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Conversaciones con un dios

Loss preguntó:

—¿Qué es lo que hace que los dioses sean tan distintos de los humanos, señora?

La Dama profirió un profundo suspiro y después de unos minutos respondió:

—Deberías haber preguntado en qué se parecen a nosotros, Loss. Los dioses son distintos de nosotros en muchos aspectos. Por ejemplo, formulan preguntas sin esperar una respuesta. Aunque no sé si, en realidad, ya han encontrado las respuestas en nuestras mentes, o si sencillamente no están verdaderamente interesados en ellas.

LADY ASRATH DE OSCURA,

Coloquios entre la Dama de la Sabiduría y la Intuición, y Loss

Lethe lo sabía.

Sabía quién era y dónde se encontraba.

Sabía lo que se esperaba de él y también sabía que lo haría. Lo que no sabía era cómo se desarrollaría todo aquello y tampoco cómo acabaría.

La criatura se había alejado de él y le había dejado solo con sus agitados pensamientos. Pero regresaría, y entonces se entrelazarían. A continuación, Lethe se fundiría con el Señor de las Profundidades y se uniría a todos los que llevaron su nombre antes que él.

La fusión con el olvido —dijo una voz muda.

—¡Sabiduría! —exclamó Lethe.

A pesar de que la voz guardaba silencio, Lethe sabía que Sabiduría todavía se encontraba allí. En su mente, abrumada por un torbellino de miedo e inseguridad, sintió una sensación reconfortante, la sensación de que no estaba del todo solo.

Hoy es el día. Recuerda esto —dijo Sabiduría, cuya voz llenó todo su ser y penetró en lo más profundo de Lethe—. Hay vuelta atrás. Está la piedra, la Dama, el Poder. Y con el Poder llega

En tan sólo un momento, Sabiduría se había ido, como si algo la hubiera arrastrado para apartarla de Lethe.

—¿Sabiduría? —susurró Lethe, en vano.

En su lugar, su mente sintió, poco después, una presión que reconoció como la proximidad del Señor de las Profundidades. Lethe creía que le hablaría, pero no ocurrió nada. Las mentes de los ciento trece anteriores a él se mantuvieron distantes.

Transcurrido un tiempo, Lethe decidió no esperar más. Su mente se alejó de la criatura para flotar hacia la cúpula en el interior del laberinto. Al deslizarse en la estancia, oyó con gran sorpresa un sonido como un chisporroteo. Chispas naranjas y amarillas lo salpicaban todo. Retrocedió, con la intención de salir de la cúpula.

¡Espera!

Había oído unas cuantas voces dentro de su mente, pero ésa se alzó por encima de todas las demás. La tempestuosa fuerza de aquella única palabra le hizo estremecerse durante largo rato.

Hoy es el día —dijo la voz, súbitamente tranquila, como un mar en calma—. Hoy Lethe, el que hace el número ciento catorce, se entrelazará con el Señor de las Profundidades. Nosotros, los Ayinti, haremos realidad el proceso, tal como hiciéramos con anterioridad ciento trece veces.

¿Los Ayinti? ¿Los dioses?—preguntó Lethe con una fina voz mental.

Somos los dioses de Ayintan —confirmó la voz—. Soy Ghormard, representante de los dioses. Tengo algunas preguntas para ti.

Lethe esperó, pero Ghormard calló, y permaneció así, callado, un rato. Lethe contuvo su necesidad de hablar, hasta que el dios, finalmente, rompió el silencio.

¿Tienes la piedra?

Sí, tengo la piedra —respondió Lethe, inmediatamente—. Está incrustada en algún lugar de mi cerebro, muy cerca del núcleo del que surgen todos mis pensamientos.

Y ése es el lugar que le corresponde —dijo Ghormard con voz amable—. ¿Sabes qué va a suceder?

El entrelazado. Puedo hacerme una idea. Creo

Bien, es suficiente. ¿Conoces a la mujer?

¿Gyndwaene? ¿Asayinda?

Bien. ¿Eres consciente de que pasarás a formar parte del Señor de las Profundidades y que, al mismo tiempo, tú serás el Señor de las Profundidades?

Así lo tengo entendido.

Bien. ¿Deseas hacer alguna pregunta, Lethe?

Lethe reflexionó brevemente.

¿Quién eres, Ghormard? ¿Qué eres?

Como ya te dije, yo soy un dios —respondió Ghormard con voz afable—. La fuerza y la debilidad de los dioses radica en el hecho de que somos inalterables; tan inalterables como nuestros nombres. Somos los dioses del tiempo estancado.

Lethe tuvo la impresión de que Ghormard estaba respondiendo a otra pregunta, y no a la que él había formulado. Decidió no hacer ningún comentario y pensó otra pregunta.

¿Puedes ver el futuro?

.

¿Puedes decirme algo acerca de mi futuro?

Puedo ver el futuro, porque el futuro es el reverso del pasado, pero de tu futuro no puedo decir nada. El concepto de que sólo hay un camino que seguir para llegar al futuro es una idea falsa de los humanos. Una vida mortal tiene dos valores fijos: la muerte, inevitable, y el misterio del tiempo estancado, junto a los cuales discurre la vida humana. Curiosamente, incluso para mí, ninguno de estos valores parece afectarte.

Lethe empezaba a preguntarse qué sentido tenía aquel juego de preguntas y respuestas. Comprendía sólo en parte las respuestas de Ghormard.

El Poder —se le ocurrió entonces—, ¿puedes decirme algo más sobre el Poder?

¡Ah, el Poder! Una buena pregunta. Una criatura a la que aprecio en gran medida lo llamaría Loum'ad, uno de los grandes logros de los esfuerzos combinados de la humanidad y otras criaturas. Desde la época más primigenia, el mundo ha poseído runas tan poderosas que podrían calificarse como superiores a la magia. Una de esas runas, Kaharr, fue grabada en una ocasión en una espada de poder. Aquella espada se fundió con otra, Aerleander, también llamada C'hart y, más tarde, tras una alteración de su forma, Ra Echs. La runa permaneció intacta, aunque sólo es visible bajo ciertas circunstancias. Un mago consiguió transferir el poder que Kaharr representaba en su forma material a la mente. Un logro sin precedentes. Para ello, empleó una piedra.

¡Una piedra! ¿Podría tratarse de la misma piedra que se encontraba incrustada en el interior de su mente?

Te concedo una pregunta más, Lethe.

Lethe intentó mantener la mente clara. ¿Qué pregunta le convenía más formular? De pronto, recordó algo.

Estuve en el interior de un laberinto con anterioridad, en las proximidades de la Torre del Viento, en las islas Espejo. ¿Era el mismo en el que me encuentro ahora?

Ghormard guardó silencio durante unos minutos.

Una pregunta sorprendente —dijo, por fin, con un atisbo de sincero asombro—. Extraordinario. Ninguno de tus predecesores sacó ese detalle a colación. Realmente extraordinario.

Tras una nueva pausa, que parecía un profundo suspiro, Ghormard dijo:

Responderé a tu pregunta. Con anterioridad al ciclo de ciento trece, ahora casi ciento catorce veces nueve mil años, existía un ciclo similar, que finalizó bruscamente cuando el Oscuro triunfó sobre el Señor de las Profundidades. Aquel Señor de las Profundidades seguía las directrices del maestro paladín que todos creían que pondría fin al ciclo. Pero se equivocaban. Nosotros, también. El laberinto por el que has estado vagando deriva de aquel tiempo. Es el lugar en el que la mente de aquel primer Señor de las Profundidades descansaba antes de que ocurriera esta catástrofe. En los viajes del Oscuro por Romander, sus ayudantes visitan regularmente este laberinto.

Lethe recordó que Rax le había advertido de una presencia maligna en los túneles de aquel laberinto. Otro enigma por resolver. Ghormard prosiguió:

El laberinto se desprendió del fondo del océano y encalló en el lugar en el que ahora se encuentra la isla más occidental de las Espejo. Los Ayinti previeron que habría otro Lethe; se referían a ti. Hemos…, he utilizado la cúpula para grabar con fuego un mensaje mediante runas en las paredes.

Lethe quería preguntar rápidamente otra cuestión, pero entonces volvió a oírse la voz de Ghormard.

Extraordinario. Creemos que únicamente la representación de Lethe que puede poner fin al ciclo

Aprovechando la pausa que hizo Ghormard, Lethe agregó, veloz:

¿Cómo? ¿De qué estás hablando?

Como si no le hubiera oído, Ghormard dijo:

¿Te das cuenta de que eres el maestro paladín?

¿Qué significa «maestro paladín»?

Bien —dijo Ghormard—. Entonces, estás preparado. Todos los demás asuntos importantes ya están dispuestos en ti y en otras personas. Prepárate, aunque para un mortal eso resulte casi imposible; por lo menos, así tengo entendido.

Lethe sintió que la mente de Ghormard se alejaba de él.

Reflexionó sobre las preguntas y las respuestas.

Otro Lethe; se refería a mí… —murmuró para sí mismo—. Hubiera deseado preguntar mucho más. Me habría gustado saber dónde tendrá lugar el entrelazado.

Aquí.

Era la voz de Ghormard, que ocupó por completo el horizonte de su mente, aunque, inmediatamente, se alejó de nuevo.