. ¿Podrías desear algo mejor? ¿Y por qué deberías tener miedo? Después de todo, un corazón puro como el tuyo no tiene nada que temer. Además: las palabras que desencadenarán su despertar serán pronunciadas por la Dama. ¿Cómo? Permíteme que guarde el secreto hasta que llegue el momento.

Uchate echó hacia atrás el asiento y, encorvado sobre sí mismo, miró sus manos entrelazadas, apretadas entre sus rodillas. El dulse se volvió hacia los demás.

—Ahora debemos partir; no podemos perder más tiempo. Nuestra nave espera en el puerto. Pondremos rumbo a Oscura.

—¿A Oscura? ¿Con la pequeña embarcación de los Solitarios? —preguntó Cughlyn con cierto tono de asombro.

El dulse se puso en pie.

—Hay otro barco en el puerto, un navío que durante unos cuantos días ha permanecido oculto en una bahía situada al este de Yle em Arlivux, al otro lado de la península. Su capitán estaba de acuerdo conmigo en prevenir posibles problemas con las galeras del desran.

El dulse se dirigió a la puerta situada al otro lado del refectorio, la abrió y dijo algo a un Solitario. Éste se apresuró fuera del refectorio para volver poco después, acompañado por un barbudo y familiar personaje.

—Parece que mi destino está unido al vuestro —dijo sonriendo Wedgebolt, capitán del Astuta Cuchilla de los Nueve Mares.

A bordo del Astuta Cuchilla de los Nueve Mares les esperaba otra sorpresa: un hombre y una mujer.

—¡Harkyn! —exclamó Matei.

Marakis demostró idéntico asombro al ver a la mujer.

—Lady Tulsië, ¿qué haces aquí?

—Es una larga historia, príncipe —respondió—, pero creo que dispondremos de tiempo más que suficiente para hablar en los próximos días.

Fue un alegre reencuentro para la tripulación y los compañeros de Matei. Poco después, levaron anclas y el Astuta Cuchilla de los Nueve Mares puso rumbo hacia el suroeste.

Era una clara noche de invierno. Mientras todos dormían, Matei, Aernold y Wedgebolt seguían conversando al lado del bauprés.

Matei acababa de hablar con lady Tulsië, la cual le había informado de sus descubrimientos en un volumen antiguo. A Matei le habían sorprendido grandemente sus palabras, pero no hizo ningún comentario, se limitó a almacenarlas en su memoria.

—¿No sería mejor rodear la isla por el norte y navegar entre Valt y Gyt Oriental? —preguntó Matei—. Nos llevará más tiempo, pero creo que la ruta es más segura. ¿Quién podría desear cruzar el mar Lento en esta época del año?

—No queremos toparnos con las galeras, y las he visto dirigirse hacia el noroeste, tras el Corazón de Handera —explicó Wedgebolt—. También el Dragón de Piedra de Welle del Sur, la galera a bordo de la cual llegaron el regulador y el quymio, ha desviado su rumbo en la misma dirección. Esperemos que Fexe los mantenga distraídos algún tiempo. Navegaremos siguiendo la costa oeste de Lan-Gyt, después nos dirigiremos hacia el norte, rodearemos Boret, y cruzaremos el mar Lento hasta Ynystel; salvaremos la travesía hasta las islas Dant, para finalmente arribar a Oscura.

Lanzó una mirada a Matei.

—En caso de que tengamos problemas en el mar Lento, cuento con dos altos mysters y un medio mago muy capaz —añadió.

Matei profirió una risita y señaló al dulse.

—Creo que contamos entre nosotros con un hombre mucho más poderoso, de nombre Aernold.

—El cual únicamente hará uso de sus poderes una vez agotadas todas las demás posibilidades —añadió el dulse en tono amistoso.

—Nada nuevo bajo el sol. Parece que esa frase está en boca de todos los magos —refunfuñó Wedgebolt.