V
Ankamún se irguió con gran esfuerzo ante el jefe Gala II.
—Póngase cómodo —le invitó el jefe con galantería—. Comprendo su tristeza... Si lo desea puede echarse para oírme con más comodidad.
—Gracias, señor... voy a hacerlo porque me encuentro muy deprimido.
—No tiene por qué dar las gracias.
El jefe Gala II hizo una pausa, abrió un cajón de la mesa piramidal y extrajo de él un trozo de hilo magnetofónico que soltó sobre el tablero.
—He oído su informe... El Mando lamenta profundamente el hecho. Pero estese tranquilo porque le someteremos a un tratamiento de olvido y readaptación...
—Hizo usted muy bien obedeciendo la instantánea orden de regreso que le enviamos por la vía mental directa. Tuvimos suerte al localizarle en un instante crítico... Usted iba a cometer un grave fallo agrediendo a aquellas formas inteligentes.
—¡Cómo serán entonces los imbéciles! —comentó Ankamún con amargura—. Y es una lástima —agregó— que los de Gala II se hayan mostrado tan ineficaces con mi mujer...
—Ankamún... lo de su mujer fue inevitable. Y en cuanto a los seres que la atacaron, ¿acaso tenían modo inmediato de averiguar qué era pensante?
—Sí, cierto... Tal vez... No sé...
—Acuda en el acto al médico Ordenador. Y tenga en cuenta que si no lo hace antes de tres giros, prescribiré que le arresten, y le «trataremos» contra su propia voluntad...
—Bien, señor —respondió Ankamún con los ojos cargados de lágrimas... Poniéndose en pie se fue alejando deprimido...
—¡Oh, poderes! ¿Por qué? ¿Por qué?...
Ankamún dobló un recodo del largo pasillo y se detuvo ante una puerta estrellada... «Ordenador Psíquico».
—Marki, tengo que olvidarte... es la Ley...
Empujó la puerta, Dos nuevas lágrimas anaranjadas le corrieron por la granulosa piel...