II

Habían viajado hasta el lugar porque el Detector Autónomo ínter ED denunciaba venas de mineral Gama D237, que resultaba insustituible para producir, en el Centro 45 Tierra, la energía necesaria que ponía en marcha la maquinaria salta-comba dimensiones, de propiedad internacional. Debían tomar muestras de mineral y regresar con él al Centro Analizador donde determinarían la real importancia del hallazgo y no la especulada.

Mikimoto pulsó un nuevo botón en el tablero de visión exterior. La pantalla del visor se apagó y volvió inmediatamente a encenderse, mostrando un ángulo diferente del paisaje por donde veía caminar con torpeza a su amigo Félix White embutido en el engorrosísimo vestido estanco.

Mikimoto recordó algunos de los lamentables incidentes que, en un principio, alzaron muros de espinos entre una creación y otra, entorpeciendo contactos o destruyéndolos para siempre. Puede ser que lo rememorara por estar contemplando en un mismo plano la figura de White y las raras flores del acantilado. Una vez...

—¡Duing! ¡Duing! ¡Duing! —hizo el Controlador Electrónico conectado directamente al cerebro de White.

Por la ranura azul existente bajo la pantalla visora surgió la cinta plástica y serpenteante del computador. El hilo ideológico de Mikimoto se interrumpió ante la revelación de la cinta. Tomó el mensaje entre los dedos y volvió a traducir por si acaso habíase equivocado. Pero no, si era verdad: White había variado repentinamente de dirección mental; no era «Dimensonio» su trayectoria principal, era «otra cosa». Mikimoto se inquietó.